El oro, a siete segundos
Erika Villaecija, la mejor baza española en natación, nada 15 kilómetros diarios para rebajar su marca de 800m y optar a medalla
Es una mañana de enero en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat. Son las diez de la mañana. La cafetería es un trasiego de atletas adolescentes y adultos cuando aparece Erika Villaecija. Acaba de desayunar un tazón de cereales, un vaso de zumo y un bocadillo de jamón dulce con pan Bimbo "más blandito", dice, que otros panes. Lleva el pelo largo y suelto y el chándal refuerza su aire de colegiala. Está más delgada que otros años y en sus ojos transparentes perdura el brillo indagador de siempre. Tiene 23 años y es lo más parecido a la matriarca de la natación española. Desde los 15 vive interna en el CAR. Desde que se sienta a la mesa no tarda ni diez minutos en confesar el sentido de la tarea que le ocupa esa mañana y casi todas las horas de casi todos los días desde hace unos meses. "Mi objetivo es entrar en la final de los 800 [metros libres] de Pekín y nadarla en 8m 20s", dice. La marca, al alcance de unas diez nadadoras en todo el mundo, no es cualquier barrera. Brooke Bennett, campeona en los Juegos de Sidney 2000, fue la única mujer que la rebajó en una final olímpica. Las demás campeonas no hicieron menos de 8m 22s.
Sólo cinco mujeres en la historia han conseguido nadar los 800 en menos de 8m 20s y una de ellas, la alemana Anke Mohring, iba dopada. La marca es un prodigio y Erika pretende alcanzarla en un lugar y a una hora muy concretos: el Cubo de Agua de Pekín, el 16 de agosto. Si nadar 16 piscinas en 8m 20s es una tarea reservada para los que frecuentan los límites de la resistencia humana, hacerlo en unos Juegos supone un reto diabólico. Se necesita gente como Erika para una empresa así. Chicos y chicas que, como la nadadora de Horta, han disciplinado su vida para lograr que su organismo se transforme en una metáfora del sueño industrial.
"Duermo ocho horas", cuenta Erika; "me levanto todos los días a las 7.30. Me pongo el bañador, la ropa por encima, y una parca. A las 7.45 estoy en el agua. Salgo antes de que cierren el comedor, a las diez de la mañana, para llegar a desayunar. Luego, estudio en la habitación. Estudio Psicología a distancia. Ahora preparo un examen de Psicología Social, que no me gusta mucho. Pero antes, a las doce, tengo entrenamiento en agua. Unos 7.500 metros por la mañana y otros 7.500 por la tarde".
El cuerpo responde al rigor. Joan Fortuny, el entrenador de Villaecija, es un especialista en forzarlo. Incluso tuvo fama de desalmado. Una de sus antiguas pupilas llegó a denunciarlo públicamente. Le acusaron de insensible. Lo cierto es que la única nadadora que resiste los embates de Fortuny es Erika. También es la única española que ha conseguido competir al máximo nivel internacional en la última década, a excepción de Nina Yivanévskaia, rusa nacionalizada.
Erika explica que la intensidad es el único modo de capacitar al cuerpo para el trauma de la competición. "A medida que se acerca una carrera, hacemos menos volumen y más calidad", dice; "por ejemplo, 30 series de 50 metros saliendo cada 40 segundos. Si nado cada serie a menos de 35 segundos, me quedan cinco para descansar. Si me retraso, descanso menos. Cuanto menos descansas, más difícil es sostener el ritmo. Por eso te esfuerzas. Te agotas. Pero es la única manera de adaptar el cuerpo al ritmo de prueba. Cuanto más lo trabajes, más lo mecanizas".
Fortuny siempre va igual. El pelo plateado, peinado hacia atrás; la piel bronceada, unas gafas de sol impenetrables, camiseta oscura y vaqueros lavados. "Hay nadadores que son un fastidio porque te obligan a vigilarlos", advierte; "Erika es al revés. Nunca temes que se quede dormida. El día que no va al ritmo se cabrea muchísimo".
Las condiciones de la natación son sólo soportables por gente con un carácter especial. "Los nadadores están obsesionados con evadirse", observa Erika; "en la piscina estás sumergido en otro mundo. Sola, sin tiempo para hablar con tus compañeros. No es lo mismo que estar en una pista de atletismo porque allí vas mirando gente. En la piscina estás metido en una burbuja. Si tienes un problema, le das mil vueltas".
La proximidad del día más importante de su vida no la paraliza. Al contrario. Dice que utiliza la presión como vía de escape para sus problemas personales: "Este año, si tengo un problema o lo que sea, me apoyo en la natación y en los Juegos para ocuparme de lo que realmente vale. No hago entrenamiento psicológico. Estudio psicología y me aplico las técnicas a mí misma".
A las diez, cada noche, los atletas del CAR se reúnen al calor de la caja boba. Buscan algo parecido a un masaje relajante. Erika no es la excepción. "Veo todas las series. Mis preferidas son Los Hombres de Paco y House, por este orden".
Al cabo de la jornada, House, Paco, Fortuny, la psicología, las pesas, el reloj, el agua, el sueño, las lentejas y la dorada al horno son hitos en un esquema cuyo fin es parar el cronómetro siete segundos antes. La chica es optimista: "En los Mundiales de Melbourne nadé los primeros 800 de la final del 1.500 en 8m 31s. Después hice 8m 27s en la final del 800. Fue mi mejor marca personal. Pero los 8m 31s del 1.500 me demostraron que no fui a mi mejor ritmo posible".
Erika, un canto a la producción, sueña con producir un oro en Pekín nadando los 800 metros en 8m 20s.
Erika Villaecija
- Nació el 2 de junio de 1984 en Barcelona.
- Mide 1,77 metros y pesa 59 kilos.
- Vive desde los 15 años en el CAR de Sant Cugat.
- Acabó quinta en la final de los 800m libre de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y sexta con el relevo de 4x200.
- En los últimos Mundiales, en Melbourne el año pasado, rozó por dos veces la medalla: acabó cuarta tanto en la final de los 800m como en la de los 1.500m.
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