Desde Lyón, con humor
El Institut d'Art Contemporain de Villeurbanne, ciudad absorbida por el Gran Lyón, presenta obras del barcelonés nacido en 1962 Jordi Colomer realizadas entre 1991 y 2004. Son "esculturas", en la acepción más amplia del término, que incluye la instalación, la fotografía, el vídeo o incluso el "cuadro" como soporte clásico. La dimensión escultórica viene dada por el tratamiento del objeto, por la manera de poner en evidencia los mecanismos de la representación, pero también por la preocupación arquitectónica presente en casi todos sus trabajos.
La ciudad de Colomer está en perpetua transformación. Formal y vital, ya que el modelo comporta tanto la multiplicación de bloques de apartamentos superpuestos -se interesa por Bellvitge, por Santa Coloma de Gramanet o por el frente playero que Barcelona ha levantado- como una existencia en la que el consumo y la miseria van hermanados. El dormitorio es un vídeo que permite asomarnos al sueño de los habitantes de una ciudad del futuro, en la que el paro y la fiesta son el horizonte colectivo; en Las ciudades, una chica en pijama se agarra a la cornisa de un inmueble para no caer al vacío, un vacío en el que, a un ritmo más que acelerado, se erigen y se derriban bloques esquemáticos. La doble proyección ofrece las dos caras de la moneda: en una ella se salva mientras que en la otra se despeña; en Las mellizas, las dos pantallas confrontan a dos actrices gemelas que se prueban distintos vestidos. Colomer explica así su juego de espejos: "Hoy cualquier objeto ha sido mediatizado cien veces. Lo que ves no es lo que ves. Enunciar una realidad que ha pasado por múltiples manos, que ha sido reconstruida y filmada, es una manera de señalar una realidad más exacta".
En otras instalaciones de la muestra, que se podrá ver después en el museo Patio Herreriano de Valladolid, un personaje, siempre el mismo, que Colomer ha bautizado como Idroj Sanicne, pasea ante edificios más o menos emblemáticos -el Parlamento de Brasilia, una fachada de neones de Osaka, la torre Agbar de Barcelona, el Palacio del Pueblo de Bucarest, etcétera- blandiendo un portaestandarte en tres dimensiones que reproduce de manera risible y entrañable la imponente mole que vemos detrás. La dimensión y el tiempo cambian el sentido de las cosas. Prototipos lo constata. El vehículo blindado artesanal inventado por los anarquistas para luchar en el frente de Aragón se ha metamorfoseado en juguete en manos de Colomer, manera maliciosa de evocar el pasado.
Su trabajo más reciente es
Un crimen y ha sido rodado en Cherburgo. Su cámara juega con un decorado que es el de la película de Jacques Demy y capta el relato de una historia hecho a través de las palabras que componen en la pantalla los actores. Se exploran distintas maneras de narrar los hechos, que son los entresacados de un periódico de sucesos del XIX.
El humor que recorre la obra de Colomer tiene que ver con su lucidez, con la constatación de la imposibilidad de imponer un único significado a un material que remite a un sinnúmero de relaciones complejas. La muestra confirma la aserción de la revista ArtPress, que habla de Colomer como de "una de las figuras más importantes de la escena artística europea".
Jordi Colomer. Hasta el 16 de enero de 2005. Institut d'Art Contemporain. Villeurbanne (Francia).
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