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Golpe a las 'hipotecas basura'

Un desastre financiero que dejó un agujero de 250.000 millones

Los expertos no descartan que lo peor esté por llegar

Íñigo de Barrón

"Lo peor de esta crisis es que después de casi un año, todavía no sabemos si estamos en medio, al final o en el principio". Con esta frase resumía un director financiero de una de las grandes entidades españolas el despiste y la inquietud que produce la crisis. Lo cierto es que ni los más veteranos habían visto una sequía tan severa en los mercados financieros. Las noticias que llegan cada día, con nuevas pérdidas en los bancos internacionales, no hacen presuponer que la tormenta se haya despejado. La gran redada realizada ayer en Estados Unidos con 406 acusados de fraude, complica aún más la situación.

Ni siquiera los bancos que tienen liquidez están tranquilos
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La crisis financiera que se inició con la fuerte morosidad de las hipotecas estadounidenses de baja calidad y alto riesgo (subprime) se ha extendido a otros activos. Ahora también se han contaminado los mercados hipotecarios de primera clase, las hipotecas de locales comerciales, el crédito al consumo y el crédito a empresas.

Esta capacidad de transformarse y expandirse provoca que esta crisis parezca una epidemia imposible de detener. A medida que estos mercados se hunden, los activos financieros que se basan en ellos se deprecian. Esos activos están en las carteras de muchos grandes bancos internacionales, que necesitan más y más provisiones. Las entidades parecen incapaces de detener la sangría. Hasta el momento, los grupos bancarios más afectados han reconocido pérdidas por valor de 246.300 millones.

Los análisis de las autoridades supervisoras internacionales están fallando. Primero dijeron que cuando se auditaran las cuentas de los grandes bancos se sabría el tamaño del agujero de las hipotecas basura y los productos financieros contaminados. Craso error. Pasó enero, febrero, llegaron las auditorías, se cerró el primer trimestre y, tras casi concluir el segundo, las pérdidas y provisiones siguen castigando a los bancos. Primero se calculó que serían 380.000 millones de euros. Luego el FMI reconoció un agujero de 610.000 millones.

Lo cierto es que el mercado no funciona. Los bancos no se prestan dinero porque todos desconfían de la salud financiera de sus rivales. Esta situación provoca que ninguna entidad esté a salvo. Ni siquiera los bancos a los que la crisis ha cogido con los depósitos de liquidez llenos están tranquilos. Son conscientes de que si empiezan a caer unos, acabarán ellos con problemas. Esta situación se ha trasladado a las empresas -es decir, a la economía real- al acelerar la caída del mercado inmobiliario. Las economías de los países desarrollados se han enfriado de golpe.

El Banco de Inglaterra acudió en ayuda de Northern Rock. La Reserva Federal de EE UU hizo lo mismo con Bear Stearns, un banco de inversión que, como sus competidores, no estaba ni siquiera supervisado.

Hasta ahora la crisis ha costado el puesto a los ejecutivos de Merrill Lynch, Citigroup, UBS y la aseguradora AIG, entre otros. Los nuevos responsables reconocen que tampoco saben cuánto falta para cerrar esta crisis.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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