"En el CAAC seremos como los monjes cartujos, austeros y elegantes"
El nuevo director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo aborda el proyecto de internacionalizar la institución sin perder contacto con su entorno.
El Monasterio de la Cartuja de Sevilla, o de Santa María de las Cuevas, es desde hace seis años la sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Rodeadas de singulares edificios que acogen las oficinas de empresas multinacionales, hoy las dependencias de la Cartuja son poco más que un pequeño oasis de chimeneas fabriles, norias árabes, templetes románticos, pequeños huertos de naranjos que todavía se dejan explotar para la exportación de cítricos amargos al Reino Unido, capillas barrocas habitadas por inquietantes santos, algún guardia que saluda al achicharrado turista y un silencio blanco y enojoso, que se libera una vez el visitante descubre el alboroto de lo contemporáneo, en las acartonadas caricaturas del Equipo Crónica, o en una celda que asfixia el deseo, retorcido de dolor sobre un delicado bordado (Louise Bourgeois, Arch of histeria), las geometrías cosmogónicas de Palazuelo, los de Equipo 57, Pérez Villalta, Pedro Mora, López Cuenca, Chema Cobo, Juan Uslé...
"Se trata de preguntarnos hacia dónde miramos culturalmente y hacia dónde orientarnos"
Desde hace dos meses, José Lebrero (Barcelona, 1954) es el nuevo director del CAAC. Dejó el Macba para tomar el relevo de José Antonio Chacón al frente del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Lebrero es licenciado en Ciencias de la Información, master en Historia del Arte por la Universidad de Colonia y fue comisario de las retrospectivas de Gerhard Richter, Mike Kelly, Luis Gordillo o Txomin Badiola durante su etapa como responsable de las exposiciones temporales en el Museu d'Art Contemporani de Barcelona. "Explorar el arte público fuera de lo estrictamente ortodoxo, en una ciudad como Sevilla, que no es Barcelona ni Basilea, significa un gran reto para mí. La Consejería de Cultura ha dado un gran apoyo a un museo de arte clásico del siglo XX, el Picasso de Málaga, pero por fin ha entendido que es importante dar un impulso al arte contemporáneo desde el Centro Andaluz", explica.
RESPUESTA. El Monasterio de la Cartuja es una pequeña ciudad que hay que habitarla con contenidos. Cuando llegué aquí, lo primero que pensé es que tenía mucha suerte de estar en un centro con una inmensa carga histórica y con múltiples posibilidades para exhibir obra contemporánea. Contamos con tres espacios expositivos que respetan la idea de salas blancas, varias capillas y patios exteriores que pueden hacer muy atractiva la presentación de la obra. Trabajamos en un centro de arte, pero sobre todo en un centro de cultura, por eso nos permitiremos todo tipo de formatos y tiempos, jugaremos con la paleta de posibilidades que da la museología, construyendo unas narrativas que permitan al público explorar de modos diversos los temas que hoy parecen más importantes.
P. ¿Qué situación encontró al llegar al CAAC?
R. Prefiero no hablar del pasado, sino de lo que me gustaría que fuera este centro. Uno de los objetivos prioritarios es mejorar la atención al público. No hablo de marketing, aunque sé que hoy importan demasiado las cifras de visitantes, sino de implicar al personal en la mejora de la relación con el visitante y el artista. Desburocratizar el sistema de funcionamiento. Dos palabras resumen esta idea: ilusión y ambición intelectual.
P. A Andalucía le sobran tópicos. ¿Cómo se enfrenta a ellos?
R. Un amigo me dio el otro día un buen consejo. "Pepe", me dijo, "no hagas caso de los tópicos". Yo vivía en Barcelona y la construcción del imaginario colectivo en Cataluña sobre el sur está plagada de tópicos. Aquí me dicen que para conocer Sevilla hay que intentar comprender cómo funciona un triángulo, el que forman la Virgen de la Macarena, el Cristo del Gran Poder y la Virgen de la Esperanza de Triana. La condición local/cultural es algo que en las prácticas artísticas está presente para ser trabajado. Y aquí la invitación es evidente. Ahora expondremos la obra de Pepe Espaliú. Está claro que su obra no tendrá la misma lectura que tuvo en Madrid, existen otros matices que tienen que ver con la relación entre el pueblo y la religión. Se trata de preguntarnos hacia dónde miramos culturalmente y hacia dónde orientarnos.
P. ¿Qué ve desde su nueva atalaya, en comparación con su experiencia en Barcelona?
R. Desde Sevilla, Europa todavía está más lejos. Yo miro hacia el Mediterráneo, a una hora está Tarifa, Huelva, y a 14 kilómetros, Marruecos. Si el trabajo de un centro de arte consiste en tratar de detectar los modelos que proponen los artistas respecto al mundo contemporáneo, es evidente que esa realidad que te lleva al "movimiento de cabeza" está ahí. Las playas de Tarifa están llenas de surfistas estupendos, pero a ellas también llegan cadáveres de inmigrantes. También fueron una vía para las Américas que evidentemente no llevaban a Nueva York. Las preocupaciones de los artistas de aquí conectan con las de otros de otras partes del mundo. Pero también se dan paradojas sorprendentes. Vengo ahora de Venecia, y allí he visto contradicciones muy divertidas. Mientras hay un país como España que se representa negándose y que trata de subrayar la existencia de una especie de sistema de clanes que viene dada por la obtención de un carné de identidad, encuentras otro muy diferente como Luxemburgo al que por la artista que presenta, que es coreana, le dan el premio al mejor pabellón.
P. Otro tópico, el del centralismo sevillano.
R. No debemos olvidar que el CAAC es el centro andaluz, y que sus competencias y responsabilidades están más allá de Sevilla. Hay que romper con la idea de centro de arte como espacios encerrados. Crearemos redes con otras ciudades, potenciaremos el programa de educación y crearemos una buena página web. Somos muy sensibles a lo que hoy día ofrece la red como espacio de debate y educación.
P. ¿Cuál será la relación con los artistas locales?
R. La mejor, como la del triángulo de la Macarena. Son los artistas que viven aquí, hay una nueva generación muy interesante de músicos, arquitectos...
¡Cómo no va uno a mirar esto! Se ha de explorar la memoria del lugar cultural y definir su posición para que el centro no caiga en un falso internacionalismo o en un provincialismo, que ofrezca un espacio de intermediación sólido. Hay que eliminar las fronteras mentales. ¡Lo único que necesitamos para estar como en Suiza es doblar el PIB!
P. ¿Cuenta con medios para hacer que el CAAC tenga una buena colección?
R. La colección es fruto de una serie de situaciones que se han ido dando en el tiempo y el proceso de adquisición todavía no está articulado de forma académicamente rigurosa, ni por la cantidad ni por la forma. Sé que de momento no puedo aspirar a hacer grandes compras. Nuestro presupuesto es modesto, este año alcanza los 3.700 euros, pero en ellos hay que incluir los gastos de mantenimiento del centro. Espero que el próximo año este presupuesto se alegre un poco. No tenemos obras maestras, por eso prefiero decir que trabajaremos a una escala de archivo. Queremos ser como los monjes cartujos, austeros y elegantes.
P. ¿De qué manera se implicará el CAAC en la Bienal de Arte de Sevilla de 2004?
R. Éste es un proyecto que ha impulsado la galerista Juana de Aizpuru y una fundación creada por empresarios de la ciudad. Se ha contratado a Harald Szeeman como director artístico, persona a la que yo tengo muchísimo respeto. La exposición se realizaría aquí, en la Cartuja, en otoño, pero al ser un proyecto privado, la Consejería de Cultura y el CAAC como organismo autónomo tendrán un papel fundamental a la hora de garantizar la independencia de la bienal.
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