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Reportaje:

Ahogados en el Plan Hidrológico

Artieda, en Aragón, lucha por no quedar bajo las aguas del embalse de Yesa, cuya capacidad se pretende triplicar

Patricia Ortega Dolz

A la entrada del pueblo, situado en una colina en el valle del río Aragón, en la comarca de la Jacetania, puede leerse en una pancarta que va de un lado a otro de la calle: "Quiero vivir aquí". Un poco más adelante, otra: "Ríos sin presas, pueblos vivos". Unos pocos metros más, a la derecha: "¿Tu madre tiene pueblo? A la mía se lo inundaron", y así hasta llegar al centro de la localidad, desde el que se divisa la Sierra de Leire, el valle del Roncal y, al fondo, las cumbres nevadas de los Pirineos.

Artieda, un municipio del bajo Pirineo en la provincia de Zaragoza con 106 habitantes y 1.200 hectáreas, debe ser el pueblo con más pancartas por metro cuadrado de España. Esta pequeña villa se ha convertido en los últimos días en símbolo de la polémica hidráulica o conflicto del agua, esa amalgama de proyectos, obras, documentos, informes y leyes que constantemente plantean cuestiones como: ¿Embalses sí o embalses no?; ¿trasvase sí, trasvase no?; ¿inundaciones sí, inundaciones no?; ¿agua para regar o agua para especular?...

Un estudio destaca que las presas han supuesto el abandono de 30 pueblos en el Pirineo
La Administración insiste en que el agua de Yesa no se usará para el trasvase del Ebro

Como a otros pueblos del Pirineo, a Artieda parece haberle llegado su hora, junto a Mianos (60 habitantes) y Sigüés (200 habitantes). Los tres, enclaves del Camino de Santiago aragonés, se ven afectados por el recrecimiento de la presa de Yesa, situada en el municipio que le da nombre, en la frontera entre Navarra y Aragón.

El embalse, que hasta ahora tenía una capacidad de 500 hectómetros cúbicos, va a ser ampliado para alcanzar 1.500 hectómetros, con un coste de unos 166 millones de euros. Quedará entre los mayores de España, pero a costa de inundar gran parte de los citados municipios. En el caso de Sigüés, la inundación afectaría al propio casco urbano.

La razón no es otra que la ejecución del Pacto del Agua, alcanzado y aprobado por unanimidad en las Cortes aragonesas en 1992 y, después, incluido en el Plan Hidrológico Nacional (PHN). Se trata de la realización de un listado de obras hidráulicas en la región, entre las que figura el recrecimiento de Yesa, "con el fin de proveer de agua a los regadíos de la zona llana de Aragón, conocida como Bardenas; mejorar el suministro de agua de la zona media del Ebro; garantizar el suministro en otras zonas; y abastecer a la ciudad de Zaragoza y su entorno", en palabras del presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), José Vicente Lacasa.

Y la polémica está servida. Unos porque les inundan sus tierras y otros porque quieren agua para regar las suyas. La montaña contra el llano y el llano contra la montaña. Y, por si fuera poco y tratándose de agua, el conflicto salpica a ese macroproyecto que es el PHN, que pretende trasvasar agua del Ebro a todo el Levante español.

Porque eminentes catedráticos y técnicos de las universidades de Zaragoza y Murcia están convencidos de que triplicar la capacidad de la presa supera con mucho las necesidades de riego y abastecimiento de Aragón, y afirman que Yesa será un gran almacén de agua para el polémico trasvase. Así que también: Aragón contra el Levante y el Levante contra Aragón.

Los de Artieda lideran la resistencia de las gentes de la montaña y estos días se han mostrado más beligerantes que nunca, porque los funcionarios de la confederación hidrográfica llegaban cada mañana para que firmaran las actas de expropiación de sus tierras. Las mismas a las que se aferran con dignidad numantina, aun sabiendo que probablemente serán pasadas por agua. Y cada mañana les esperaban todos, jóvenes y viejos, a la entrada del pueblo al grito de "¡fuera!, ¡fuera!" y los funcionarios tenían que irse por donde habían venido. Nadie ha firmado las actas de expropiación en Artieda, donde gobierna la Chunta Aragonesista (CHA) de la mano de Luis Solana (43 años). Tampoco lo han hecho en Mianos ni en Sigüés, adonde todavía no han llegado a expropiar.

"Nadie nos ha explicado qué va a pasar con nosotros. ¿Cómo vamos a aceptar que, de golpe y porrazo, nos inunden las tierras, que son nuestro medio de vida?", exclama Carlos Pérez, un hombre de 34 años que desde las pasadas municipales es alcalde de Mianos (CHA). "Vinieron funcionarios de la confederación y negociaron con el anterior alcalde (PP) y le dijeron que qué queríamos a cambio. El resultado es la construcción de un montón de nichos en el cementerio. Igual que en Sigüés", añade.

"En nuestro caso", dice Daniel Salinas (PAR), alcalde de Sigüés, "hablamos de que el agua nos entra por las puertas. No se puede hacer tanto electoralismo jugando con las vidas de las personas. Hay que pactar una cota de embalse que no nos inunde".

Los lugareños cuentan que hay una historia amarga de los embalses. Aragón es una región en la que hay zonas donde llueve poco y pueblos que desde hace 100 años esperan el agua como fuente de desarrollo. Y, a lo largo de la historia, se ha creado una conciencia de que los embalses eran buenos per se. "En Aragón hay dos mitos: la Virgen del Pilar y el agua", dice Solana. Las gentes de la montaña son las que han padecido históricamente las consecuencias de esas políticas hidráulicas: 4.000 personas desalojadas, 30 pueblos abandonados, 8.000 hectáreas de fondo de valle anegadas en el Pirineo central, según el único estudio existente al respecto, realizado por la Fundación Nueva Cultura del Agua.

Localidades abandonadas

"Hemos visto cómo, tras la construcción del actual embalse de Yesa (1959), nuestros vecinos de los pueblos cercanos abandonaban sus pueblos, sus hogares, su historia, porque les inundaban su medio de vida", dice Alfredo Solano, teniente alcalde de Artieda.

Solano se refiere a Tiermas, Ruesta y Escó, las primeras víctimas de esta presa junto a sus 1.500 habitantes, algunos de los cuales emigraron a las poblaciones que ahora vuelven a verse amenazadas por las inundaciones. Aquellos son hoy pueblos fantasma.

"Tiermas era cabeza de comarca, tenía unos baños termales que lo convirtieron en centro turístico. A su alrededor se creó una red de servicios y relaciones comerciales que dio vida a la comarca. Su abandono fue decisivo en la evolución de nuestros pueblos", dice Solano.

Eso es lo que está en la memoria de todos ellos. Una memoria fortalecida cada verano, cuando resurgen de las aguas de la presa vaciada el hotel y los baños de Tiermas en medio de un barrizal. Y también una memoria muy distinta a la de los habitantes del llano y, concretamente, de la Comunidad de Regantes Bardenas, potenciales beneficiarios de la presa y su recrecimiento.

"Vivimos como podemos. Alrededor del agua gira todo. Si no hay agua no hay vida", dice Luis Ciudad, presidente de la citada comunidad de regantes, que engloba a unas 25.000 familias.

Desde un punto de vista estrictamente utilitarista, es el sacrificio de unos pocos para el beneficio de muchos. Y el presidente de Aragón, el socialista Marcelino Iglesias, que se ha mostrado claramente combativo con el trasvase del Ebro, está haciendo equilibrismos políticos para lograr un acuerdo entre los pocos habitantes de la montaña y no enfadar a los muchos del llano. Al fin y al cabo, no es en la montaña donde están los votos.

"Queremos regular el río Aragón salvando los pueblos", dice Iglesias. "Creo que se puede acordar una cota suficiente e inferior a la proyectada. Sospecho que esa cantidad de agua es para actividades que no se quieren publicar", agrega. Pero, la ministra de Medio Ambiente, Elvira Rodríguez, ya ha advertido de que no llenar a la cota máxima es malgastar la obra.

Las declaraciones sentimentales de los de Artieda, basadas en valores vitales, contrastan con las económicas de los regantes de Bardenas, una retahíla de cifras sobre las necesidades de agua: "Somos deficitarios. Necesitamos 300 hectómetros cúbicos para regar las 77.000 hectáreas de regadío que tenemos. Si se van a ampliar hasta 110.000, necesitaremos 900 hectómetros. Más los 100 que necesita Zaragoza para beber y los 150 de reserva... Es lo que necesita Aragón para desarrollarse", dice Ciudad.

Los que le han puesto palabras a los sentimientos de las gentes de la montaña han creado lo que se llama "Nueva Cultura del Agua". Una movimiento que nace en 1994, cuando Josep Borrell, entonces ministro de Obras Públicas, lanzó su anteproyecto del Plan Hidrológico, y que encabeza Pedro Arrojo, profesor de Análisis Económico y recientemente Premio Goldman de Medio Ambiente.

Este movimiento es firme opositor del PHN, y viene dando la batalla a la Administración desde que se reactivó el Plan. El pasado viernes, sin ir más lejos, presentaban un informe sobre la "Corrupción e irregularidades en la Gestión del Agua en España", avalado por el ex jefe de la fiscalía Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo. La presa de Yesa es el primer punto de dicho informe ya que varios ex altos cargos del Ministerio de Medio Ambiente, entre los que destacan Carlos Escartín (ex director general de obras hidráulicas) y Tomás Sancho (ex presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro), están inmersos en un proceso judicial acusados de tráfico de influencias, cohecho y prevaricación en relación a la adjudicación a la empresa ACS de las obras de ampliación del embalse.

"El recrecimiento de Yesa es un proyecto innecesario porque existen alternativas más razonables para obtener agua si sólo se quiere regar Aragón, como modernizar los sistemas de regadío (se sigue regando por inundación en lugar de por aspersión o goteo) y mejorar las redes de abastecimiento (donde se pierde un 40% del agua por escapes). Pero Yesa esconde tres grandes negocios: el del hormigón, las hidroeléctricas y la especulación con aguas públicas, al poder los potenciales usuarios vender sus concesiones (derechos de uso)", dice Arrojo.

Desde la Administración insisten en que ni una gota de agua de Yesa irá al trasvase y que el 90% es para regadío, pese a que las hectáreas de regadío proyectadas en el PHN superan, nada menos que en 104.000, las proyectadas en el Plan Nacional de Regadíos, que prevé una ampliación de 6.000 con horizonte 2008. De ahí la pregunta de ¿qué se va regar con tanta agua?, o ¿es que el agua no es para regar?

El presidente de la CHE reconoce que la presa será explotada por hidroeléctricas y que dicha concesión saldrá a concurso público. Un concurso, según Jiménez Villarejo, pervertido porque el negocio eléctrico está sumamente concentrado en pocas empresas y siempre son las mismas las adjudicatarias.

Mientras, el juicio contra los ex altos cargos de Medio Ambiente en el Juzgado de Instrucción 19 de Madrid sigue su curso legal; las aguas del río Aragón, de momento, siguen el suyo; las expropiaciones de las tierras de Artieda siguen su curso administrativo. Y nichos nuevos, pagados por la CHE, esperan a nuevos muertos en Sigüés y Mianos. Cuestión de tiempo.

Los habitantes de Artieda impiden la entrada al pueblo de los funcionarios de la CHE.
Los habitantes de Artieda impiden la entrada al pueblo de los funcionarios de la CHE.EFE

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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