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Cataluña: cambio de ciclo político

Con el anuncio de la sustitución de Pasqual Maragall por José Montilla como candidato socialista a la presidencia de la Generalitat se cierra un importante y prolongado ciclo histórico en la vida política catalana. Sean cuales sean los resultados electorales de esta sustitución, con el relevo de Maragall por Montilla se produce no sólo un recambio generacional, sino también un cambio de liderazgo aún mucho más profundo.

Más de 30 años después de la muerte de Franco, casi seis lustros después de las primeras elecciones libres después de la dictadura, con más de un cuarto de siglo de Constitución democrática y de autonomía felizmente recuperada, puede decirse que con la retirada de Pasqual Maragall desaparece de la primera línea de la política catalana uno de los últimos y más caracterizados exponentes de todo un amplio espectro de dirigentes crecidos y formados políticamente en la larga lucha unitaria contra el franquismo. Aunque bastante más joven que los ya fallecidos Joan Reventós y Ramon Trias Fargas, y de los políticamente ya retirados Jordi Pujol, Gregorio López Raimundo, Antoni Gutiérrez Díaz, Josep Benet, Anton Cañellas o Heribert Barrera, Pasqual Maragall -al igual que otros políticos de su generación como Narcís Serra, Miquel Roca o Rafael Ribó, retirados también de la primera línea de la vida política desde hace algunos años- ha sido uno de los grandes protagonistas de un largo ciclo histórico que ahora se cierra con su decisión de no presentarse a la reelección como presidente de la Generalitat.

Más allá de sus evidentes coincidencias generacionales, lo que de alguna manera ha caracterizado a casi todos los principales dirigentes políticos catalanes desde los últimos años de la oposición al franquismo hasta nuestros días ha sido sus aún mucho más evidentes coincidencias socioculturales, sus afinidades personales en muchos terrenos, sus relaciones personales surgidas de un conocimiento que viene de muy lejos y que se forjó fundamentalmente en las instancias unitarias de la oposición democrática a la dictadura. Nacidos en el seno de familias casi siempre procedentes de la pequeña y mediana burguesía barcelonesa, aunque hallemos a alguno procedente de la alta burguesía o de la menestralía, casi todos los principales líderes políticos catalanes de los últimos 30 o 40 años proceden también de una tradición cultural, política y cívica que se reclama heredera directa del catalanismo republicano y del nuevo catalanismo que se fue articulando en los duros y difíciles tiempos del franquismo.

Este catalanismo, que de modo transversal ha impregnado a casi todas las formaciones políticas catalanas durante las últimas décadas y del que sólo se ha querido desmarcar el PP, tiene en común todo tipo de referentes ideológicos y tiene también sus propios iconos y símbolos comunes. No ha tenido apenas renovación, a pesar de los muchos y muy profundos cambios que durante los 30 o 40 últimos años se han producido en el conjunto de la sociedad catalana. Y no se trata, como algunos utilizan ahora con un cierto tono etnicista, de la cerrada defensa de unos orígenes familiares genuinamente catalanes, sino del mantenimiento de unas concepciones ideológicas y simbólicas que cada vez tienen menos que ver con la tan cambiada y cambiante realidad social de nuestro país.

La Cataluña de estos primeros años del siglo XXI ya no tiene casi nada que ver con la Cataluña republicana, y cada vez tiene menos que ver con la Cataluña del antifranquismo. La Cataluña de hoy es la que es, para bien y para mal: una sociedad mucho más abierta, diversa, plural, compleja y contradictoria que la de tiempos pasados, y una sociedad cada vez más cambiante, en un mundo globalizado y con retos de futuro muy importantes, que requieren cambios profundos; cambios que, sin duda, pasan por el recambio generacional, pero que fundamentalmente requieren nuevos enfoques, nuevas sensibilidades, nuevas percepciones y nuevos liderazgos.

José Montilla, nacido en la cordobesa población de Iznájar y catalán desde los 16 años, crecido y formado políticamente en la lucha antifranquista en el Baix Llobregat, alcalde reelegido varias veces de Cornellà de Llobregat, con su experiencia municipalista reforzada desde la presidencia de la Diputación de Barcelona y con sus conocimientos adquiridos como ministro de Industria, es un ejemplo de este necesario nuevo liderazgo catalanista. Es un liderazgo que parte del país real de hoy en día, pero que tiene sus bases en la tradición del legado de las generaciones precedentes.

Jordi García-Soler es periodista.

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