Verano: tiempo de juegos
Pistas para aprovechar el tiempo libre de los niños con una finalidad educativa
Vacaciones! Maravillosa palabra. Miles de horas para jugar al aire libre, pensarán los niños. Pero ¿a qué jugamos? ¿Saben jugar los niños? He aquí unas sugerencias lúdicas del Departamento Pedagógico del Instituto Tecnológico del Juguete para pasar el tiempo de ocio de una forma adecuada, educativa y divertida. Lo cuenta su directora, María Costa.
- Ejercicios. Desde la primera infancia es bueno reforzar el deporte, "se desarrollan los sentidos, el movimiento, el desplazamiento, el razonamiento, las habilidades. Para esta modalidad de juego están las lanzaderas, pelotas, canastas. Todo ello favorece las capacidades psicomotrices y refuerza los deportes aprendidos o practicados en el colegio". Las bicicletas son para el verano, y el baloncesto, el fútbol, las carreras...
- Simbólicos. El verano también es ideal para ampliar con juegos simbólicos lo aprendido en la escuela. En este grupo estarían los juegos de jardinería, plantar en macetas, por ejemplo; los de carpintería, moldeado de barro, la artesanía de los oficios. Los más pequeños podrán pringarse a placer con las pinturas de dedos, con la plastilina. Siendo un poco más mayores disfrutarán con las excursiones al campo, las aventuras, una granja, un cazamariposas, el análisis de insectos, organizar un herbario. "Todas estas actividades favorecen la imaginación, la creatividad, afianzan el lenguaje".
- Construcción. Un clásico. Además de la pala, el cubo y la arena para levantar castillos hay toda una serie de juegos de ensamblaje y construcción adaptados a las diferentes edades. Éstos son "fundamentales para aumentar la coordinación ojo-mano, para aprender a diferenciar formas, colores, potenciar el razonamiento, la organización espacial, la memoria lógica, la concentración, para interpretar las instrucciones del propio juego hasta concluirlo con éxito", explica María Costa. Pero hay más, estos juegos refuerzan la autoestima de los escolares y su autosuperación. "El haber terminado una imaginativa construcción y recibir de los padres y amigos un ¡caramba, qué bonito ha quedado!".
- De reglas y mesa. Quizá ninguno como éstos para continuar las tareas educativas aprendidas durante el curso. "Requieren habilidad, asociación, atención, memoria, y son buenos porque los niños pueden jugar con sus padres o con los amigos". Con los juegos de reglas se socializa, se gana y se pierde, se aprende a respetar los turnos a considerar las opciones y las acciones de otros compañeros. "Con estos juegos de mesa se lee, se reflexiona, se conocen palabras, costumbres, se aprende historia, lengua, matemáticas, geografía". Pero ojo, avisa María Costa, "lo importante no es el juguete, sino el juego, y éste debe ser libre y espontáneo, no hay que convertirlo en tareas escolares".
- Viajes. Las escuelas se han vuelto multiculturales, y la tolerancia y la no discriminación se hacen indispensables para mantener una buena convivencia escolar. ¿Qué pueden hacer los juegos en este asunto? Costa propone aprovechar los viajes para introducirse en los juegos de otras culturas, para comprar, por ejemplo, muñecas de otras razas, una pelota hecha con materiales distintos, artesanal, características de la zona. "Todos esos juguetes luego pueden llevarse al colegio al empezar el curso y compartirse con los amigos. Introducirse en otras culturas a través de los juegos y de los juguetes".
- Discapacidad. María Costa no quiere olvidar que estamos en el Año Europeo de la Discapacidad, y recuerda que hay juguetes adaptados para niños con, por ejemplo, discapacidad visual o motora, con los que pueden jugar todos los niños, Recuerda que hay, por ejemplo, famosas muñecas maniquíes que se desplazan en silla de ruedas; cita Costa también los juegos con el tamaño agrandado para que se vean mejor, como un dominó de piezas grandes o un parchís con agujeros. Con éstos aprenderán a integrar a aquellos que son distintos.
- Violencia y agresividad. "Por mucho que nos empeñe
mos, la sociedad genera entornos bélicos que no pasan inadvertidos entre los escolares", razona a modo de premisa María Costa. "No podemos evitar que el niño haga de su mano una pistola
, pero sí podemos reorientar el objetivo bélico y cambiarlo por habilidad. En lugar de disparar sobre personas, podemos ver quién tumba más botes o quién acierta con un arco en la diana. Es la única solución con sentido".
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