La genial herencia de Peter Sauber
La segunda plaza de Heidfeld confirma que el túnel de viento que posee BMW es un tesoro
Segundos antes de subir al podio, los tres primeros clasificados del Gran Premio de Australia se felicitaron en una habitación interior contigua a la terraza. Mientras Lewis Hamilton y Nico Rosberg brincaban abrazados, Nick Heidfeld se reponía, botellín de agua en la mano, desparramado en una silla. Estaba fundido. Y seco. El motivo iba más allá de la salvaje solana que cayó sobre Melbourne: 36 grados al inicio de la carrera. Nada más comenzar y en comunicación con el taller de BMW, el alemán informó de que no podía beber agua porque el tubito que permite que los corredores se hidraten mientras conducen estaba roto. Circulaba calado porque el líquido se había desparramado por el cockpit (habitáculo).
"Nuestro túnel nos permite probar coches a escala real", afirma el director del equipo
"En el invierno tratamos de esconder el verdadero potencial del bólido"
Una hora y media más tarde, Heidfeld ni se acordaba del calvario que pasó. El segundo puesto que consiguió sobre el asfalto de Melbourne -su octavo podio- bien valió el sofocón. El resultado, además, confirma los augurios de la pretemporada que daban por seguro un paso al frente de BMW. "Hemos resuelto los problemas que teníamos con el coche", dijo Heidfeld, que en todo momento sintió el aliento de Rosberg en su cogote. "Tuve que contener sus intentonas, lo llevaba justo detrás", resumió el germano, que, a sus 30 años y en su octava temporada en la fórmula 1, ya sabe cómo controlar un vehículo sin control de tracción: "Esperaba que fuera más difícil, la verdad".
Por lo que se vio en la pista australiana, el F1.08 aún no está listo para medirse en corto al McLaren MP4/23. Pero poco le falta. Desde que el fabricante alemán adquirió el equipo Sauber en junio de 2005, la progresión de sus bólidos ha sido constante y continua. Sobre todo, en el aspecto aerodinámico -basta echar un ojo al revolucionario morro en forma de flecha que luce el monoplaza de esta temporada. Y es que en el desarrollo de los nuevos BMW ha jugado un papel decisivo el túnel de viento que en su día mandó construir Peter Sauber y que fue uno de los principales motivos de peso que motivaron la operación.
"Nuestro túnel de viento nos permite probar monoplazas a escala real e incluso colocar dos modelos, uno al lado del otro", destaca Mario Theissen, el responsable del equipo. El túnel está conectado a un superordenador, el más potente de la fórmula 1, que permite simular el flujo de aire que circula a través del coche. Así se retoca el automóvil y se optimiza su diseño aerodinámico.
En los distintos ensayos que se han llevado a cabo durante la pretemporada, BMW ha ido jugando al despiste. Los dos pilotos oficiales, Heidfeld y Robert Kubica, combinaron pruebas impresionantes con otras mucho más discretas. Y todo, para que nadie pudiera adivinar el potencial real que ayer exhibieron los bólidos blancos y azules. "Durante todo el invierno hemos escondido la potencia real del coche", afirma una fuente del equipo bávaro. "Sólo fuimos al límite en unos tests que hicimos en Valencia, pero los tiempos que dimos a la prensa no eran reales", reconoce el técnico, que destaca el talento y el esfuerzo de los pilotos. "Si Robert no hubiera tenido el accidente con Nakajima, lo más probable es que hubiésemos conseguido el segundo y el tercer puesto".
Si el potencial de BMW ya se adivinaba, la tercera plaza de Rosberg -su primer podio- sorprendió algo más. El año pasado, a medio curso, la escudería británica se reorganizó e incorporó a Ron Nelson, procedente de Renault, como operador de pista. Según parece, el cambio estructural le ha ido de fábula y el motor Toyota que incorporan sus monoplazas desde la temporada pasada comienza a funcionar bien. "Lo he dado todo en una carrera que ha sido muy dura, en un circuito urbano y con un calor tremendo", se felicitó Rosberg, de 22 años, la revelación del pasado Mundial; "este resultado me anima a seguir creciendo con Williams".
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