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Reportaje:La lucha contra los incendios forestales

Fernando el temible

Un alcohólico de 43 años reconoce que quema pajares y tiene atemorizados a los vecinos de una aldea de Pontevedra

Jesús García Bueno

Los parroquianos del único bar que hay en la aldea de Quinteiro, en el municipio pontevedrés de Agolada, toman tranquilamente su copa de mediodía. Cerveza, vino y algún brebaje local difícil de descifrar. Conversan y beben, beben y conversan, mientras un perro aburrido custodia la puerta. Afuera, el día es espléndido: soleado y fresco. Adentro, la única nota de color la pone un futbolín en desuso. Una pregunta rompe la soporífera mañana: ¿Quién es ese hombre del pueblo al que acusan de provocar incendios?

La cuestión inquieta a los lugareños, que se apresuran a sacársela de encima con frases esquivas. "Eso son todo mentiras, hombre", asevera el más viejo del lugar tratando de zanjar el asunto. "Sin comentarios", dice un hombre de bigote y enormes gafas redondas mientras sonríe y busca con los ojos la complicidad del compañero de barra. "A mí no me mires, yo no soy de aquí", dice uno. "Yo no pienso decir nada de él. Bueno, eso si hay alguien", añade el otro. Que ocultan la verdad es más que evidente. Pero impera la ley del silencio. Parece como si tuvieran miedo.

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Al final, sólo las mujeres de Quinteiro se atreven a hablar. "No es un perturbado, pero sí un enfermo. Cuando está sobrio es buena persona, pero cuando bebe... Se pone a quemar pajares", relata la encargada de la taberna. ¿Y no lo van a denunciar? Silencio. "Eso tendríamos que hacerlo todos los vecinos de la parroquia de Borraxeiros", advierte la señora. Lorena, una joven de una casa cercana, da pistas para entender por qué los vecinos temen tanto a un solo hombre, Fernando Miguélez, de 43 años: "Además de quemar los pajares, cuando bebe golpea las puertas de las casas o se va a pegar tiros por otros pueblos con la escopeta".

El sendero que lleva al lugar donde dicen que vive Fernando El Temible es empinado. En el patio trasero de la casa -muy rural y algo destartalada- hay balas de paja, ropa por el suelo y objetos oxidados. Un hombre moreno y corpulento sale de la puerta. Es Fernando. A simple vista no parece el ogro que describen. Es más bien un niño grande que viste un suéter roído y unas botas camperas. Por fortuna, y pese a sus sonrosadas mejillas, está sobrio. Pero hay algo en él que inquieta. Es su mirada, perdida en una dimensión desconocida y, a la vez, fija en algún punto concreto de la realidad.

"Sí... A veces se bebe. Es verdad que muchas veces he quemado el pajar de mi casa", dice Fernando mientras arquea las cejas y ladea la cabeza, como reconociendo el pecado. Su actitud es de lo más relajada. Cuesta imaginarle en plena explosión de ira alcohólica, pegando tiros por el monte como un loco, sin pensar a la vez en la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. No es un pirómano: el fuego no le excita. Ni le va ni le viene. "Es que con la bebida me da por ahí, ya está". Insiste en que jamás ha quemado el pajar, el establo o la finca de un vecino.

Fernando no es consciente del temor que despierta: "La gente no tiene que preocuparse; yo nunca les haría nada". Su madre, con la que siempre ha vivido, sale de la casa. En la mano izquierda empuña un cuchillo escondido bajo un trapo. La escena tiene mucho de Psicosis porque Fernando tiene mucho de Norman Bates. Mientras los ataques de ira de su hijo fueron más frecuentes, la anciana tuvo que irse a vivir a Pontevedra. Ahora está mejor. El Temible trabaja ocasionalmente como ganadero. No tiene mujer, hijos ni amigos. Está solo.

Fernando Miguélez.
Fernando Miguélez.J. G.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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