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Columna
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Candidez

A veces, en la política, circula aire sin contaminar; un aire fresco que rejuvenece. Y cuando esto sucede, salta la sorpresa, se abre la boca como un buzón de correos y casi se ponen los ojos en blanco de incredulidad y se mueven los sacrosantos cimientos de quienes hacen de la mentira continuada la base de su gestión política. Cuando asistimos, estos días, a espectáculos de verborrea fácil como los que protagoniza un día sí y otro también la nueva sonrisa del régimen, Eduardo Zaplana, capaz de emular a su jefe de centuria en sus reiteradas mentiras sobre la guerra de Irak, que venga un político a presentar su dimisión, porque no ha cumplido la promesa que hiciera hace dos años de doblar los puestos de trabajo en Córdoba, nos llena de cierta esperanza. Es posible que esta misma actitud permita que el partido socialista cordobés vaya recuperando el pulso que había perdido desde hace años.

José Antonio Ruiz Almenara, secretario de los socialistas cordobeses, a petición de los máximos dirigentes de su partido, reconsideraba ayer noche su planteamiento y seguirá al menos hasta diciembre. Desconozco qué hará en un futuro Almenara, pero su actitud demuestra un talante no al uso entre los profesionales de la política. No creo que sea inexperto, cándido y sin tablas, como se ha escrito; creo más bien que su honestidad y honradez son los que le impulsaron a dar un paso, ahora en cuarentena, ante los aconteceres políticos que se ciernen en el horizonte.

Pero es que, además, ¿cuántos políticos en ejercicio tendrían que dimitir por sus reiteradas mentiras y promesas incumplidas? Como en el Evangelio, que tire la primera piedra quien esté libre de pecado. Todos los partido están engrasando ya la maquinaria electoral y bueno sería el ejercicio, como medida terapéutica al menos, de recoger las promesas incumplidas y que los electores decidan Que venga ahora Almenara a decirnos que dimite porque ante los periodistas se comprometió a trabajar para reducir el paro en Córdoba y no lo ha conseguido es muy fuerte. Si se siguiera este ejemplo, qué pasaría con quienes se alimentan de la permanente propaganda que destila este Gobierno con tal descaro y convicción que se creen sus propias mentiras.

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