El inspector y los niños
Víctor Madrigal intenta que pequeños gaditanos aprendan valores solidarios mientras disfrutan de su tiempo libre
Seguro que los pescadores gaditanos se echan a temblar cuando lo ven aparecer en sus barcos: "Ojú, ahí viene el inspector..." Pero también es muy probable que, cuando Víctor Madrigal no está revisando redes y aparejos, esté jugando con los hijos de esos mismos marineros. Víctor tiene 30 años y es inspector de pesca. Su trabajo no es excesivamente agradable, pero es su trabajo. Y es todo lo contrario a Imagina.
Esta pequeña asociación de ocio en el tiempo libre para niños tiene su sede en uno de los barrios más humildes de Cádiz capital, el Cerro del Moro. Ya no, pero en los años ochenta era el primer centro de distribución de droga de la ciudad. Ahora más de 60 niños de ésa y otras zonas participan en las actividades que organizan Víctor y sus nueve compañeros, todos voluntarios. A través de talleres, juegos cooperativos, salidas culturales y deportivas, los componentes de esta asociación intentan transmitir valores solidarios y de tolerancia a los pequeños para que disfruten de su tiempo libre de otra forma, y no como lo hacen habitualmente, delante de la televisión o de la consola de videojuegos.
Sin duda la actividad que más le gusta a Víctor es la que pone fin a cada temporada, un campamento de verano al que se intenta que acudan todos los niños. Dura seis días y cuesta 20 euros. Es barato para que el dinero no sea un problema y no impida ir a los pequeños, aunque este año se ha convertido en el problema porque Imagina no cuenta con suficientes recursos para organizarlo. Madrigal lo cuenta con pena porque en el campamento ha pasado sus mejores y sus peores momentos desde que forma parte de la asociación, hace ya unos cuatro años.
Fue en una acampada cuando un chico de 15 años se enfrentó a él. "Es que estos chavales son muy pasionales", cuenta. "Ya había echado cuerpo de hombre, y quiso pegarme". El adolescente se pasó toda la comida tirando pan a sus compañeros. Cuando terminó el almuerzo, Víctor le dijo que lo recogiera pero él se negó hasta que una voluntaria habló con él. "A veces los hombres pierden la autoridad con este tipo de chicos, porque en su casa les falta el referente masculino". Lo curioso es que ahora es una de la personas con las que mejor se lleva Víctor. Entonces, este voluntario se dio cuenta de que el sentido común, la sensibilidad y la prudencia, esas tres cosas que hacen falta para trabajar con los niños y que él creía tener, no sirven para nada. Porque cada niño es un mundo. Porque nunca se debe improvisar con ellos y siempre se acaba improvisando. "Esto es muy satisfactorio. Los niños te cogen cariño, y tú a ellos. Pero no puedes impedirles hacer algo a lo que están acostumbrados en su casa. Porque es entonces cuando te dicen que tú no eres nadie".
Los niños también le dan disgustos, no todo son risas y juegos. No siempre es fácil trabajar con ellos. Pero más difícil es subirse a un barco y obligar a un pescador a cumplir la legislación. Y más aún sabiendo como sabe e importándole como le importa que detrás de cada marinero haya una historia y una familia que son más fuertes que cualquier ley.
Vivir en precario
Imagina atiende a niños de entre seis y 12 años. Algunos son mayores, tienen entre 13 y 17 años, porque ya han superado la edad pero no son capaces de desvincularse de las actividades que organiza esta asociación. La pena que tiene Víctor Madrigal es que a él le gustaría pasar mucho más tiempo con ellos. Y no puede porque a veces las tareas burocráticas y el papeleo para pedir subvenciones le ocupan demasiadas horas. "Aquí invertimos mucho esfuerzo en buscar recursos, porque son procedimientos burocráticos muy complicados. Y encima el dinero nos lo dan a posteriori, cuando ya ha terminado el curso y ya hemos hecho todas las actividades. La mitad del año vivimos en precario".
Víctor Madrigal es rotundamente crítico con las administraciones. Son fundamentales para que este tipo de asociaciones tengan continuidad y den un servicio de calidad. "Pero el sistema de subvenciones es muy malo". Imagina cuenta con un presupuesto de unos 6.000 euros al año. Necesitaría 24.000. Así podrían hacer ese campamento que tanto gusta a los niños y podrían contratar a alguien. Todos los que trabajan en esta organización son voluntarios. "Necesitaríamos que alguien dedicara todo su tiempo en Imagina. Pero para eso hace falta un esfuerzo de la administración".
Este voluntario no se corta ni cuando tiene delante a los políticos. Hace apenas dos semanas, Imagina y otras asociaciones de Cádiz presentaron una exposición sobre las actividades que realizan con los niños. Allí estaba el máximo representante de la Junta de Andalucía en Cádiz y la concejala de Igualdad del Ayuntamiento. Agradeció la visita, pero pidió más implicación. Para el voluntario, el trabajo que hacen es fundamental: educación complementaria a la que adquieren en la casa, en el colegio, en la calle y en la televisión. Ver que hay otra forma distinta de hacer las cosas que no tiene nada que ver con la violencia verbal o física, ni con la intolerancia, ni con la discriminación.
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