Europa y el asedio de Gaza
Naciones Unidas cierra todas sus obras ante el embargo de cemento
En Palestina no existe población civil. Por lo menos no existe en Gaza, donde todo parece permitido a la hora de deslegitimar a Hamás. Lo último es que el cerco, el asedio a la franja, está impidiendo incluso que la UNRWA (la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos) disponga de los mínimos materiales necesarios para reconstruir escuelas, rehacer centros de salud, arreglar alcantarillas o levantar viviendas con las que mejorar las condiciones de hacinamiento en que viven miles de personas. Peor todavía, dado que Israel impide que llegue siquiera cemento, la UNRWA ha tenido que cerrar todas sus obras y dejar sin ingresos a las 120.000 personas que subsistían gracias a esos pequeños salarios.
Israel sólo autoriza el paso de paquetes de comida: nada de materiales básicos que permitan reconstruir escuelas o centros de salud
Mientras todo esto sucede, en la Unión Europea el gran tema de discusión esta semana ha sido de orden interno: ¿hasta qué punto está furioso Javier Solana, coordinador de la política exterior de la UE, con la carta que 10 ministros europeos, entre ellos el español Miguel Ángel Moratinos, han enviado a Tony Blair animándole a asumir todo el protagonismo en los asuntos de Oriente Próximo y planteando una serie de objetivos que no han consultado con Bruselas?
La carta habla, en su último punto, de la conveniencia de abrir la frontera de Gaza con Egipto, pero, por supuesto, no menciona los derechos de la población civil, pregonados durante años y desaparecidos ahora en el sumidero del nuevo lenguaje internacional.
Nadie podrá decir dentro de unos años que no se sabía lo que estaba pasando con la población civil de Gaza. Los responsables de la agencia de la ONU, un organismo que no debería despertar sospechas, por más que muchos israelíes se hayan empeñado en desacreditarla, lo están contando día a día, con creciente angustia. "Éste es un trabajo humanitario vital, que incluye reconstruir conductos de agua potable, conducciones sanitarias, centros de salud... Son trabajos imprescindibles con grandes implicaciones para la salud pública. Y son trabajos que ayudarían a la vida de decenas de miles de niños, porque, si las escuelas no están terminadas a tiempo, son ellos quienes pagarán el precio más alto", explicaba John Ging en un comunicado internacional difundido la semana pasada por la UNRWA.
Por lo que se ve, a Israel no le molesta especialmente que no se levanten escuelas de la UNWRA en Gaza porque está convencido de que sólo sirven para predicar el odio contra Israel. De nada vale que la propia ONU asegure que los nuevos libros de texto palestinos hayan sido objeto de todo tipo de análisis sin encontrar nada parecido. Incluso un informe elaborado a petición de la Embajada de Estados Unidos en Tel Aviv reconoce que han hecho un esfuerzo extraordinario: "La orientación general de los libros de textos palestinos es pacífica, pese a la situación de violencia que exhibe la realidad en la calle. No incitan abiertamente al odio contra Israel ni contra los judíos. No incitan abiertamente al odio ni a la violencia. La tolerancia política y religiosa se enfatiza en múltiples contextos y en buena parte de los textos".
Tampoco ha encontrado odio el profesor Natham Brown, de la Universidad George Washington, que, harto de tantas acusaciones, se limitó a resumir: "Los libros de texto palestinos no se comparan desfavorablemente con el material que recibe mi hijo como estudiante de cuarto grado en un colegio de Tel Aviv".
Paquetes de comida
Pese a todo, la opinión pública europea parece tranquila. Israel no permite que los habitantes de Gaza vivan como seres humanos, pero tampoco va a dejar que se mueran directamente de hambre. La UNWRA comunica que está autorizada a seguir distribuyendo entre las familias palestinas paquetes de comida con el siguiente contenido: 50 kilos de harina, 5 de arroz, 2 de azúcar, 2 litros de aceite, 1 kilo de leche en polvo y 5 kilos de lentejas.
Anticipando lo que iba a suceder, la UNRWA pidió en abril más fondos de emergencia. España dobló su aportación hasta los cuatro millones de euros, cantidad que se suma a los 6,2 millones con que contribuye al presupuesto general de la agencia. Otros países hicieron lo mismo. Bien está, pero no oculta el hecho de que nadie se atreve a mencionar las palabras malditas: vulnerar hasta esos extremos los derechos de la población civil es, o por lo menos era hasta hace poco, un crimen castigado por el derecho internacional. ¿Va a negar Europa para siempre el concepto de población civil? ¿Va a olvidar que esa población civil tiene derechos reconocidos internacionalmente?
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