¿La economía vasca, a segunda?
El PP es un partido centralista no sólo por su concepción política del Estado, lo es también por su concepción económica. Su afán de perpetuarse en el poder, aspiración incompatible con el sistema democrático, le ha conducido a utilizar las privatizaciones y la capacidad de influencia en la economía, de que todo gobierno dispone, como herramientas para colocar a sus peones en los órganos de decisión de las grandes empresas españolas y vascas. Su principio de actuación es muy simple: el poder político es efímero, el poder económico permanece.
Es la manifestación de un claro fundamentalismo neoliberal. En esta segunda legislatura del PP se han privatizado en España 18 empresas, como continuidad de la ya demoledora y codiciada política de privatizaciones de los grupos industriales públicos, que suma un total de 45 empresas en sus dos legislaturas y contabiliza la media de una empresa privatizada cada dos meses. El ingreso en las arcas públicas ha supuesto un montante total de unos 33.700 millones de euros (5,6 billones de pesetas). Mucho dinero, pero sobre todo, muchos "chollos". Esto ha supuesto un reforzamiento del capitalismo de amigos, beneficiando a determinados grupos de interés y generando situaciones "oligopolistas" como resultado de la falta de regulación de los mercados en los que actuaban las empresas, que ven transferidos su capital a manos privadas. El Gobierno ha confundido, deliberadamente, privatizaciones con liberaciones. La falta de competencia en algunos sectores ya empiezan a demostrar sus resultados: Incremento de precios y reducción de la calidad de los servicios prestados.
Estamos a punto de bajar a la segunda división por la dejación de políticas industriales activas
En Vizcaya, durante la pasada legislatura, a Neguri le arrebataron el BBVA e Iberdrola estuvo a punto de caer de en manos de Endesa, la eléctrica de los populares. La próxima legislatura será, si el PP se alza con la mayoría, la del cierre de la central del BBVA en Bilbao y la del traslado de la sede de Iberdrola a Madrid, empresa que todo hace prever será protagonista de un proceso de fusión durante la legislatura que se avecina.
De este modo, Bilbao dejará de ser la sede de grandes empresas que aquí nacieron, que siguen funcionando con trabajadores de la cantera y que en el caso del BBVA ha producido expertos bancarios que hoy lideran, incluso, otros bancos españoles. Estamos, por lo tanto, ante un futuro inmediato en el que no sólo los empleados directos de las administraciones centrales de ambas empresas tendrán que abandonar Bilbao, sino que las generaciones venideras no dispondrán de la oportunidad de formarse en estos "Lezamas" empresariales y ejercer su actividad profesional en los dos únicos grupos multinacionales de entidad que se han consolidado en nuestra economía.
Junto a la pérdida de empleos de calidad y, por lo tanto, de nivel de conocimiento también se verán afectadas innumerables empresas proveedoras de ambas entidades, con sus correspondientes empleos, y miles de accionistas vizcaínos perderán esa cercanía tranquilizadora que siempre tuvieron.
Si a los populares no les importó Neguri, menos les preocupa -como corresponde a su clase- la Margen Izquierda del Nervión. Aquí surgieron los Sindicatos, el Partido Socialista y la Pasionaria. Apostar por un proyecto industrial para Izar, como reclaman los trabajadores, no parece entrar en sus cálculos. Si Alemania sigue fabricando barcos con una mano de obra más cara y aquí nunca faltó tecnología, ¿dónde reside el problema? En el caso de la venta de Babcock a los austriacos, expertos en compras de ocasión, tampoco nos sitúa ante un futuro tranquilizador. Y la reindustrialización quien la hace ¿el mercado?
Vista la incompetencia y la voluntad liquidacionista del sector público empresarial del PP en materia industrial, no podemos dejar de preguntarnos qué hubieran hecho estos señores si hubieran tenido que lidiar con la reconversión de toda la gran industria española, que entre otras cosas fue llevada a cabo gracias a la difícil y necesaria concertación social de los Gobiernos socialistas y Sindicatos, con grandes inversiones para apuntalar las empresas y lograr unas buenas condiciones de prejubilación para los excedentes. Ahora las intervenciones se limitan a ocupar los sillones de los Consejos y a residenciarlos cerca de Génova.
Cuando se contempla este espectáculo de dejación y falta de interés por un Territorio que fue pionero en la industrialización y que sigue disponiendo de un alto nivel de iniciativa y de cualificación profesional, es preciso advertir que estamos a punto de bajar a la segunda división y no por nuestra falta de competitividad actual sino por la dejación de políticas industriales activas, la falta de cooperación y entendimiento entre las diferentes administraciones -estatales y autonómicas- y, en definitiva, por la ausencia de apuestas por la modernización del sistema productivo y la mejora permanente de las mejoras de trabajo, cualificación y empleo.
Sin industria no hay futuro. El cambio del modelo productivo significa un cambio en el modelo social. Si esto es importante en toda España, en el conjunto de la economía vasca y más aún en la vizcaína, es una necesidad de cohesión social y bienestar colectivo, dada nuestra tradición y peso económico de la industria. Para la economía vizcaína la continuidad de las políticas practicadas hasta ahora por el PP supone aumentar la descohesión social y exacerbar los localismos nacionalistas. Es la hora de apostar por una estrategia de desarrollo industrial coordinada y ligada a las necesidades de cada sector y territorio, que es exactamente de lo que carecemos desde que Gobierna el PP.
Carlos Trevilla es representante de UGT en el CES vasco
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