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Andonis Tritsis y Bagdad

Febrero de 1991: el alcalde de Atenas coge un avión a Ammán (Jordania) y luego un coche por el desierto hasta Bagdad. Se llama Andonis Tritsis. Ha sido campeón griego de atletismo, ex socialista, independiente, y es reciente ganador de las elecciones frente a Melina Mercuri. Está impresionado por el ataque a la ciudad árabe y le ha ido a decir lo siguiente al alcalde local:

"Mi país, miembro de OTAN, está en guerra con el suyo. No discuto las razones. Sólo he venido a decirle que los ciudadanos de Atenas no están en guerra con los de Bagdad".

Estuvo tres días en la ciudad, lo que tardó en encontrar al alcalde.

Aquélla ya fue una guerra tremendamente clarificadora, inusualmente sincera. Según vi en la televisión desde Nueva York, a la pregunta sobre qué hacía en Irak, un soldado americano contestó sonriente: "Echarles una mano a éstos". "¿Cómo, cómo?". "Sí: dicen que su religión les garantiza el cielo si mueren en guerra". El ateo Sadam Husein, después de invadir Kuwait sin preguntar a nadie -como ahora los Estados Unidos y Gran Bretaña, como siempre, como en todas las guerras-, cuando fue a su vez atacado, declaró que la serpiente del diablo anidaba en Washington, a lo que Bush padre contestó que Dios estaba en el brazo de sus soldados en el desierto.

Andonis Tritsis lo veía distinto. Creo que fue el precursor de una indignación mundial que ahora ha estallado. Cuando hubo visto al alcalde de Bagdad, se volvió a casa. No mucho después se acercó a Madrid a una reunión de alcaldes. Yo era presidente de los alcaldes europeos, coincidimos en la cena, y me contó la historia de su viaje, una historia que luego me ha perseguido siempre, como una quimera envidiable, como un perfume raro.

Cuando viajé luego a Atenas, Andonis había muerto. Le pedí al nuevo alcalde que me acompañara al cementerio y depositamos unas rosas rojas en su tumba.

Esta vez no hemos ido ninguno a Bagdad. Y eso que esta vez la cosa estaba mucho más clara. De Bush padre a Bush hijo hay un trecho, imagino que descendente.

A Bush padre le conocí en 1986, cuando era vicepresidente, y le fui a contar, durante la renegociación de las bases americanas en España, algo que los norteamericanos no entendían: que los soldados americanos, en Barcelona, en mi ciudad, por ejemplo, no habían sido nunca vistos como libertadores, a diferencia de lo que ocurría en Nápoles o en Roma. Allí llegaron como libertadores. Aquí habían llegado de la mano de un dictador. Creo que Barcelona debe seguir agazapada en el rincón de los recuerdos de Bush Sr., porque de las 300 ciudades del mundo que se manifestaron contra la guerra el 15 de febrero, sólo Barcelona le vino a la mente cuando trató de restarle importancia al hecho.

Yo sí recuerdo por supuesto su contestación a mis palabras: "Usted habla no de su opinión, sino de lo que creen sus ciudadanos". "Cierto". "Pues yo le voy a contar la opinión de los ciudadanos de las 50 ciudades que acabo de visitar" (era noviembre, campaña electoral): "What the hell are we doing in Spain?". "¿Qué demonios estamos haciendo en España?". Querían decir: "¿Qué estaremos haciendo para que nos quieran echar...? ¡Si les estamos ayudando! A estos españoles no hay quien los entienda".

Con Bush padre coincidimos 10 años más tarde en Barcelona. Quería que Colin Powell fuera candidato a vicepresidente en las elecciones del 96, con el senador Dole, al que veía con poca fuerza para vencer al entonces presidente Clinton, que le había vencido a él en el 92. La mujer de Powell se oponía; estaba convencida de que matarían a su marido si era candidato, igual que habían matado a Martín Luther King, a Malcom X y a los hermanos Kennedy. Bush vino a Barcelona para embarcarse en un crucero de convencimiento con el matrimonio Powell, pero el plan fracasó. En realidad, su argumento iba más lejos: si Powell iba en el ticket con Dole, éste ganaría, pero dada su edad, no iba a repetir, con lo que Powell podía convertirse luego en el primer presidente negro de los Estados Unidos de Norteamérica.

Ése era un proyecto enormemente atractivo. A veces pienso que en realidad Bush presentía confusamente que algo malo podía pasar en el futuro y que pretendía conjurar ese peligro.

Todo ello me lleva a confesarles un pensamiento que no me puedo sacar de encima desde hace días: hemos desperdiciado 14 años maravillosos, desde la caída del muro de Berlín para acá.

Hemos tocado el cielo con los dedos: en el fin del sitio de Sarajevo, en la Conferencia Euromediterránea de Barcelona, en la de Madrid sobre Israel y Palestina, en el poner fin a la matanza de Kosovo, en el Tratado de Kioto, en el foro de Porto Alegre y su conexión, frágil todavía, con el de Davos, en la ansiada ampliación al Este de la Unión Europea, con el euro, en Irlanda del Norte a partir del Viernes Santo del 98, etcétera.

Pero hemos abandonado el Mediterráneo. Estamos con Israel y Palestina donde estábamos cuando el acuerdo de Oslo.

Bagdad es el centro, uno de los centros, del imaginario colectivo árabe. Y los árabes estuvieron casi ocho siglos en España, del 711 después de Cristo al 1492, fíjense, más que los europeos en América, desde 1492 al 2002 van cinco siglos. Y los ingleses en Norteamérica, algo menos.

Se dirá que los tiempos son más densos hoy que ayer, que pasan más cosas por minuto... Que digan lo que quieran: el Ayuntamiento de Vinaixa le ha escrito una carta al ministro marroquí de Exteriores, Benaissa, invitándole a visitar el municipio que fundó aquí su familia. El ministro no ha contestado, pero el imaginario compartido está ahí, sepultado y sin embargo intrigante, quizá vivo. Y el municipio, o mejor la pedanía, de Baldomá, en Artesa de Segre, Lleida, debe su nombre a la contracción de Valle de Omar y tiene todavía el Camí de la Mesquita.

Bagdad suena a ensueño, a origen de las migraciones que llegaron a Tarifa y más tarde a Córdoba. A arte, a refinamiento, a imperio, a cultura, a lucha como siempre entre dinastías sofisticadas y familias guerreras, aunque en nuestro caso, contra toda lógica, ganaron las refinadas y emigraron hacia acá las guerreras. Pero esa dinastía guerrera se refinó en el camino. Cruzó El Cairo, Alejandría, Etiopía, pasó por Kairuan, la segunda Meca, en el sur de Túnez, y llegó al Magreb antes de saltar el Estrecho. Y luego hizo (ellos o sus sucesores) Córdoba y Toledo, y luegose refugió en Granada, hoy el segundo destino turístico musulmán después de La Meca árabe.

Catalunya se dividió en dos. La Catalunya Vella y la Catalunya Nova. La Vella, de los Pirineos hasta Barcelona, era cristiana y franca: una marca europea en península "mora" (el paraíso perdido de nuestros nacionalistas). Su capital moral fue Ripoll, sus líderes, abades y obispos. La Catalunya Nova (las actuales provincias de Tarragona y Lleida, aproximadamente) era más "mora" que cristiana, aunque también judía: mestiza. El sitio de Miravet, castillo de la Orden de los Templarios en el Bajo Ebro, cuyo asedio por Jaime II se representa cada verano en un ambiente de embrujo, es toda una pieza de convicción sobre nuestra historia bajo medieval: ahí está la artesanía del riego, la cultura magrebí del agua, que tantas lecciones está dando a los redentores hidrológicos de vía estrecha que pueblan hoy la capital de España. Hasta el granadino que preside el Tribunal Constitucional sueña aquellos chorros de distintos colores.

Bagdad queda lejos, y sin embargo está ahí detrás, escondida bajo nuestro pasado, nuestra música, nuestros sueños. Pero sobre todo Bagdad está presente en las cabezas de millones de árabes y musulmanes.

Si uno lo piensa bien, es chocante la "habilidad" con que los think tanks norteamericanos han aconsejado a sus dirigentes políticos: está claro que en esos "tanques del pensamiento" el tanque cuenta más que lo otro.

Edward Said ha explicado tan bien como sólo un profesor de la Universidad de Columbia puede hacerlo que los arabólogos y orientalistas americanos habían preparado el terreno desde hace tiempo para ese salto en el vacío del Gobierno americano en el mapa de Oriente.

Pero por más que le demos vueltas no podemos llevarnos a engaño: nuestra generación, o nuestras generaciones activas, han perdido bastantes años de socialdemocracia europea y de liberalismo americano sin solucionar el conflicto básico, que es el de Israel y Palestina. La obscenidad de esa guerra, de esos suicidios y de esas represalias, no podían terminar sino muy mal. Hay un momento para la indignación ignorante de los justicieros que nos gobiernan, y ese momento no ha sido desaprovechado. Pero hubo un momento, un largo momento, para la indignación racional de los justos moderados y ese momento se desaprovechó, a pesar de la tozudez benevolente de los Moratinos y Solanas.

Tengo la amarga sensación de que los moderados que pueden quedar en el campo intransigente de la gobernación americana de hoy van a traernos la paz en Palestina, pero sólo después de haber pagado el altísimo precio de una guerra obscena y de haber confirmado ante los ojos atónitos de la humanidad que nuestra especie sólo obtiene el bien tras haber perpetrado el mal hasta la saciedad.

Ojalá (inchalà, en árabe) que esos ojos atónitos hayan comprendido, como parece ser que ha ocurrido, que otro mundo es no sólo necesario, sino posible. Ahora nosotros tenemos la palabra. Nuestros hijos y nietos la tendrán dentro de unos años. Si alguna recomendación les podremos hacer es que se fijen en la importancia que va a tener la construcción desde abajo, desde los ciudadanos y las ciudades, de puentes de entendimiento. Si así ocurre, Andonis Tritsis descansará tranquilo, como se merece.

Pasqual Maragall es presidente del PSC.

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