La réplica femenina de Phelps
Katie Hoff, que calza un 45 a los 16 años, deslumbra con su victoria en los 200 estilos
Es oficial. Michael Phelps ya tiene réplica en la natación femenina. Su querida Katie Hoff, la chica que apadrinó en los Juegos de Atenas, su ex compañera en el Club Acuático del Norte de Baltimore (NBAC), ha comenzado a hacer historia en la alta competición. El martes, con 16 años recién cumplidos, ganó el oro en una de las pruebas fetiches de Phelps: los 200 estilos.
Katie es como los pingüinos: se mueve mejor en el medio antinatural. Cuando ríe desvela una prodigiosa hilera de dientes largos. Cuando camina -mide 1,83 y calza un 45- va tan desmañada que parece que sus articulaciones le pueden fallar en cualquier momento. Todo en ella transmite inseguridad y ternura. Hasta que se lanza a la piscina y rompe el agua. Entonces vuela. El martes, en la piscina de Montreal, nadó en tiempo de récord del mundo durante buena parte de su camino hacia el oro. Hizo un tiempo prodigioso: 2m 10,41s. La segunda mejor marca de todos los tiempos, a menos de un segundo de la que estableció la china Yanyan Wu en los campeonatos de su país en 1997, en Shanghai. En 2000, a sus 22 años, Wu dio positivo por esteroides anabolizantes y fue suspendida por cuatro años. Desde entonces, su marca en los 200 estilos se archiva bajo sospecha.
Ayer, en Montreal, la nadadora de Baltimore se puso en cabeza con unos primeros 50 metros de perfecta mariposa. Le sacó 12 centésimas a su perseguidora más próxima (la húngara Jakabos, que terminó última) y siguió volando de espaldas, recortando centésima a centésima. Siempre sola. Kristy Coventry, la zimbabuense, fue plata a 72 centésimas y la australiana Lara Carroll quedó tercera a 2,91 segundos.
"Es una niña dulce y joven que ha hecho y hará cosas brillantes", dijo el jefe del equipo femenino de Estados Unidos, Jack Bauerle, tras la carrera. "En los Juegos de Atenas estaba muerta de miedo. En los 400 estilos [no se clasificó para la final] se puso mucha presión. Intentó sobrenadar. Puso demasiada vehemencia. Ahora lo ha hecho relajada, como quien sabe que es una de las mejores del mundo".
"Es muy, muy buena en todo lo que hace", continúa Baurele. "Espalda, mariposa, braza, libre... No tiene puntos débiles. Tiene margen de mejora en pruebas que todavía tiene que explorar ella misma".
Hoff, que tiene un timbre infantil, habló con los medios antes de quitarse el bañador: "En los Juegos estaba enferma de los nervios. Ahora me he querido divertir sin pensar en Atenas. Al salir a la piscina antes de la final intenté mentalizarme: '¡Debes ser mala! ¡Debes ser mala, Katie!', me dije".
La pobre Hoff, que no mataría una mosca, tiene un aire cómico y frágil a la vez. Cuenta Phelps en su libro Bajo la superficie, que en Atenas la obligó a abandonar la Villa Olímpica después de su última prueba: "Porque ya se sabe cómo son los últimos días en la Villa: los que han vivido durante años como monjes se convierten en monos. No creo que sea el mejor ambiente para una niña de 15 años".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.