Vencido por el tiempo
El histórico ex alcalde ha sido un referente para la política jerezana y el andalucismo
Cuando el teniente coronel Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981, el poeta Rafael Alberti tomó un tren para el sur y, temiendo que estuvieran esperándole para ajustar cuentas, en lugar de llegar al Puerto de Santa María, se apeó en Jerez. Pedro Pacheco le recibió en el Ayuntamiento y estuvo con él largo tiempo, hasta que el poeta se revolvió inquieto y le preguntó: "¿Y el alcalde, cuándo viene?". Con poco más de 30 años, era uno de los regidores más jóvenes de España, y aún no había dicho la frase que le hizo célebre: "La justicia es un cachondeo". Luego se entreveró de tal forma en el paisaje jerezano que durante 24 años (y cuatro más de agonía) ha sido el tercer pilar del tópico que define a esta tierra: vino, caballos y Pacheco.
A la polémica que levantó la proclama contra la autoridad judicial -que le valió una condena de inhabilitación por desacato, revocada posteriormente por el Tribunal Supremo- le siguieron decenas. Con todos los frentes. Corredor de maratones, impetuoso hasta el estrambote, original, emprendedor e incontenible, Pedro Pacheco ha sido uno de los políticos más particulares de Andalucía en sus años de democracia.
Desde el minuto uno, sus relaciones dentro de la fuerza política que le ha dado cabida más tiempo, el Partido Andalucista (PA) -las otras dos formaciones, el PAP y el nuevo PSA han sido proyectos personalistas y eventuales-, fueron atronadoras. Rastrear la hemeroteca es seguir una senda de crisis, expedientes y resoluciones de los que Pacheco casi siempre salía indemne, sostenido por su incuestionable predicamento en Jerez y el tirón en las urnas (bajo su cartel se han conseguido los mejores resultados del PA en el ámbito autonómico). No sin dejar tras de sí un rosario de denuestos como para hacer una antología contra el adversario circunstancial, casi siempre Alejandro Rojas-Marcos, otra personalidad política merecedora de análisis, con quien se disputó el liderazgo del PA durante 20 años. En el último encontronazo los destrozos fueron irreparables. Le presentaron como candidato a la Junta en 2000, pero para hundirlo. Se recorrió Andalucía desasistido del abrigo orgánico, en su coche particular, con cuatro amigos que le seguían en un monovolumen como a un torero su cuadrilla. La aventura del PSA le sirvió únicamente para mantenerse en Jerez
Sus enemigos le atribuyen un carácter megalómano, jactancioso, fatuo, pero también le reconocen ingenio, visión política, sagacidad y vanguardismo. Y es precisamente en Jerez donde más se ha notado lo bueno y lo malo. Una vez fuera del escenario y, sobre todo, fuera de juego, los balances positivos sobre su gestión se imponen a los negativos: "Pacheco puso a Jerez en el mapa", sentencia un observador que se dice imparcial, quien también destaca que ha sido uno de los alcaldes más viajados de España en busca de ideas nuevas y proyectos.
Mientras ejerció de portavoz en el Parlamento autonómico, Pedro Pacheco ponía siempre una guinda de solidez con discursos bien construidos, a los que deslucía su peculiar dicción (eses donde no las hay e inundación de zetas). La desmesura verbal le enfrentó con casi todos: a Manuel Chaves le llamó "vago e inútil", a Alfonso Guerra, "soplapollas"; a Rojas Marcos, "malversador; a Antonio Ortega, "monaguillo"; y a un gobernador civil de sus inicios, "chorizo". Sin embargo, lo que más se le reprocha no es eso, si no haberse ido tarde, por la puerta de atrás, vencido por el tiempo.
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