"La danza es sacrificio y volver a empezar"
Jesús Pastor vuelve de Nueva York para bailar con su maestro, Víctor Ullate
No parece que hubieran pasado casi diez años. La complicidad entre Víctor Ullate y Jesús Pastor está intacta, porque hay bastante más amistad además de la relación profesor-discípulo, que en ballet es algo sagrado. Hay algo verdaderamente paterno filial. Ahora Jesús ha vuelto temporalmente este verano a Madrid y ha aceptado la propuesta de Ullate de ser el protagonista de la versión de Coppélia, que pone su compañía en el teatro Gran Vía hasta el 2 de septiembre.
Las vidas profesionales de Jesús Pastor y Víctor Ullate están entrelazadas por multitud de idas y venidas del cambiante y dinámico mundo de la danza. Jesús ha sido uno de sus discípulos más notorios de los últimos años (y el que más ha vuelto al maestro) y de los que han despuntado en firme hacia una carrera internacional: Reino Unido, Suiza, Norteamérica, pero la tierra le llama: "Jesús es muy español, siente España en el buen sentido, quiero decir. ¡Hay que ver cómo bailaba nuestro Don Quijote!".
Jesús Pastor. Eso es verdad. Yo aquí me siento mejor que en ningún sitio.
Víctor Ullate. Aunque el panorama del ballet en España no sea prometedor. Es verdad que se programa mucho ballet, pero no tenemos aún una gran compañía asociada a un teatro de ópera, como ocurre en todos los países de nuestro entorno cultural.
J. P. En eso le doy la razón a Víctor, y es una pena. Ahora yo me quedaré en alguna compañía europea, seguiré bailando clásico unos años, después me dedicaré a experimentar con el ballet moderno; y el reencuentro con Ullate ha sido emocionante. Siempre lo es. Primero nos hemos dicho las cuatro cosas de rigor, y luego, a trabajar, que es lo nuestro.
V. U. Es mi niño. Con él me siento como un padre. Cuando estaban todos los de su generación en la compañía había rivalidades entre ellos, y eso era normal, porque yo también, como maestro (y como padre) tenía mis preferencias, aunque siendo sincero, a todos los tengo en mi corazón de una u otra manera.
J. P. Yo creo ya que en el ballet como en la vida cada uno tiene que luchar por ello. Hoy lo veo más objetivamente
V. U. Entonces erais muy jóvenes; ahora habéis madurado y valoráis mejor lo que se os ha dado. Yo recuerdo cuando poníamos el ballet de Nils Christrie, que estaban en escena Tamara Rojo, María Giménez, Lucía Lacarra, Ángel Corella, Igor Yebra, Carlos López, Ana Noya, Joaquín de Luz, Rut Miró, Víctor Jiménez, tú mismo, la gente y los críticos se quedaban con la boca abierta, decían: "¡Es como la Ópera de París... pero más críos!".
J. P. Si un día nos juntáramos, mejor que mejor...
V. U. Pero eso es ya muy difícil, yo diría que casi imposible; por su naturaleza, el español no es de trabajar en equipo, sino de su búsqueda individual.
J. P. Cada uno ha cogido su camino y se ha hecho su propia historia, pero es un sueño bonito...
V. U. El ballet siempre es así, como tampoco hay perfección, que siempre se puede interpretar mejor. En la danza todo es sacrificio y volver a empezar.
J. P. Ésa es una de las exigencias más duras del ballet clásico, y de toda la danza... la verdad.
V. U. Pero tú tienes una morfología muy agradecida y eres muy artista. Aquí llegaste después de vacaciones, y en una semana ya estabas totalmente en forma y bailando espléndidamente.
J. P. Ya me pasó otra vez, ¿te acuerdas? Cuando vine para bailar El pájaro de fuego y Nomus Alpha, de Béjart.
V. U. ¡Claro que me acuerdo! Y también de que Béjart no quería que te fueras de Lausana después de hacer el Pájaro.
J. P. Ése es uno de los recuerdos más profundos que tengo; después de bailar, Béjart vino llorando y me dijo: "¡Quédate!", pero yo me fui. Quería otras cosas... y pensé que tú habías estado con él tantos años en Bruselas; era como un círculo.
V. U. Es lo que tenía que ser. Béjart me dijo que no entendía por qué se le iban los bailarines, me lo decía con auténtico dolor. Yo lo entiendo, es inevitable. Balanchine decía que cada temporada tiene su flor, como en la naturaleza.
J. P. Pero yo he vuelto. La decisión de dejar Nueva York fue dura, pero he recuperado la sonrisa y felicidad personal.
V. U. Y eso también es importante a la hora de bailar...
J. P. Yo estoy muy orgulloso de Víctor; es mi maestro, y siempre lo diré, es quien me ha enseñado todo. No puedes olvidar de dónde vienes, no es realista. Por eso estoy aquí.
V. U. Como maestro, disfruto con sus triunfos estén donde estén, pero la parábola del hijo pródigo también me gusta mucho.
Víctor Ullate
Oriundo de Zaragoza (9 de mayo de 1947), estudia con María de Ávila hasta que se integra en el ballet de Antonio Ruiz Soler en 1961. Tres años más tarde, Maurice Béjart le selecciona para su Ballet del Siglo XX de Bruselas, donde destaca como protagonista de creaciones como Gaîté Parisienne en 1978, donde encarna al propio Béjart. En 1979 regresa a España para fundar el Ballet Nacional Clásico, y en 1983 crea su propia escuela, de donde surge su compañía en 1988 y donde forma una generación de estrellas internacionales. Desde 2000 se enfrasca en una fundación para la formación de profesionales y la ayuda a los niños emigrantes con vocación dancística.
Jesús Pastor
Jesús (Madrid, 7 de mayo de 1976) inició su formación de bailarín con 9 años en la escuela de Ullate, formando parte de la compañía en 1992, hasta llegar a solista en 1996. En 1995 había ganado la medalla de oro de Eurovisión para jóvenes bailarines. En 1998 se integra en la Compañía Nacional de Danza que dirige Nacho Duato. En 2000 se marcha al Ballet de Escocia, donde protagoniza el Aladino de Robert Cohan y el Romeo y Julieta de Robert North; en 2001 se incorpora al English National Ballet de Londres, donde baila el repertorio de Nureyev. En 2002 gana el Premio Benois de la Danza en Moscú, y en 2003 se establece en Nueva York.
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