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Violencia doméstica o violencias de género

La violencia contra las mujeres dentro y fuera del hogar constituye la punta del iceberg más visible del conjunto de las violencias y discriminaciones que las mujeres han sufrido en los últimos milenios de organización masculina de la sociedad. Las mujeres reunidas en el Foro Mundial de Mujeres contra la Violencia, que se celebró en Valencia los días 24 y 25 de noviembre con la participación de 110 países, han hecho visible en su declaración final la discriminación femenina en la legislación, lo que han denominado "violencia constitucional".El debate se ha centrado precisamente en desenmascarar que la violencia que se ejerce dentro y fuera del lugar no se debe a una especial característica agresiva del hombre y a una especial sumisión victimista de la mujer, sino que son las condiciones de vida y trabajo, de educación y cultura, las que perpetúan las desigualdades entre mujeres y hombres y favorecen las agresiones a las mujeres en el trabajo, en la casa, en la calle y en los medios de comunicación. Todas las formas de discriminación constituyen violencias de género.

Precisamente en el último número de la revista Mujeres y Salud (MYS) se analiza cómo actúa el agresor y cómo reacciona la víctima en los casos de violencia. Sabemos que cuando una mujer presenta una demanda (más de 3.000 en Cataluña en el último año, más de 50.000 en España) lleva como media siete años de malos tratos físicos y más de quince de malos tratos psicológicos. ¿Cómo se desarrolla un proceso tan largo? Existe un paralelismo entre la relación agresor-víctima y la sistemática discriminación física, mental, laboral, organizativa y política a la que las mujeres han sido sometidas desde hace más de 4.000 años en la sociedad patriarcal? ¿Cómo se llega a la destrucción psicológica y moral de la persona agredida? Desinformando a la enemiga, cercándola y destruyéndola finalmente.

Primero se le impide constantemente la comunicación, se le niega la información para mantener el mito de superioridad y control (el analfabetismo en el mundo está feminizado, como la pobreza), y después se invaden los espacios de la mujer demostrando que ella es inferior y él superior. Él es Superman y ella Cenicienta; se redefine el entorno de la mujer intentando demostrar que tiene una percepción falsa de la realidad y se le quiere demostrar que es un ser inferior, carente de cualidades (desde el tamaño del cerebro hasta los centímetros de mama y cintura, la sociedad androcéntrica ha invadido el cuerpo y la mente de las mujeres con frases y prerrogativas sobre su poco valor y su baja autoestima).

Después se constituye el cerco de la enemiga impidiendo que la víctima reciba información o ayuda del exterior. Se le hace perder las amistades y el trabajo, se distorsiona la relación con la familia y con sus hijos. La sociedad aísla a la mujer, la culpabiliza si no queda embarazada, pero la despide de su trabajo o no la contrata si lo está. La somete a la doble jornada sin ayuda corresponsable del resto de la familia y sin soporte social (escuelas, guarderías, flexibilización horaria, atención a ancianos...).

Cuando las mujeres han sufrido todo este largo proceso de erosión, llega el momento de utilizar la crueldad verbal y física, con lo que se consuma la destrucción del enemigo; en muchos casos (más de 60 en el último año en España) esto se consigue con la muerte física de la mujer; pero en la mayoría se produce una completa aniquilación mental: insultos delante de los hijos, desautorizaciones, culpabilizaciones y sometimiento a los deseos del agresor, sin capacidad de formular ni expresar los propios deseos por miedo a desatar la cólera de éste.

En la vida social y política también se ha seguido este sistemático proceso de aniquilación haciendo invisibles las discriminaciones, desautorizando y despidiendo a las periodistas que hablan claro, recluyendo a las mujeres en Institutos de la Mujer que carecen de suficiente presupuesto y poder para defender los derechos de las mujeresy luchar contra sus discriminaciones (sólo algunos gabinetes, como el de Blair y el canadiense, han dado categoría de ministerio a esta institución), e impidiendo que su mirada y su participación puedan producir cambios en todos los campos y sectores de la política y de la sociedad: en sanidad, educación, trabajo, inmigración, economía, etcétera.

La lucha contra la violencia ha de pasar por drásticas medidas de atención y rehabilitación de la víctimas, por una ley integral sobre violencia de género como la propuesta por el PSOE en el Congreso de los Diputados, que regule la rápida acción judicial, la contención de los agresores y la prevención social.

La violencia de género es constitucional, como ha dicho el Foro Mundial de Mujeres contra la Violencia, pero también es política en la medida en que la política ha sido "cosa de hombres" y terreno vedado para las mujeres no sumisas. La violencia política no se resuelve con un número ni una cuota, sino poniendo en marcha políticas que luchen contra todas las discriminaciones que sufren las mujeres en todos los sectores y ámbitos de la sociedad.

La lucha contra la violencia ha de buscar la complicidad masculina, como expresa un documento hecho por grupos de hombres de Andalucía, pero que los hombres estén solos seguramente será bueno para su crecimiento personal y mental: vivir solos para iniciar un proceso de búsqueda de la propia identidad lejos de estereotipos.

Las mujeres son personas que tienen derecho a la vida, al trabajo, al salario igual por el mismo trabajo, a la maternidad y a tomar decisiones sobre el propio cuerpo por el mero hecho de que han sido y son seres humanos, aunque probablemente durante los próximos años todavía tendremos que demostrarlo.

Carme Valls-Llobet es diputada del PSC-CpC

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