Carta abierta a Baltasar Garzón
El autor apoya al juez Garzón y critica que se haya querido convertir en delincuentes a una multitud de pacíficos manifestantes
He leído que el Consejo General del Poder Judicial pretende sujetarte a dos expedientes disciplinarios a raíz de una denuncia que proviene de un autodenominado "Colectivo de funcionarios públicos Manos Limpias". Y yo me pregunto, ¿qué rostro tendrán esas manos? ¿Cuáles serán las voluntades que las mueven?
Al parecer, tu falta primera consiste en haber escrito una carta abierta al presidente del Gobierno, a través de este periódico, en la que denunciabas el constante bombardeo de falacias al que sometía al ciudadano con el fin de hacerle comprender su posición belicista. Finalmente, terminabas preguntándole al presidente, si acaso no creía en la justicia internacional. Ese era tu primer pecado, ¡qué osadía!
Es mejor camino sentar en el banquillo a los dictadores que bombardear sus países
La segunda falta habría sido prestar tu voz -esta vez la de un juez y no la de un protagonista destacado del mundo de la cultura- para expresar el sentimiento y la opinión de millones de personas que se han manifestado pacíficamente exigiendo paz.
Pero, ¿qué faltas son esas?: ¿Acaso tus compañeros de profesión, jueces y magistrados del Consejo General, no se sienten honrados de que uno de los suyos personifique la exigencia de paz, que también lo es de justicia? ¿Acaso la creación de un Tribunal Penal Internacional no requiere para su éxito que millones de personas de todo el mundo se ilusionen con la idea de que hay hombres y mujeres -jueces- a los que se encomienda la tarea de hacer justicia frente a los poderosos que se la toman por sus armadas y no precisamente limpias manos?
Intuyo la batería de argumentos que se emplearán para convertir en "falta grave" algo que la inmensa mayoría de españoles piensa que es digno de aplauso. No me cabe duda de que también en el Consejo General del Poder Judicial habrá quienes defiendan que no has comprometido la independencia de tu función jurisdiccional. Quizá se hará valer esta opinión frente a quienes al amparo del argumento contrario quisieran darte un escarmiento por atreverte a discrepar públicamente del que manda. Hasta me pregunto si habrá entre tus acusadores quienes pusieron la ley al buen servicio de una Dictadura a la que nunca, ni a quienes nunca, les fueron pedidas cuentas.
En fin, respetado compatriota, otra vez eres protagonista de una polémica. Emerge tu personalidad controvertible y controvertida.
Desde hace muchos años, tu nombre está asociado al espacio donde el imaginario colectivo de los españoles libra grandes batallas: la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, la corrupción, los dictadores criminales... Desde hace tiempo habitas un mundo que parece, sin serlo, irreal, mágico, de leyenda; en cierta medida quijotesco por lo que tiene de idealista. Un mundo en el que no parece haber sitio para la gente normal. Sin embargo, éste es nuestro mundo y nuestra España, donde aún hay tantas batallas que dar si se quiere acabar con los auténticos dragones de la injusticia, de la corrupción a lo grande y del terrorismo, al que hay que combatir con la fuerza de la unidad de los constitucionalistas y no con guerras verbales. El mundo irreal es más bien el que fragua quien cree estar sacando a España del rincón y metiéndose él en la historia del mundo.
Si acaso triunfaran quienes quieren ver reducidas a cenizas las voluntades y las opiniones de la inmensa mayoría de la gente, nos tendríamos que preguntar necesariamente ¿es que no hubo portavoces y portadores de una conciencia crítica, rebelde e insumisa? Sí los hay, Baltasar, y tu lo testimonias.
Recuerdo como hace tiempo te incorporaste al proyecto progresista que entonces encabezaba Felipe González. Bien sé, bien sabes, que ninguna persona es la encarnación del bien, ni del mal, y qué complicados son los derroteros que sigue toda tarea que merezca el calificativo de grande. Aquella lo fue.
Entonces embarcábamos rumbo a una renovación política que diera nuevo vigor a España y ganamos las elecciones de 1993; pero aquel propósito no se vio cumplido. El barco no se hundió, pero en 1996 el PSOE perdió las elecciones. Tú ya nos habías dejado... Eras un inquieto navegante que quiso contribuir a mantener el rumbo que había puesto nuestro entonces patrón, cuando dijo: "He entendido el mensaje"... Cuántas decepciones y reproches hubo; pero, sinceramente, tú no inventaste a Roldán. Existió realmente, y el PSOE no acertó a explicar que su codicia no era la nuestra.
Aquello es ya tiempo pasado. Zapatero gobierna hoy aquel mismo barco, ahora flamante, en donde viajan con rumbo cierto las esperanzas de cada vez más españoles. La perspectiva actual nos enseña más sobre aquella época de Felipe González: nos integramos en Europa, se acabaron los ruidos de sables, se conjuró el atraso secular... El triunfo del PP no trajo la regeneración prometida. Y tú seguiste, en solitario, por el mismo camino que habías iniciado antes, cuando te convertiste en símbolo de la lucha contra la corrupción y el terrorismo.
Apoyé convencido tu candidatura al Nobel de la Paz por tu afán en sentar en el banquillo de los acusados a un criminal tan repulsivo como Pinochet. Ese es mejor camino para acabar con dictadores sanguinarios que bombardear sus países y matar a miles de inocentes, mientras el tirano o el terrorista no aparece ni vivo ni muerto.
En suma, me congratula saber que tu acción estimula en muchas personas de buena voluntad su ansia y sed de justicia. Y también su aspiración a que ésta bienaventuranza no sólo se alcance en el cielo, sino que tenga su reino en la tierra.
Sé -y creo que tú también lo has aprendido- que esa noble tarea no es trabajo de ningún nuevo Hércules, sino obra colectiva de todo un pueblo que es libre de elegir personas como símbolos para no sentirse huérfanos. Es precisamente el presidente del Gobierno quien, por no hacerte caso a ti ni a millones de españoles, quizá pronto se quede solo en la absurda "guerra santa" que ha emprendido para dividir de nuevo a los españoles en buenos y malos.
Ahora que te quieren disciplinar, cuando soportas la manía persecutoria que aletea vigorosa en las covachuelas más negras, piensa que no estás solo.
La pretensión de convertir en delincuentes a una multitud de pacíficos manifestantes, tú entre ellos, ha quedado desenmascarada. Como también quedarán en evidencia los propósitos de quienes se denominan "manos limpias" y a saber cómo tendrán sus conciencias.
Jose Bono es presidente de Castilla-La Mancha
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