Las familias, en déficit
Entre la información publicada en lo que llevamos de abril y que tenía pendiente de comentar se encuentra la contabilidad trimestral no financiera de los sectores institucionales, publicada por el INE el pasado día 9. Me centraré en analizar la evolución de las cuentas de los hogares durante el pasado año. Comenzando por el final, los hogares cerraron 2006 en déficit, algo que ya lo vamos tomando como normal, dado que se produce por cuarto año consecutivo, pero que hace poco nos parecía insólito, pues siempre hasta ahora los hogares disponían de ahorro sobrante que lo prestaban a las empresas y al sector público. Veamos cómo se origina este déficit.
La renta disponible bruta (RDB) aumentó el pasado año un 6,8% en términos nominales (3,1% si descontamos la subida del IPC, aunque esta cifra sería menor si en la inflación incluyéramos otros precios relevantes para los hogares, como el de la vivienda). Este aumento se situó en torno a la media de los últimos años (gráfico central). Desagregando por fuentes de renta (gráfico izquierdo), las salariales crecieron al mayor ritmo desde el año 2001, un 6,8%, que se desglosa casi a partes iguales entre aumentos del empleo y de los salarios per cápita. En cambio, las rentas no salariales netas aumentaron menos que en 2005, pero, como sucede en los últimos años, bastante por encima de las salariales, destacando los dividendos. La subida de los tipos de interés, junto al mayor endeudamiento, se notó en un fuerte aumento de los intereses pagados, pero también en los cobrados, cuyo volumen sigue siendo superior (seguramente por poco tiempo). El juego de los mecanismos de redistribución de la renta no fue tan favorable a los hogares, pues las prestaciones sociales (sobre todo pensiones) y otras transferencias recibidas aumentaron menos que las cotizaciones a la Seguridad Social, transferencias pagadas e impuestos directos (el IRPF creció nada menos que un 14,6%).
La renta disponible bruta aumentó el pasado año un 6,8% en términos nominales
El primer destino de la RDB de los hogares, el consumo, volvió a aumentar por encima de ésta, un 7,4% nominal. Como consecuencia, el ahorro aumentó menos y la tasa de ahorro cayó medio punto porcentual, hasta el 10,1% de la RDB. Esta caída puede considerarse normal en función de la fase cíclica en que se encuentra nuestra economía, pues el descenso del paro y el efecto riqueza, entre otros factores, hacen que los hogares tiendan a ahorrar menos cuando las cosas van bien. Lo que no es tan normal es que la tasa de ahorro sea tan baja (en la zona del euro roza el 15%), pues no da para financiar la inversión fija de los hogares (fundamentalmente vivienda), con lo que éstos acaban en déficit, o necesidad de financiación (gráfico derecho).
Si a este déficit (2,2% del PIB) se unen las necesidades para la compra neta de activos financieros, el resultado es un fuerte aumento del endeudamiento bruto, que a finales del pasado año rondaba el 125% del RDB, el doble que a finales de la pasada década. No es que esta cifra sea insostenible (otros países, entre ellos EE UU y el Reino Unido, la superan ampliamente), pero hace a las familias mucho más vulnerables a las subidas de los tipos de interés, lo que podría frenar su consumo y demanda de vivienda, y entonces el ciclo expansivo de la economía española empezaría a darse la vuelta. Afortunadamente, la sólida situación de las empresas, el buen momento del contexto internacional y el paraguas del euro hacen pensar que el ajuste sería suave y progresivo, sin bruscas caídas de la actividad y del empleo.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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