Cacerolada para ejercer la prostitución
Las meretrices protestan contra los cortes de tráfico por las noches en la Casa de Campo
"Un espacio para mi trabajo, ¡carajo!", decía la pancarta que agitaba ayer Selena. Esta prostituta ecuatoriana y una treintena de sus compañeras reunidas por el colectivo Hetaira se juntaron ayer ante la sede del Ayuntamiento para pedir que cambie la política municipal hacia ellas. Las mujeres y transexuales, en su mayoría inmigrantes suramericanas, gritaron sus consignas, pitaron y le dieron a la cacerola.
La protesta, suscitada por la extensión de los cortes nocturnos del tráfico en la Casa de Campo que las desplazan a ellas y a sus clientes a otros lugares, busca el objetivo más ambicioso de pedir el fin del hostigamiento que sienten, dicen, por parte del Consistorio. Carolina, ecuatoriana de 32 años, lo explica: "La policía baja a los clientes del coche y los identifica; este país es, entre comillas, libre y democrático; así se restringen los derechos de todos".
El Ayuntamiento adoptó en el último mandato la política de mano dura contra la prostitución siguiendo el ejemplo de Suecia donde la ley persigue al cliente, al que se considera cómplice de la explotación sexual. En Hetaira creen, sin embargo, que la prostitución es un trabajo y que la Constitución protege su ejercicio.
Cristina Garaizábal, la presidenta del colectivo, calificó la política de "acoso" de "puritana y moralista" y criticó a Concepción Dancausa, nueva concejal de Servicios Sociales. Ésta aseguró ayer por la mañana que seguirá la política de su antecesora, Ana Botella, en la lucha contra la prostitución y ofrecerá una alternativa a las mujeres que quieran salir de ella. Añadió que "se lo pondremos más difícil al cliente", informa Efe. "Que deje su moral en casa y respete a los demás", replicó Garaizábal.
Pedro Calvo, concejal de Seguridad, respondió a estas palabras afirmando que "no es competencia de ninguna Administración garantizar un espacio para ejercer la prostitución".
En la cacerolada no estaba Nina, una prostituta nigeriana de microfalda blanca y tanga multicolor. Al día siguiente de los cortes en la Casa de Campo era la única que se disponía a trabajar en los alrededores del Lago. Tanto ella como varios trabajadores del parque aseguran que la Policía Municipal amplió el pasado 15 de junio los cortes de tráfico habituales desde hace tres años.
Dice Nina que los clientes de las meretrices han huido pero una portavoz del Área de Seguridad ha negado que esa barrera a la altura de la boca de metro sea nueva. "Hace tres años que no se puede cruzar la Casa de Campo por la noche y la única novedad es que el acceso a las pistas de tenis es ahora por otro lugar", asegura.
La conversación con Nina, desconfiada porque está acostumbrada a ir al grano, es corta, y complicada, porque no habla bien el castellano. "Trabajo no. No mucho. No se puede. Cortan todo".
De vuelta en la plaza de la Villa, Garaizabal considera inadmisible "que el Ayuntamiento persiga la prostitución de un lado a otro". "Necesitamos un sitio seguro, iluminado, de fácil acceso, con baños y lugares para asistir a las mujeres", zanjó.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.