El entierro de sor Lucía reúne en Fátima a una multitud de peregrinos
"Es la cosa más bonita que me ha pasado en mi vida". "Un momento muy importante para mí". "Será santa muy pronto, eso es seguro". Una multitud ferviente y emocionada, que aguantó con estoicismo la lluvia, el vendaval, una granizada y el sol final, asistió ayer en Fátima al segundo y definitivo entierro de sor Lucía de Jesús. La más longeva (murió el año pasado a los 98 años) de los tres pastorcillos a quienes en 1917 se les apareció la virgen en la Cueva de Iria dejó escrito que quería ser enterrada en el monasterio carmelita de Santa Teresa (Coímbra) al menos durante un año antes de ser trasladada a Fátima. Y ayer, sus restos mortales regresaron en impresionante cortejo hasta el santuario, donde ya reposan junto a los de sus primos, los beatos Francisco y Jacinta Marto.
La hermana Lucía fue acompañada en su último viaje por unas 150.000 personas. "Para mí es santa, no tengo ninguna duda", dijo una mujer vestida de negro. Y esa era la opinión general entre los peregrinos. Lucía será beatificada como lo fueron sus primos y alcanzará después la santidad. El padre Luís Kondor, que promueve el proceso de beatificación, dijo hace un año que podría no ser necesario esperar los cinco años exigidos por la ley canónica.
El entierro, que duró seis horas y fue televisado íntegramente y en directo por las tres cadenas portuguesas, funcionó con fluidez y puntualidad. Hubo misas, rosarios masivos y poéticas lecturas del Evangelio en portugués, inglés, irlandés, español, alemán, italiano y polaco.Tampoco faltó el espectáculo y el fasto digno de estos ritos infrecuentes: el ataúd sencillo fue paseado a hombros y en gran furgoneta fúnebre entre el gentío que agitaba pañuelos y tiraba pétalos blancos.
El santuario, situado 100 kilómetros al norte de Lisboa, es una admirada síntesis de recogimiento espiritual, reclamo turístico y rentabilidad líquida: en 2004 ingresó más de 15 millones de euros en donaciones, alojamientos, visitas y venta de efectos religiosos. Los medios portugueses han contado estos días que el Vaticano ha lanzado un órdago a la Conferencia Episcopal lusa para controlar las finanzas y las actividades del santuario.
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