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El que no corre huye | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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Zen

Los humanos nos creemos que somos más importantes que todas las cosas. Lo creemos como masa, lo creemos individualmente. Mira que ya nos llevan tiempo diciendo que genéticamente somos iguales que un gusano cualquiera. Bueno, cualquiera, no. Nuestros escasos 25.000 genes son unos pocos más que los del gusano que han venido a llamar C. Elegans. Lo de Elegans, porque es el gusano más pinturero que han encontrado, para que nos asemejemos sin tanto dolor, y lo de C., porque el gusano quería permanecer en el anonimato, que me da a mí que en el reino animal no debemos tener muy buena fama. La cosa es que lo que nos distingue, la inteligencia y el libre albedrío, tiene la culpa de que seamos los más creídos de la Naturaleza después de las señoras Gacelas de Impala, y porque ellas lo valen. Es que nos creemos que lo sabemos todo. Y no nos damos cuenta de que no sabemos ná. Y para muestra, un botón: lo que conocemos por biquini, por muy modernos que nos creamos, fue visto en frescos romanos en el año 404 antes de Cristo. Y otro botón: el surf se practica en la Polinesia desde el siglo VIII. ¿Qué nos hemos creído que somos? Si, como dijo Leonardo da Vinci, ya está todo inventao.

En vez de disfrutar de nuestra insignificancia y de la vida, nos cargamos de trampas y marrones y nos complicamos hasta la muerte

Que conste que no quiero desolar, pero ¿a qué viene tanto ombliguismo si somos más de 6.000 millones sólo en este planeta? Y eso que se habrán dejado sin contar a un montón de peña, si ya fallan en las manifestaciones, imagínate contar el mundo entero. Pues somos tan guays que, en vez de disfrutar de nuestra insignificancia y de la vida, nos cargamos de trampas y marrones y nos complicamos hasta la muerte.

Los expertos llamarán y dirán que eso es porque nos falta espiritualidad. Que hemos perdido los valores, la fe. Y que es bueno tener una práctica que nos enriquezca por dentro. Que por eso la chavalería se engancha a los tecnochamanes, por necesidad de rito y porque el ritmo de una fiesta bacala es similar a un mantra. Pero, claro, ¿a cuál te apuntas? ¿Iglesia católica? ¿Gurú de Moda? ¿Por qué no el Islam? No seamos pejigueros; a estas alturas de verano, si vemos las noticias y somos listos, no debemos creer que todos los islámicos sean terroristas, como tampoco lo son los católicos, por mucho que algunos de sus antepasados hayan matado por conquistar territorios, exactamente igual que ahora los extremistas de todos los bandos, sólo que antes la palabra terrorismo no existía.

Pero hay que reconocer que, si hay que elegir, el budismo queda precioso. Y para cultivar nuestra espiritualidad, las casas se llenan de caligrafías chinas, lámparas de papel, bambúes y fuentecillas ikebana. Es que practicar, practicar, es muy fastidiado, Gerardo, que yo quiero tener paz interior, pero de ahí a hacerme un monje shaolín, hay un trecho. No nos pongamos estupendos. Es más sencillo; como está de moda, te calzas un rosario lama al cuello y llamas a los decoradores. Y los decoradores se las ven canutas para convencer a sus clientes de que en el cuadrante del amor no pueden poner la gitana que nos regaló la Tiajuana ni los claveles de ganchillo, porque nos va a hacer un fengsui malísimo. Y a nosotros lo mismo nos da el fujitsu ése, nos bajamos al bar a tomarnos unas birras y unos pinchos porque creemos que en septiembre empezaremos pilates. Y el verano que viene, con la mente centrada en la humildad, nos calzaremos el biquini y haremos body surf, que es lo que se lleva.

Refresco del día: reírnos de nosotros cuando nos ponemos tan zen-cerros y de los zen-sura, que se tienen prohibido comer casi de todo y cuando llegan a una casa de alguien se ponen moraos.

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