Los talibán esconden a Bin Laden ante la amenaza de un ataque inminente
El embajador afgano en Pakistán asegura que no revelará su paradero 'por su seguridad'
Osama Bin Laden está en Afganistán. Los talibán confirmaron ayer lo que todo el mundo sospechaba: que el hombre más buscado del mundo no ha abandonado su refugio. Lo sorprendente es que, después de tres semanas de desentenderse del asunto, los talibán admitieron de forma tan espontánea como inesperada que se encuentra bajo su protección. Tal reconocimiento equivale a respaldar los argumentos de Washington contra su régimen, a menos que constituya una señal de que algo se mueve en Kandahar. 'Osama está en Afganistán, pero en un lugar no revelado por su protección y seguridad', declaró el clérigo Abdul Salam Zaif, embajador del régimen de los talibán en Pakistán.
'Sólo la gente encargada de su seguridad sabe dónde se encuentra', añadió el embajador talibán en una improvisada conferencia de prensa en la única sede diplomática que tienen en el mundo. La sorprendente declaración dejó perplejos a los observadores, que se preguntaban si había algún mensaje detrás. Zaif, que se ha convertido en el portavoz de los rigoristas afganos en el exterior, acaba de regresar de Kandahar, adonde el viernes pasado acompañó a una delegación de ulemas paquistaníes. Es en esa ciudad del sur de Afganistán donde vive el líder espiritual y político de los talibán, Mohamed Omar, y donde se toman todas las decisiones importantes.
Hasta ahora, los talibán habían asegurado desconocer el paradero del disidente saudí al que Estados Unidos responsabiliza de los atentados de Nueva York y Washington. Sólo el pasado jueves, Zaif admitió que aún tenían contactos al declarar, de forma un tanto enigmática, que habían comunicado a Bin Laden la invitación para que abandonara Afganistán de forma voluntaria. Esta decisión surgió de una asamblea de ulemas celebrada los pasados días 19 y 20 en Kabul, y que el jeque Omar ratificó. A preguntas de los informadores, Zaif precisó ayer que Bin Laden no había respondido a la petición de Omar en ese sentido. Con la ambigüedad que caracteriza todas sus declaraciones, el embajador de los talibán pareció lanzar un mensaje a Estados Unidos.
'Si cambian y hablan con nosotros, y si presentan pruebas, respetaremos sus negociaciones, y eso puede cambiar las cosas', afirmó. Nada nuevo, sin embargo. Ya con anterioridad a esta crisis, los talibán habían pedido a Washington pruebas de la vinculación de Bin Laden con los actos de terrorismo internacional de los que le acusan y buscado por todos los medios forzar contactos que supusieran un reconocimiento implícito de su régimen. Las autoridades norteamericanas siempre se han negado a ambas pretensiones.
'Bush se ha desmarcado de las negociaciones y encaminado directamente a una situación de guerra', prosiguió Zaif; 'espera que le sigamos como si fuera nuestro líder, pero no es nuestro líder'.
El presidente paquistaní, general Pervez Musharraf, en una entrevista con la cadena CNN declaró que ve 'poco probable que los talibán entreguen a Bin Laden' y reconoció que el régimen de los clérigos afganos afronta 'un gran peligro'. Musharraf reiteró que no entrarán tropas paquistaníes en suelo afgano.
Numerosos analistas políticos aquí, en Pakistán, interpretan que el prolongado despliegue militar estadounidense tiene, además del objetivo obvio de intimidación, otro de carácter psicológico: crear disensión entre los dirigentes talibán sobre la forma de afrontar la crisis. En última instancia, provocar un derrumbe del régimen, sin necesidad de una intervención directa tan costosa política como militarmente, y para la que no está en absoluto asegurado el apoyo de los países vecinos.
A diario llegan informaciones de nuevas deserciones, aunque de momento no son masivas y resultan difíciles de verificar. Ayer, Mohamed Habeel, un comandante de la Alianza del Norte -la coalición de milicias que lucha contra los talibán-, aseguró que sus fuerzas habían tomado el distrito de Qadis, en la provincia de Baghlan, tras un fuerte combate y la deserción de 130 combatientes que se habían pasado a sus filas. Otros 30 fueron hechos prisioneros, según el mismo portavoz citado por la Agencia Islámica Afgana, con base en Peshawar. Habeel también dio cuenta de más deserciones en la provincia de Lagman. Según su relato, el comandante Mohamed Suleman se había pasado a sus filas con los 200 hombres a su mando. Los talibán confirmaron este extremo, pero limitaron a 70 el número de combatientes a las órdenes de ese jefe. Según esta versión, Suleman habría cambiado de bando por tener cuentas pendientes con los talibán, algo que no es infrecuente en esta guerra.
Lo cierto es que los combates se han intensificado desde que se empezara a hablar de la inminencia de un ataque estadounidense en los días siguientes a los atentados del pasado día 11. Sin embargo, frente a la extendida versión de que es la Alianza del Norte la que ha tomado la iniciativa, observadores diplomáticos y militares en la región han asegurado a EL PAÍS que en algunas zonas han sido los talibán quienes han iniciado las ofensivas con la intención de 'acabar con la oposición antes de que reciba ayuda internacional'.
Las mismas fuentes señalan que hasta ahora los talibán han fracasado en sus objetivos, y atribuyen el fracaso al cambio de su jefe militar de la zona noroeste. Qazi Ahmadullah ha sido trasladado a Kandahar -donde testigos aseguran que hay concentrados miles de hombres- para organizar la defensa de esa ciudad y es sustituido por el clérigo comandante Baradar.
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