La odisea de Sérpico
Reconvertido en México en hombre de negocios, el presunto torturador recurrió a la televisión para defender un proyecto
La odisea que llevó ayer por la mañana al capitán de corbeta retirado Ricardo Miguel Cavallo ante el juez Baltasar Garzón comenzó a mediados de agosto de 2000. Cavallo, conocido por sus víctimas como Miguel Ángel Cavallo o Sérpico, entre otros apodos, se había instalado en México como un empresario respetable tras ganar, con sus socios, un concurso oficial para poner en marcha el Registro Nacional de Vehículos (Renave), una empresa que levantó críticas en la prensa.
Para explicar las bondades del proyecto, Cavallo concedió entrevistas a algunos canales de televisión. En ellas explicaba que su inversión en Renave sólo iba a ser recuperada al cabo de tres años de trabajo. Hacia el 22 de agosto de 2000, después de ver su rostro por la tele, en la capital mexicana, varias de sus víctimas argentinas le reconocieron y se pusieron en contacto con el periódico Reforma. También le hicieron llegar un juego de fotografías.
Varias de las víctimas argentinas de Cavallo le reconocieron en la televisión mexicana
La policía federal, por una parte, y el jefe de Interpol, Mario Ponce Edmonton, por la otra, recibieron información sobre Cavallo. Pero no existía ninguna orden de arresto ni en México ni procedente del exterior. Cavallo figuraba en el sumario de Argentina que instruía el juez Garzón con el nombre de Miguel Ángel Cavallo, pero no formaba parte de los 98 militares procesados por el juez el 2 de noviembre de 1999.
El 23 de agosto, Cavallo reconoció ante
Reforma que se parecía mucho a la persona en las fotos que los periodistas le enseñaron pero, aseguró, nada tenía que ver con él. El mismo 23 de agosto, el capitán de corbeta retirado escribió una carta al periódico. Se marchaba, decía, a Buenos Aires al día siguiente, 24 de agosto, para solicitar documentos oficiales con el fin de aclarar la confusión. El periódico reprodujo la carta. Los sabuesos de la policía federal y de Interpol ya estaban sobre sus talones.
Cavallo-Sérpico cogió un vuelo hacia Buenos Aires con breve escala en el aeropuerto de Cancún el 24 de agosto. En España, Carlos Slepoy, abogado personado en la causa de Argentina, estaba de vacaciones. Recibió el soplo en Almería. Una de las víctimas, residente en Buenos Aires, Mario Villani, le avisó por teléfono de que Cavallo estaba a tiro.
Pero la policía federal mexicana e Interpol, sin ninguna orden de arresto internacional, decidieron detenerle en la escala de Cancún. El argumento no podía ser más pueril, posible falsedad de documentos. Si en 48 horas no recibían una orden de arresto internacional, tenían que dejarle en libertad.
Slepoy intentó comunicarse con el juez Garzón. Aunque se encontraba de vacaciones, pudo hablar con él. El juez le remitió al magistrado Guillermo Ruiz Polanco, que le sustituía durante las vacaciones en el juzgado central de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional. Slepoy dictó un escrito solicitando el arresto desde Almería y un colaborador suyo lo presentó ante el juez. Pero Ruiz Polanco estaba remiso. No conocía el sumario. Slepoy, pues, viajó a Madrid el día 25 de agosto y junto con una colaboradora se presentó en el juzgado. Llevaba todos los antecedentes que constaban en la causa. Ruiz Polanco seguía dubitativo, aunque, finalmente, pidió a Slepoy y a otro abogado, Manuel Ollé, que regresaran esa tarde.
-Voy a hablar con el juez Garzón. Haré lo que él me diga, explicó Ruiz Polanco.
Esa tarde, cuando llegó a la planta del juzgado número 5, Slepoy vio a dos funcionarios de la embajada de México en Madrid que esperaban para hablar con el juez Ruiz Polanco. Querían saber qué estaba ocurriendo. El juez salió y les atendió en la puerta:
-El arresto de Cavallo es un acontecimiento muy importante para la justicia española, ya que su extradición puede ayudar a celebrar el juicio por los crímenes de la dictadura argentina, les explicó Ruiz Polanco.
Poco después, cuando los funcionarios de la Embajada mexicana salieron, un oficial del juzgado informó a Slepoy y a Ollé de que el juez había firmado la orden de arresto internacional de Cavallo. A su vez, Ruiz Polanco les recibió y les dijo que ya había cursado a México a través de Interpol la orden de arresto.
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