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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La visión pragmática

Ingente y precioso, este volumen recoge por primera vez en castellano todas las crónicas parlamentarias que Josep Pla escribió, como corresponsal en Madrid, durante los cinco años escasos en que España vivió bajo la Segunda República. Se dice enseguida: cerca de mil artículos que biografían al detalle, con la perspicacia y el pragmatismo crítico tan propios de su autor, los vaivenes de los gobiernos de Azaña en ese periodo.

La gran mayoría de estos textos aparecieron en La Veu de Catalunya, órgano oficial de La Lliga Regionalista de Francesc Cambó. La amistad y la fructífera colaboración de Cambó y Pla durante años enmarca el contexto histórico y político en el que hay que leerlos. Dos meses antes de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, la Lliga, partido de orientación catalanista y conservadora, había situado a Joan Ventosa como ministro de Finanzas en el frágil Gobierno de Juan Bautista Aznar. Pla llevaba ya algunos años colaborando con La Veu, plenamente identificado con el ideario del partido, y además, entre 1928 y 1930, había publicado los tres volúmenes de su libro sobre Cambó.

LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA

Josep Pla

Traducción de Jorge

Rodríguez Hidalgo

Destino. Barcelona, 2006

1.842 páginas. 46 euros

Más información
LA HUELLA REPUBLICANA
Un prólogo esencial

Tal como nos recuerda Xavier Pericay, responsable de la edición de este libro, Pla y Cambó viajaban la mañana del 14 de abril en tren hacia Madrid. El industrial iba para intentar frenar lo irrefrenable; el periodista, para dejar constancia -en clave catalana- de la nueva vida política y al mismo tiempo con el encargo de conversar para "acercar Cambó a Lerroux".

Eugeni Xammar, también periodista y amigo de Pla, contaba que España en esa época era "un país de pronunciamientos'" La perspectiva del tiempo nos permite ver el advenimiento de la República como un terremoto invertido: primero se asentaron las tierras y luego vinieron los movimientos sísmicos -que a su vez llevaron a un nuevo terremoto-.

Con el paso de las semanas,

Josep Pla se acomodó en su tarea periodística de corresponsal y abrió más el objetivo de su cámara. Sus crónicas parlamentarias seguían informando esencialmente a Cataluña, pero en paralelo crecía su voluntad de influencia en la política de Madrid. Vivía en la ciudad, tomaba el caldo de Lhardy, bebía y comía con periodistas como Julio Camba, se tuteaba intensamente con los políticos. En su imprescindible introducción a este volumen, Valentí Puig traza con gran precisión los intereses de Pla en el asunto. La cita es larga pero conveniente: "Buen lector de prensa extranjera, con experiencia de corresponsal ya en la Europa de la primera posguerra, sus crónicas y análisis, tan a menudo veteadas de ironía y humor, plantean la correlación entre lo visto y un trasfondo de pensamiento político siempre pragmático, conservador (...). Desde el primer momento, se trataba para Pla de darle un contexto europeo a la política española y, en concreto, a la Segunda República".

Al vértigo que provoca la lectura de este legado periodístico, tan abrumador, a ritmo de calendario, se le contrapone la imagen de Josep Pla que se destila por acumulación: la del pragmático, justamente, la del conversador conservador y liberal, que encontramos con gran coherencia a lo largo de toda su obra. Pla dejó de escribir las crónicas parlamentarias el 1 de abril de 1936. Poco después se marchó a Roma, librándose así de los pistoleros que fueron a buscarle a su masía para ajusticiarle. Volvió al cabo de un tiempo prudencial.

Por encargo de Cambó, escribió una Historia de la Segunda República, en castellano y en cuatro volúmenes, que le acercó al régimen de Franco. Se trata de una obra muy reprobada y muy poco leída, sobre todo porque el mismo Pla no quiso incluirla en sus obras completas. Tampoco fue suya la idea de publicar allí estas crónicas, sino de su editor Josep Vergés. Puede que entonces se tratara únicamente de una estrategia comercial, pero no hay duda alguna de su importancia. Pla no frecuentó mucho más los escritos políticos, pero esa etapa convulsa revirtió en su obra literaria del futuro, pues le sirvió para consolidar, por la vía de la comprobación, el bien más preciado que puede tener un escritor: una visión del mundo.

Josep Pla, a la izquierda, con A. Vives (centro) y J. M. Sagarra.
Josep Pla, a la izquierda, con A. Vives (centro) y J. M. Sagarra.

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