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Crónica:Motociclismo | Gran Premio de Portugal
Crónica
Texto informativo con interpretación

Gatillazo de Lorenzo

El mallorquín acusa la presión, acaba quinto y deberá decidir el título de 250cc en Valencia, tras la victoria de Dovizioso

Oriol Puigdemont

En el peor momento, justo cuando debía rematar la faena que tan exquisitamente ha llevado a cabo durante toda la temporada, Jorge Lorenzo se vino abajo en Estoril. El piloto español, líder del campeonato de dos y medio y vencedor de ocho carreras en lo que va de temporada, acusó un bochornoso gatillazo fruto de una amalgama de factores que, a la par, se le giraron en contra en la penúltima carrera del año. Una prueba que, además, ganó el italiano Andrea Dovizioso, el único con opciones matemáticas de discutirle el título al mallorquín, que finalmente cruzó la meta quinto a más de seis segundos del vencedor.

Con todo listo en Palma para recibirle el lunes como campeón del mundo, al piloto de Aprilia le brolló la presión de forma repentina este fin de semana y, puede que de tan tranquilo que aparentaba, la relajación fue excesiva en un circuito, el portugués, que ya de por sí es perjudicial para la naturaleza de las motos italianas, las más potentes y rápidas, pero con un chasis justo cuando deben retorcerse. Sin embargo, no fue únicamente el esqueleto de su moto lo que este fin de semana mermó a Lorenzo, muy incómodo y falto de ritmo durante todas las sesiones de ensayos. Otras motos de la misma marca rodaron en las primeras posiciones: Alex De Angelis y el veterano Roberto Locatelli, el segundo piloto de más edad de la categoría, imprimieron un ritmo superior.

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Fue en las maniobras al límite, cuando más en su salsa se había encontrado hasta ahora el piloto mallorquín, de 19 años, que salió a la palestra una faceta desconocida en él: el miedo a caer. Emparejado con alguno de sus rivales en la única recta larga del trazado portugués, la que da acceso a la meta, Lorenzo se mostró demasiado cauto a la hora de accionar los frenos, como se pudo ver en un par de maniobras en las que levantó la moto para que los japoneses Ayoama y Takahashi le adelantaran cómodamente. Además, su trazada, que suele seguir una media elipse perfecta y se cierra al final, se entorpeció de repente y el corredor, más que rodar agarrado a su moto, se peleaba con ella. No hubo ni rastro ayer del poderío y la hegemonía que había derrochado en el Mundial.

Acostumbrado como está a dejar pasar las primeras vueltas antes de comenzar a bajar sus registros -sufre dificultades cuando la moto tiene su depósito de combustible lleno-, su reacción no apareció ayer en Estoril y, al paso de las vueltas, su diferencia con respecto al cuarteto delantero, en el que culebreaba Dovizioso, fue in crescendo hasta llegar a ser, a falta de cinco giros para el final, de más de siete segundos. Ajenos a las penurias de Giorgio, el grupo de pilotos al mando reñían enmarañados entre constantes adelantamientos. Frío a la par que seguro y calculador como pocos, Dovizioso ni se inmutó de la presencia de sus rivales por muy cerca que pasaron los carenados de sus motos. Ni tan siquiera se alteró el piloto, nacido en Forlí hace 20 años, cuando un vehemente Alex De Angelis superó a Aoyama en la penúltima vuelta y se colocó detrás de él. Dovi, cuya trazada es de las más ortodoxas, ha sobrevivido todo el año con escasez de material. Cegados como están los japoneses de Honda en recuperar el título mundial en MotoGP, la marca del ala dorada ha dejado de lado sus motos pequeñas, y Aprilia se ha aprovechado de ello al dar con un motor de endiablada potencia.

Sólo sustentado por su regularidad descomunal -ha vencido dos carreras, acumula once podios y ha terminado siempre-, Dovizioso se ha mantenido en la refriega por el título hasta el final y, tras la victoria que ayer se trabajó, será en Valencia, con la hinchada de su rival por el campeonato alentando al máximo, cuando todo se solucionará. Allí llegará Lorenzo con sólo trece puntos de ventaja con respecto al italiano, que ayer y de un plumazo, le recortó catorce.

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