"Nos exigen mucho"
Jerónimo Cruz Serrano, un agricultor de 53 años, ha recibido con cierto escepticismo la normativa medioambiental. Unos 250 olivos de su propiedad (el 30% de todos los que tiene) se encuentran ubicados sobre pendientes superiores al 15%, lo que le va a impedir a partir de ahora labrar la tierra con el fin de no alterar la tierra y frenar así la erosión. El suyo es uno de los muchos casos que hay en su pueblo, La Guardia (Jaén), donde buena parte de las explotaciones agrarias se encuentran sobre un terreno muy quebrado.
Para Jerónimo, la prohibición de labrar las fincas con pendientes superiores al 15% "es una medida que no está mal para retener las tierras y frenar la erosión". De hecho, admite que desde que en sus fincas no se labra y se ha dejado crecer la hierba la tierra se mantiene cada vez que hay una tormenta, algo que no ocurría antes.
Ahora bien, cree que hacen falta "contraprestaciones" para hacer frente al problema que se va a derivar de esa prohibición: el crecimiento abundante de las hierbas y jaramagos junto a los olivos. "La verdad es que nos exigen mucho, pero no nos dan ayudas para acabar con las malas hierbas", se lamenta Jerónimo, casado y con dos hijas y que es secretario de la cooperativa oleícola San Sebastián, de La Guardia. Según él, la abundancia de hierbas y matorral como aliados para frenar la erosión se puede convertir, por otro lado, en otro aliado perfecto para los incendios forestales.
Hace dos años, Jerónimo solicitó ayudas agroambientales para eliminar esas hierbas, pero fueron insuficientes. "Todo lo que no sea entre 800 y 1.000 euros por hectárea no compensa, porque los costes de explotación en las fincas con pendientes son más grandes y es difícil encontrar empleados que quieran hacer ese trabajo, ya que no se puede recurrir a las máquinas por lo escarpado del terreno", apunta este olivarero de Jaén.
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