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Pastrana negocia con las FARC para desbloquear las negociaciones de paz

Precedida de un intenso aguacero, y de un moderado optimismo, la cumbre arrancó a las 9.45 de la mañana (seis horas más en la Península) en un caserío selvático enclavado en la provincia del Caquetá, a 800 kilómetros de Bogotá, en las entrañas de la geografía controlada por una guerrilla que acudió a la cita con gran capacidad de fuego y de maniobra política. '¿Cuáles son las expectativas, comandante?', preguntó la prensa a Tirofijo antes del encuentro. 'Buenas', respondió lacónicamente, más que nada por decir algo. Pastrana tampoco entró en detalles. ¿Qué es lo más importante del encuentro? 'El encuentro mismo', dijo. Mientras tanto, soldados y guerrilleros, los mismos que combaten a muerte en otros escenarios, departían cerca de sus jefes.

Gris y nubosa la mañana, lloviendo a cántaros buena parte de la jornada, el helicóptero presidencial aterrizó en el campo de fútbol del pueblo Los Pozos, sede de Villa Nueva Colombia, como se bautizó el lugar donde se desarrollan las negociaciones encaminadas a encarrilar la solución de un cruento conflicto de casi cuatro decenios. Dos mil guerrilleros fuertemente armados habían tomado antes el verde paisaje circundante, sus colinas y valles, los caminos donde sacos terreros ocultaban a combatientes recién llegados a la adolescencia. El astuto Marulanda, siempre sonriente y enigmático, recibió a su interlocutor con un abrazo cordial, aunque no profundo. El presidente correspondió. Después, palmeando las espaldas de varios de sus integrantes, saludó a la plana mayor de las FARC.

El proceso de paz abierto el 7 de enero de 1999 quedó suspendido el pasado 14 de noviembre por decisión de las FARC, que acusó al Gobierno de no combatir decididamente a los grupos paramilitares, una fuerza que ha crecido ininterrumpidamente hasta alcanzar más de 8.000 hombres en armas. Cientos de campesinos acusados arbitrariamente de colaborar con la guerrilla han sido perseguidos y salvajemente asesinados por las Autodefensas Unidas de Colombia, cuyo crecimiento atribuyen las FARC a una vieja política de Estado. De vísperas, su jefe principal, Carlos Castaño, publicó una carta dirigida a Pastrana afirmando que el Ejército les ha combatido más a ellos que a la insurgencia, y que aceptaba un mayor acoso militar contra ellos si con ello contribuían a la paz, ofrecimiento que fue recibido por la mayoría de los analistas con incredulidad y sorna.

Paramilitarismo

'Hay voluntad por nuestra parte, pero también un obstáculo fundamental: el paramilitarismo. Si quieren, que nos metan toda la guerra que quieran con el Plan Colombia', comenta un mando rebelde. 'Pero no con esa guerra cochina de los paras, en complicidad con el Ejército, contra la población civil'. ¿Y los secuestros de civiles que cometen ustedes? 'Estamos dispuestos a tratar sobre ese asunto en la agenda'. Una de las acusaciones más graves contra las FARC es precisamente su política de secuestros para cobrar rescate, delito que justifican argumentado que se trata de un 'impuesto revolucionario'.

El presidente colombiano recorrió con Tirofijo el trayecto de 300 metros hacia las instalaciones de Nueva Colombia, un territorio familiar para el líder guerrillero, pero una novedad para el jefe de Gobierno, que cursaba su primera visita al lugar. Marulanda fue su guía. Inmediatamente después, los dos negociadores se sentaron en unas sillas plásticas, bajo un quiosco de techo de palma, y comenzaron a tratar de ponerse de acuerdo.

Cambiar soldados por guerrilleros

El acuerdo más previsible, caso de reanudarse las negociaciones, sería el humanitario: intercambiar los 470 soldados y policías capturados por la guerrilla, encarcelados en barracas de madera alambradas, por miembros de las FARC presos en distintas ciudades del país. Marulanda planteó tres etapas. La primera dejaría en libertad a los enfermos de uno y otro bando; posteriormente se liberaría, sin condiciones, a unos cincuenta militares para, finalmente, negociar el mecanismo que permita el intercambio de la totalidad de los cautivos que las FARC llaman 'prisioneros de guerra'. Los más esperanzados ayer en Villa Nueva Colombia eran madres de los soldados presos. Como siempre desde que comenzó el proceso, viajaron casi durante un día tratando de encontrar una respuesta de Pastrana y de Tirofijo, a los que abordaron en el trayecto del improvisado helipuerto hasta el toldo del diálogo. 'Eso lo sabe el presidente', desvió el jefe insurrecto. El presidente quiso tranquilizarlas. 'Sí, sí, de eso hablamos más tarde'.

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