El Ejército de Venezuela se divide
Los militares están polarizados sobre el apoyo a Chávez, pero se impone por ahora la disciplina de cuerpo
La noche en que pidió la renuncia de Hugo Chávez, el coronel Pedro Soto calculó que el 75% de la milicia endosa al presidente una perversión de la democracia, la creación de una guardia pretoriana política y el arrastre de Venezuela hacia el totalitarismo o la guerra civil. El Gobierno niega desasosiegos castrenses, aunque se perciben señales en sentido contrario. La polarización de los cuartos de banderas parece paralela a la registrada en la sociedad civil, pero gana la disciplina de cuerpo y el acatamiento institucional a un presidente democráticamente elegido. Es imposible, no obstante, calcular el número de regimientos dispuestos a un eventual alzamiento de acentuarse, y hacer eclosión, la pugna entre dos fobias que empujan al país hacia una confrontación violenta, e inciden sobre el humor de los 100.000 hombres en las tres armas, ninguno eunuco. 'Son dos comportamientos irracionales. El del presidente, que es un obseso del poder, y el de la oposición, que actúa también de forma obsesiva, por codicia', sostiene Alberto Müller, general de división retirado.
El coronel Soto emplazó ayer al presidente a cambios fundamentales antes del 19 de abril, 'o el pueblo decidirá qué hacer'. Permanente la crispación, el comandante de la Guardia Nacional Belisario Landis proclamaba el lunes que por las venas del instituto corre la sangre de la democracia y nunca secundará una insurrección militar.
Todos se declaran demócratas en Venezuela, incluido Soto y el capitán Pedro Flores, aunque, de hecho, convocaran a la sublevación contra Chávez, que a su vez fue golpista en 1992, y también se dijo rebelde y demócrata de verdad contra la falsa democracia de Carlos Andrés Pérez y los 40 años de corrupto bipartidismo. 'Hoy hay división de opiniones en Venezuela, pero no se ha abierto todavía el abismo', atempera el historiador Elías Pino. La democracia venezolana, vigente desde el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez, en 1958, a manos de una alianza cívico-castrense, observa, de nuevo, el comportamiento de sus soldados. La oposición encontró en sus irrupciones callejeras la criptonita necesaria para debilitar a Chávez, que cayó del 89% en 1998 al 35% en encuestas que ahora considera vendidas.
Pero la huelga general indefinida, o el anhelado cuartelazo hacia una junta de Gobierno y elecciones distan de ser objetivos fáciles. 'Un golpe supondría coordinación y unidad de la Fuerza Armada, y, honestamente, la institución no es homogénea', sostuvo el analista Ricardo Sucre. Tampoco lo era durante la asonada de hace diez años contra el socialdemócrata Pérez, y esa heterogeneidad, y la disciplina institucional, malograron la intentona. Hugo Chávez amplió el poder económico de las tres armas, colocó a sus fieles en la jefatura de las principales unidades de combate, reincorporó a sus compañeros golpistas, relevó del mando en tropa a generales y oficiales hostiles, y aquellos susceptibles de sublevarse son estrechamente controlados por los servicios de espionaje. 'Sé quién es quién en los cuarteles', declaró esta semana. 'Hay desconfianza. Es difícil saber qué piensan tus compañeros', comenta un coronel.
El alcalde de Caracas, Alfredo Peña, lo adivina; están hartos de que el presidente les politice. 'Está utilizando las Fuerzas Armadas como si fueran una pandilla del MVR (gubernamental Movimiento Quinta República). Las comparecencias públicas del presidente con los galones de teniente coronel, y haciéndose saludar por generales y coroneles, superiores en graduación, mortifica a estos mandos, según el opositor Frente Institucional Militar (FIM). 'Y además, los obliga a aplaudir cada vez que dice '¡viva Fidel Castro! y ¡viva Cuba!', remató Peña.
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