Caldo en las viñas
La subida de temperaturas por el cambio climático amenaza al sector español del vino
Arden las cepas. El cambio climático, del que muchas voces advierten, parece que ha llegado a la industria del vino española. No es una amenaza que merezca ser ignorada. Al contrario. En Bruselas ya circulan borradores que abordan este problema y su incidencia en la Política Agraria de la Unión. Y algunos expertos aventuran importantes costes para el sector, que tendrá que afrontar una situación que le exigirá capacidad de sacrificio y, sobre todo, como bien precisa un experto, de "adaptación".
En algunas áreas, el cambio es tan radical que se piensa en sustituir variedades blancas por tintas, ya que las primeras no maduran
Tal vez esa última palabra sea el mejor titular posible. Las vides españolas se están quejando y empiezan a enviar señales de alarma. La subida de las temperaturas produce situaciones inconcebibles hasta hace bien poco. Existen estudios que están analizando la posibilidad de introducir variedades como Merlot en zonas de Alemania, o valorando la posibilidad de plantar Syrah en regiones frescas de Francia. Para hacerse una idea de lo que esto supone, sería como plantar clases oriundas de la Rioja alavesa en el centro de Inglaterra. Algo que nunca en la historia se ha dado y que supone trasladar el fenómeno de la deslocalización a nuestra industria del vino. Incluso en Australia están introduciendo una uva tan genuinamente española como la tempranillo.
En algunas áreas, el cambio es tan radical que se piensa en sustituir variedades blancas por tintas, ya que estas primeras no maduran. El mapa está cambiando tan rápidamente que de las 600 hectáreas de viñedo que hace 20 años había plantadas en el sur de Inglaterra, actualmente se cuentan unas 1.500. Un país antaño bastante inhóspito para el vino lo está dejando de ser.
Mientras todo esto ocurre, el campo gime. Como ser vivo que es, el cambio climático afecta al comportamiento de la viña. Más temperatura y menos humedad provocan más consumo de agua -un recurso cada vez más escaso y, por tanto, más caro-, y en una brusca transformación de la fisiología de la maduración de la uva, a la que súbitamente le cuesta más coger el grado, o bien todo lo contrario: sufre un exceso de graduación. No son cuestiones baladíes y tienen una repercusión económica innegable. Así lo han entendido los productores italianos y californianos.
Según un estudio reciente de la National Academy of Sciences de Estados Unidos, que recoge la agencia de noticias AP, al final de este siglo, las áreas susceptibles de dar uvas de primera calidad se habrán reducido en ese país entre un 50% y un 81%. Algunas voces hablan ya de un verdadero desastre para su industria vitícola, sobre todo en zonas como los valles de Sonoma o de Napa en California. Tampoco la mítica región italiana de Chianti parece ajena a este problema, y se vaticina una elevación de 2°C en la temperatura media de los veranos de los próximos 50 años. Resulta difícil creer que ciertas zonas españolas -con unas condiciones climatológicas similares a las californianas o italianas- puedan mantenerse al margen de esta situación.
Vendimia adelantada
Este fenómeno ya deja sus secuelas en las vides españolas. "Desde hace un par de años, la vendimia se ha adelantado. Es un hecho. Antes, nosotros empezábamos sobre el 12 de septiembre y ahora lo hacemos el 20 de agosto", confirma Mariano García, considerado como uno de los grandes enólogos del mundo y propietario de la bodega Mauro, en tierras de Valladolid alto. Pero, ¿qué importancia tiene que madure antes? ¿En qué afecta? Al acelerarse la maduración y crecer en periodos más cortos de tiempo resulta más complicado conseguir un buen equilibrio de los componentes de la uva: azúcares, acidez, polifenoles, aromas... Y el vino sufre. En la práctica, lo que sucede es que se rompe el proceso de fotosíntesis.
A esta situación se le ha unido un invitado no deseado. Algunos expertos comentan la necesidad de trasladar las viñas a zonas con mayor altitud y latitud. Además del coste que supone esto, se corre el riesgo de que cambie el escenario climático a corto plazo y surjan fenómenos tormentosos o lluvias intensas que arruinen la cosecha recién trasladada. Evidentemente esta singular mudanza de cepas es "costosa para las empresas", analiza Vicente Sotés, catedrático de viticultura de la Escuela Técnica de Ingenieros Agrónomos de Madrid. Y precisa: "Se está dando la situación de que algunas plantaciones recientes se encuentran con que no tienen suficiente agua o que las variedades que se han plantado se adaptan mal por el cambio de temperatura". A nadie se le escapa que trasladar cepas de un lugar a otro no es algo ni en principio fácil ni, desde luego, barato.
Algunos trabajos ya prevén un desplazamiento de las zonas vitícolas de 10 a 30 kilómetros por decenio hasta 2020, una distancia que se duplicará a partir de esa fecha. Una de las soluciones, apuntan en la Denominación de Origen de Rioja, es "modificar las viñas para que aguanten las nuevas temperaturas y consuman menos agua".
Otros expertos, como el catedrático de viticultura de la Universidad de La Rioja Fernando Martínez de Toda, sostienen una visión bastante menos alarmista. "Es un problema que se está dando de una forma gradual; no es una subida de temperaturas bruscas. Simplemente, hay que adaptarse". Lo que a su juicio pasa, por ejemplo, por cultivar a mayor altitud. Un ascenso de 100 metros supone una subida de 0,6°C, lo que compensaría el incremento térmico. Pero, como señala Vicente Sotés: "Si cambia la zona cambia el producto, y ya no se vende lo mismo".
Una argumentación similar a la de Martínez de Toda es la que defiende Miguel Canalejo, un bodeguero llegado de las tierras de la empresa -fue presidente de Alcatel-, que acaba de poner en marcha su propia bodega: Pago de Larrainzar, en Navarra. "Para mí, el mayor problema lo sufrirán las bodegas del sur de España". Eso sí, advierte: "El cambio climático modificará mucho el trabajo en el campo".
Tal vez, una de las bodegas más emblemáticas del mundo, Vega Sicilia, pueda ser un buen termómetro de la situación. Su máximo responsable, Pablo Álvarez, manda un mensaje con dos caras: "Es verdad que estamos vendimiando antes. Pero esto ya se vivió en los años ochenta y no fue una catástrofe para la industria". Y concreta: "El cambio climático es algo que hay que tomarse muy en serio, pero no es necesario ser alarmistas. La viña está acostumbrada a soportar condiciones difíciles".
Sea como fuere, lo cierto es que las temperaturas van en ascenso y ya se han dado casos de propietarios que han plantado una variedad hace pocos años con la que ahora están teniendo serios problemas por la subida de las temperaturas, con el consiguiente efecto económico. Y es que encontrar el equilibrio entre variedad y temperatura puede ser la clave de la supervivencia de bastantes bodegas jóvenes. "No tiene mucho sentido plantar en una sucursal del infierno Pinot Noir
[una variedad de zonas frescas]", concluye con una rotunda metáfora visual el restaurador Abraham García.
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