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Crítica:MEMORIA DEL GULAG
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El exterminio social

Antonio Elorza

En 1962, la presentación oficial por Alexandr Tvardovski de Un día en la vida de Iván Denisovich, del hasta entonces desconocido Alexandr Solzhenitsin, insistía en que esa primera estampa del régimen de campos de concentración dejaba intactos los valores del comunismo: era "el reflejo de los dolorosos fenómenos producto de nuestro crecimiento, relacionados con el periodo de culto a la personalidad desenmascarado y rechazado por nuestro partido". Años más tarde, en 1978, cuando en Londres se publican los Cuentos de Kolyma, de Varlam Shalamov, un hombre que ha pasado 17 años en ese terrible campo de trabajo siberiano, la presión oficial le hará escribir en la Literaturnaya Gazeta que tales relatos son ya inútiles, después de la rectificación del XX Congreso. Incluso después de la aparición del Archipiélago Gulag, muchos intelectuales de izquierda siguieron viendo el terror soviético como una malformación transitoria debida al estalinismo. Tuvieron que llegar la apertura de los archivos y la libertad de expresión, anunciada ya para el tema en tiempo de Gorbachov, para que fueran entendidas dos cosas. La primera, que la lógica de destrucción del adversario político, real o figurado, llega a su paroxismo con Stalin, pero que se encuentra ya perfectamente dibujada desde el día siguiente de la conquista del poder, bajo Lenin. La segunda, que desde ese punto de vista los supuestos ideológicos y los procedimientos cambian, pero nos encontramos en el marco de la misma proyección criminal del totalitarismo que corresponde al régimen nazi.

GULAG

Tomasz Kizny

Traducción de Olga Glondys

Prefacios de Norman Davies, Jorge

Semprún y Serguéei Kovalev

Galaxia Gutenberg/Círculo

de Lectores. Barcelona, 2005

495 páginas. 65 euros

GULAG. Historia de los campos de concentración soviéticos

Anne Applebaum

Traducción de Magdalena Chocano

Debate. Barcelona, 2005

671 páginas. 25 euros

Más información
"El Gulag está ocurriendo de nuevo"

En su contribución al Libro negro del comunismo, Nicolas Werth reseña un incidente de comienzos de 1918. A la vista de las actuaciones de la recién nacida checa, el socialista revolucionario Steinberg, comisario del pueblo para la Justicia, protesta ante Lenin: "¿Para qué un comisariado del pueblo para la Justicia? ¡Más vale llamarlo comisariado para el exterminio social, y así todos lo entenderían mejor!". La respuesta de Lenin fue rotunda: "¡Excelente idea! ¡Es así como yo veo las cosas! Pero por desgracia no podemos llamarlo de ese modo". Surgían así dos espacios enfrentados, tal y como explica Anne Applebaum, el de la justicia ordinaria, y el excepcional centrado en la checa, al que los supuestos campos de "reeducación" y "rehabilitación" sirven de instrumento.

En esa tarea de "exterminio social", el principio de los campos de concentración es planteado ya en agosto de 1918 por Lenin para los "elementos dudosos" ("kulaks, sacerdotes..."), con el doble antecedente de los campos para deportados del zarismo y de los dispuestos para los prisioneros de guerra. Y como en el caso nazi, será un orden represivo que va cobrando forma escalonadamente, utilizando los antecedentes del zarismo, caso de la zona minera de Kolyma, hasta alcanzar su pleno desarrollo en los años treinta. Es la secuencia que de manera complementaria reconstruyen los dos excelentes libros que comentamos. El de Anne Applebaum, mediante un análisis estructural de la génesis, el funcionamiento y la evolución del régimen de los campos, basado en un impresionante trabajo sobre archivos, la documentación producida por las propias víctimas desde los años ochenta y en particular por la Sociedad Memoria. En cierto sentido, al hacer el mismo recorrido por otros medios, del de Tomasz Kiszny le sirve de complemento. Se trata en este caso del trabajo de un fotógrafo polaco que inicialmente se interesó por la suerte de sus compatriotas recluidos en campos y que a continuación desarrolló una investigación de conjunto, gracias a la cual las imágenes, de los restos de los campos, de su localización, de los verdugos y víctimas que residieron en ellos, nos ofrecen una visión que la letra impresa no puede proporcionar. Los tres prefacios, las notas explicativas y las reseñas cronológicas en cada capítulo realzan la importancia del libro.

Gracias a ambos trabajos, puede ser percibida la nueva dimensión que bajo el estalinismo adquiere el sistema del Gulag, partiendo del modelo trazado por el campo de trabajo y muerte en torno al monasterio Solovki, la primera etapa del horror en torno al círculo polar. Y no sólo por la multiplicación del número de recluidos: menos de doscientos mil en 1930, cerca de dos millones en 1938, dos millones y medio a la muerte del dictador. Cifras indicativas. Con el tiempo de las grandes purgas, de la destrucción progresiva por un trabajo agotador sin alimentos tiene lugar el paso hacia el exterminio. Son también los años treinta el periodo en que la abundancia de mano de obra esclava disponible permite a Stalin poner en marcha sus sueños de convertirse en un nuevo Pedro el Grande, con la construcción del canal de unión entre el mar Blanco y el Báltico, primero, a costa de miles de vidas humanas, y luego, ya en fracaso total, con la de la Gran Vía Férrea del Norte, en busca de un puerto ártico. Ambos ensayos utópico-criminales proporcionan las imágenes más elocuentes en el libro de Kiszny. La vocación emancipadora del marxismo soviético desembocaba una vez más en su contrario, con el acompañamiento, tanto en el tema del canal como antes en Solovki, de las voces de intelectuales turiferarios, en primera línea Máximo Gorki. Cuando la verdad era más simple, enunciada para el sistema estaliniano en los términos utilizados por Varlam Shalamov al referirse a Kolyma: "La elección del campo era brillante, dada la imposibilidad de escapar".

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