Calor institucional y frialdad cultural
Galicia se atavió con sus más tópicos ropajes para dar recibimiento y sepultura al cadáver de Cela. Desde primera hora, la Galicia institucional desfiló sin interrupción por la capilla ardiente. 'Toda Galicia está desolada', declaró el consejero de Cultura, Jesús Pérez Varela. También acudieron el líder del PSOE gallego, Emilio Pérez Touriño; banqueros, empresarios. Y no faltaron representantes de las instituciones culturales y académicas. Sin embargo, el mundo de a pie de la cultura local -escritores y artistas- apenas se destacó.
Fuera por circunstancias generacionales, por desencuentros derivados de su carácter o por motivos de índole política -buena parte de la élite cultural gallega orbita alrededor del nacionalismo y defiende un compromiso activo con la lengua autóctona-, lo cierto es que el mundo de la cultura en Galicia se abstuvo de participar en el último homenaje a Cela. Estuvieron el escritor Carlos Casares, presidente del Consello da Cultura Galega, y el historiador Xosé Ramón Barreiro, presidente de la Real Academia Galega. Pero entre los que acudieron a título individual apenas se puede consignar al empresario, pintor y ensayista Isaac Díaz Pardo y al novelista Alfredo Conde, quien dijo que con la muerte de Cela 'la literatura no pierde nada, porque queda su obra, que es ingente'.
Casares no eludió la polémica y defendió al escritor frente al desdén de algunos de sus colegas y paisanos. 'No se ha valorado bien el esfuerzo que hizo por dar a conocer a escritores gallegos en su revista Papeles de Son Armadans. Su lengua literaria no fue el gallego, porque se marchó muy pronto de Galicia y porque su madre era inglesa. Pero escribió poemas y artículos en gallego, 'por patriotismo', como él mismo decía'. También el socialista Pérez Touriño reivindicó la opción lingüística de Cela como 'parte de su libertad creadora' y ejemplo del 'compromiso de los gallegos con el proyecto común de España'.
Por la capilla ardiente pasaron además multitud de vecinos y amigos, casi todos con una historia que contar: el tintorero que le limpiaba los trajes, señoras que le trataban desde niño o tipos curiosos como un hombre uniformado que se presentó a sí mismo con el título de Jefe Carou, responsable de la asociación de bomberos voluntarios de la localidad portuguesa de Valença de Minho, de la que Cela era miembro de honor.
Babelia
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