El espejo chino
Barcelonés, de 62 años, todos los años recorre unos 200.000 kilómetros, por trabajo y por algo muy parecido al placer. Desde 1980 ha ido a China todos los años. Ahora viaja a China cada cuatro meses. "Desde que era muy joven me veía como empresario con vocación global", explica; en aquella época lo global se llamaba internacional. De niño le interesaba la geografía: a los 16 años empieza, lógicamente por Francia, su inacabable viaje que hará del mundo su casa. Hijo de una familia "de clase media justita", estudia un peritaje mercantil y trabaja. Es meritorio en la constructora FOCSA (que luego será FCC): acabará siendo director general de la empresa. Cuando eso sucede ya ha recorrido medio mundo trabajando y poniéndose al día, ha culminado tres carreras universitarias, alguna oposición, títulos de gestión de empresas. "Querer es poder", subraya. Él es muestra perfecta del triunfo de la meritocracia y el ascensor social.
Hoy Canals preside su propio holding (Pulligan Internacional, SA) y está presente en no menos de 14 puestos institucionales, "la mayoría sin remunerar", aclara; "hay que devolver a la sociedad lo que te ha aportado". Sociable, con un sentido del humor socarrón, le encanta presumir de que ha hecho "lo contrario que todo el mundo; mientras que muchos de los antiguos textiles se han metido a constructores, yo he pasado de la construcción al textil", explica. Su conglomerado de empresas de moda, que recogió en crisis permanente desde finales de los años setenta, ha estabilizado una facturación en torno a los 30 millones de euros y una producción de más de un millón de prendas. Eran empresas familiares de las que ha conservado las marcas (Pulligan, Meyba, por ejemplo): "Creo en las marcas"; las produce en varios continentes. Canet de Mar es el centro neurálgico de todas las decisiones. Ahora invierte una fuerte suma en ese núcleo duro catalán y en otra fábrica en Marruecos.
Me señala una paradoja ya habitual: el consumo de lo que produce el grupo se realiza en torno al 75% en España, al contrario que la fabricación, que en otro 75% se hace allende los mares. "¿Conoces a alguien en España que quiera ser costurera?", pregunta. En estos momentos, coser es una especialidad china, en todo caso tercermundista. "China está a punto de llegar, dentro de unos cinco años calculo, a tener una cuota del 50% en el comercio mundial textil. Ahora están en el 30%. Con este sector han dado comida y trabajo a mucha de su gente. En dos años tendrán 200 marcas de moda global en el mercado mundial", explica. Los chinos ya son los primeros productores mundiales de teléfonos móviles, sus reservas de divisas superan en 600.000 millones de dólares a las de la Unión Europea....
"Fui a China por primera vez en 1970, aún vivía Mao. Aquello era muy complicado, había muchísima subocupación. En 1980 comencé a ir para establecer relaciones comerciales: he acabado recorriendo toda China". En 1990, tras una larga negociación, y aclarando conceptos como el de amortización, firma su primer acuerdo para producir jerséis de seda. "Los chinos son grandes trabajadores, capaces de hacer un traje en menos de 24 horas sin chistar, y muy astutos comerciantes que pueden enredarte a base de bien. Para ellos, el sector de la manufactura está dejando de ser prioritario: les importa la alta tecnología y ahí pueden estar aplicando lo que llamamos modelo japonés". Un modelo, de copia bien y no mires a quién, que toma cuerpo en un parque tecnológico (de imposible nombre) que puede concentrar 300.000 ingenieros y centenares de empresas en 22 superincubadoras nutridas por decenas de universidades.
"El reto de China -continúa- es poder decidir por su cuenta". Son la cuarta potencia mundial, con un comunismo / capitalismo que "venera el dólar, adora las marcas occidentales y el afán de riqueza", pero allí cada cual paga su médico y, por ahora, ahorran bastante. El consumismo a la occidental queda para 50 millones de ricos chinos: una minoría. "Hoy ves Ferraris, Lamborghinis y Rolls Royce... El único anuncio que he visto de un Rolls fue en un avión chino y me enseñó que esos coches llevan un paraguas en la puerta. ¿Lo sabías?".
Si a todos los chinos les diera por nuestro consumismo, "el mundo estallaría, no existe energía suficiente. Hay que buscar otro modelo", dice convencido, como si lo supiera desde siempre. Adivina el futuro observando el mercado: "Demasiada masificación en la ropa, sobran incógnitas en la globalización", apunta. El espejo chino es explícito: en él aparece lo mejor y lo peor de esta época.
m.riviere17@yahoo.es
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