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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Irán juega con fuego

El Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) ha advertido contundentemente a Irán para que suspenda el enriquecimiento de uranio y facilite el detalle de su programa nuclear antes de la reunión del órgano de vigilancia de la ONU el próximo noviembre. La desafiante respuesta de los ayatolás ha llegado esta misma semana anunciando la conversión de 37 toneladas de óxido de uranio en el gas necesario para su enriquecimiento tras un proceso de centrifugación. El presidente Jatamí afirma que la comunidad internacional debe reconocer el derecho de Irán a disponer de combustible atómico para usos pacíficos.

La huida hacia adelante iraní apunta a un enfrentamiento potencialmente desastroso con EE UU. Hace dos años que Irán y el OIEA mantienen un peligroso tira y afloja en el que ha quedado probado que el régimen teocrático ha violado el Tratado de No Proliferación Nuclear y mentido sistemáticamente sobre la marcha de su programa pretendidamente civil. Las afirmaciones de Jatamí son en este contexto papel mojado. Y así se lo valora incluso la tripleta europea -Reino Unido, Alemania, Francia-, que hace poco más de un año alcanzó con Teherán, tras un gran esfuerzo diplomático, un acuerdo de buena fe por el que el régimen iraní se comprometía a suspender temporalmente cualquier actividad relacionada con el enriquecimiento de uranio.

Teherán, que amenaza con abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear, pretende usar en su provecho las discrepancias entre la UE y EE UU. Pero los mediadores europeos que han servido como escudo frente a la impaciencia estadounidense han hecho notar privadamente al régimen iraní que debe cumplir inexcusablemente las exigencias del OIEA. Incluso Putin, que coopera con Irán en la construcción de un reactor, acaba de ser explícito en el mismo sentido. A nadie le interesa el surgimiento de un nuevo poder atómico en una zona crítica dominada por el polvorín iraquí y en cuya vecindad, además de Israel, tienen el arma nuclear Rusia, India o Pakistán.

Irán, en manos de los clérigos más radicales desde la farsa electoral de febrero, y sin auténtica oposición interna, juega una partida arriesgada que podría acabar en la imposición de sanciones económicas por el Consejo de Seguridad. Pero más allá de esta grave posibilidad está el nerviosismo de la actual Administración estadounidense, en cuyo seno hay decididos partidarios de las soluciones drásticas. Y sería iluso por parte de los ayatolás esperar que un cambio en la Casa Blanca el próximo noviembre afectara favorablemente a sus peligrosas ambiciones nucleares.

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