La realidad real de la nación de naciones
Para mí todo ha perdido su sentido por culpa de un jaleo semántico y para alguien que se dedica a buscarle las cosquillas a las palabras, lo de no enterarse de la controversia por un "pongameaqui-unanación", pues como que da rabia.
La fricción surge cuando los socialistas sustituyen la designación de "nacionalidad histórica" para la Comunidad andaluza que aceptaban los señores del PP, y la convierten en "realidad nacional" como en el caso del Estatut de Cataluña para sumar a los andalucistas al consenso. El caso es que para el Partido Andalucista la expresión tampoco convence y quieren que figure el calificativo "nación", así que al final no están conformes ni unos, ni otros.
El pasado martes acudí a la sede del Ateneo sevillano para escuchar a unos expertos en el tema, Durán i Lleida y Manuela de Madre que están recorriendo las principales provincias de la nación (entiéndase "nación" como el territorio de un país regido por el mismo gobierno) aclarando en qué consiste la "realidad nacional" (entendiéndose como "nacional" lo que es perteneciente o relativo a una nación). Y allí estaba yo, dispuesta a enterarme de lo de la nacionalidad (concebida como la Comunidad Autónoma a la que, en su Estatuto, se le reconoce una especial identidad histórica y cultural), el Estatut de Cataluña y sus repercusiones en el nuevo Estatuto andaluz, del que habían estado hablando a la hora del café con el presidente Chaves.
Durán i Lleida dijo en el Ateneo de Sevilla: "Amar lo propio sin odiar lo extraño".
Me senté en primera fila. Un sonido similar a un rebufo ecuestre me sacudió desde atrás.
Me situé en primera fila, abrí mi cuaderno, me puse las gafas de miope para no perderme un gesto de los ponentes y cuando parecía que la cosa iba a dar comienzo, un sonido similar a un rebufo ecuestre me sacudió desde el asiento de atrás salpicándome la oreja y alborotándome los cabellos. Opté por hacerme un moño y prestar atención.
La presidenta del PSC tomó la palabra mostrando su satisfacción por encontrarse en Sevilla (otro rebufo de mi vecino de atrás). Elogió al Ateneo, casa que vio fraguar a la generación del 27, señalando a Lorca y Dalí como símbolo de la amistad entre Andalucía y Cataluña y aclaró que se empezaba a "escribir el nuevo capítulo del libro de España" (dos rebufos más y un solapado "sinvergüenzas"). Para Manuela de Madre, el problema surgido en torno al Estatut viene orquestado por una campaña de catalanofobia alimentada por distintos intereses y dijo que ser anticatalán o antivasco no debería suponer ningún beneficio.
-¿Y antiespañol -rugió mi vecino de aforo. Me di la vuelta para ponerle cara, estaba rojo de ira.
Manuela de Madre continuó hablando sin que el desplante minara sus intenciones de explicar que Cataluña es parte de España y propuso que Cataluña y Andalucía encontrasen "una alianza necesaria" para buscar soluciones comunes a problemas similares. Terminó diciendo:
-Así es España: Fraterna y diversa -ante lo cual el de las exhalaciones redobló su capacidad de insuflar aire, esta vez por nariz y boca, porque se dio cuenta que con los aplausos apenas se le escuchaba.
El ex presidente Rodríguez de la Borbolla, organizador del acto, pidió respeto.
-En las butacas hay unos papeles para escribir las preguntas que los conferenciantes responderán tras finalizar sus exposiciones -señaló.
-¿Por qué no en voz alta? -espetó el de los estertores-, ¡eso es censura!
-No, son las normas -replicó De la Borbolla.
Y tomó la palabra Durán i Lleida pidiendo urbanidad para las ideas de los demás.
-Amar lo propio sin odiar lo extraño -dijo-. Cataluña ha actuado como una máquina quitanieves que abrirá el camino a otras comunidades.
Afirmó que estamos viviendo tiempos de cambio y que las circunstancias en las que fue redactada la Constitución del 78 han variado. A partir de ahí dejé de escuchar la explicación porque un par de amigos del escandaloso, garantizaron a voz en grito que en los colegios de Cataluña no se permitía hablar en castellano. De nada sirvió que los conferenciantes explicaran que se puede elegir libremente estudiar sólo en castellano, que los dos idiomas se aprenderán por igual, que el lenguaje es una riqueza, no una vergüenza, que hay más cátedras de catalán en Alemania que en España...
Nada... el de atrás estaba tan ofuscado que los resoplidos me habían desecho el moño y Durán i Lleida replicó que el que se hubiera leído el texto del Estatut tirase la primera piedra. Silencio absoluto en la sala. Ya me lo imaginaba yo... en la nación española (nación como conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno), de leer, más bien poco. Me guardé las gafas y me deshice el moño porque no se me mantenía ni dos minutos.
Llegó el turno de preguntas y un taco de folios que el ex presidente Rodríguez de la Borbolla recitaba cual Don Juan Tenorio en época de Todos los Santos, cubrió la mesa, pero no dio tiempo a responder porque la decena de incontinentes verbales se terminó de desatar. Durán i Lleida les dijo que habían hablado más que él.
-Prepare usted una conferencia si tiene algo que decir -añadió Rodríguez de la Borbolla.
-Ya la he dado -dijo el de los bufidos.
Con el permiso del Presidente del Ateneo, se cerró la sesión entre gritos de "...¿y si yo quiero que mi barrio sea una nación?" (nación como conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común). Salí preguntándome cómo canalizarían esas personas tan grande entusiasmo si defendieran otras causas. ¿Serían capaces de machacar a cachiporrazos a los hinchas de otro equipo en un derby de fútbol o potenciarían su afectación para luchar contra el hambre de África?... no sé... esto último estaría bien y además me hubiera permitido escuchar la conferencia porque aún no me he enterado si pertenezco a una nación, a dos, a una nación de naciones, a una realidad nacional... Estoy hecha un lío.
Nerea Riesco es autora de Ladrona de almas y El país de las mariposas (IX Premio Ateneo Joven de Novela)
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