Reivindicar a Fassbinder
Ya pudimos afirmar, en ocasión del aún reciente reestreno de Un año con trece lunas, que la difusión en los últimos meses, vía DVD, de algunos de los títulos clave de la filmografía del finado Rainer Werner Fassbinder, y la llegada a las pantallas de dos de sus filmes más olvidados, estaba convirtiendo este verano en el de la más que necesaria, urgente y apasionante revisión de la carrera de uno de los cineastas más autoexigentes de su generación. De un cineasta que rodaba, y polemizaba, de paso, como ya casi nadie lo hace en nuestro cine contemporáneo.
La ansiedad de Veronika Voss (1981) es su penúltima película y antecede en un año a la propia muerte del artista. Se puede ver como lo que es, un redondo filme cerrado en sí mismo. Pero es mejor aún el verlo como el eslabón final de una trilogía, la que componen El matrimonio de María Braun (1978) y Lola (1981): las tres tienen un tema común, que no es otro que el análisis de con qué mimbres morales se construyó la República Federal Alemana tras la derrota nazi de 1945. Tienen los tres, igualmente, la intención de erigirse en acabados, rotundos retratos femeninos: el que aquí nos propone Fassbinder es el de una actriz (inspirada en un personaje real, por cierto, el de la diva Sybille Schmitz) que conoció la gloria en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y no encuentra su lugar en la Alemania de postguerra (la acción transcurre en 1955). Incapaz de recuperar el esplendor pasado, está en manos de una turbia, siniestra neuróloga que le suministra la morfina con la que la consigue, de a ratos, olvidar las miserias de su presente, mientras se va inyectando literalmente en vena su patrimonio.
LA ANSIEDAD DE VERONIKA VOSS
Dirección: Rainer W. Fassbinder. Intérpretes: Rosel Zech, Hilmar Thate, Cornelia Froböss, Annemarie Düringer, Armin Müller-Stahl. Género: melodrama, Alemania Occidental, 1981. Duración: 104 minutos.
Es su penúltima película y antecede en un año a la muerte del artista. Es un redondo filme cerrado en sí mismo
Como siempre en el cine de Fassbinder, hay más de una dirección en la que fijar la mirada. Por una parte, estamos ante un brillante ejercicio de reconstrucción fílmica, en este caso de los melodramas de la UFA: un envoltorio de lujo para una historia de violentas pasiones que Fassbinder muestra, una vez más, con una notable distancia de su cámara. No se busca aquí la identificación, ni siquiera la condescendencia con la suerte de la heroína y su vulgar, derrotado amante. Si los vemos como en un viejo mélo en blanco y negro es porque sus vidas ya nada tienen que ver con el presente: sus personajes están perdidos en la nueva Alemania que han traído los americanos (hay una riquísima banda sonora de éxitos USA sonando constantemente para recordar dónde estamos).
Y hay también, como en tantos otros títulos fassbinderianos, una aguda reflexión sobre el poder de la adicción, sea a la droga o a los sentimientos, que hace de sus personajes auténticos fantasmas varados en la niebla de la existencia. Preciosista, rotunda y ejemplarmente viva, La ansiedad de Veronika Voss es posiblemente la última gran película de nuestro hombre, aunque para otras sensibilidades tal vez ese lugar se reserve a su postrer, y testamentaria, Querelle. Pero en todo caso, merece la pena conocerla o sencillamente revisarla porque, quedó ya dicho, ya nadie filma como nuestro hombre: con ira, con dolor, con una indesmayable voluntad de conocimiento.
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