_
_
_
_

Crisis demográfica: los españoles en edad de trabajar caen en casi un millón en seis años

La llegada de dos millones de extranjeros evita el impacto en la economía del envejecimiento de la población

Los trabajadores del barco 'Nosa Madre Rosaura', con base en el puerto de Burela (Lugo), originarios de Indonesia, Cabo Verde y Senegal.
Los trabajadores del barco 'Nosa Madre Rosaura', con base en el puerto de Burela (Lugo), originarios de Indonesia, Cabo Verde y Senegal.ÓSCAR CORRAL

El invierno demográfico ya está aquí. Llama a la puerta con aldabonazos inapelables: según el censo continuo del Instituto Nacional de Estadística (INE), desde enero de 2019 se han perdido unas 930.000 personas nacidas en España en edad de trabajar, entendido como el grupo con edades entre 20 y 64 años. No obstante, esa pérdida de capital humano se ha visto más que compensada en números por la llegada de foráneos: en esas mismas edades el colectivo de los nacidos en el extranjero creció durante el mismo periodo en unos 2,1 millones. Sin ellos no se podría haber mantenido el dinamismo del mercado laboral y la actividad económica se habría resentido.

El envejecimiento de la población española avanza lento pero inexorable, como un gran transatlántico. Y está redibujando con una fuerza demoledora el funcionamiento de la economía. Ya nada será igual: en 2024, según la Encuesta de Población Activa (EPA), de los 468.000 puestos de trabajo que se crearon, solo 59.000 fueron ocupados por nacionales. El 88% del empleo generado el año pasado se debió a trabajadores extranjeros o de doble nacionalidad. Y bajo esta realidad subyace otra que explica este auge del empleo inmigrante: en 2024, con datos de la EPA, se perdieron 335.000 personas de nacionalidad exclusivamente española en la franja de población entre 25 y 54 años, supuestamente la edad óptima para la actividad laboral, mientras que aumentaba en 258.000 la que tiene más de 55 años.

Conforme envejece la generación del baby boom español, aquella que nació entre finales de los cincuenta y finales de los setenta, el grueso de la población se desplaza hacia edades más cercanas a la jubilación y con menores tasas de actividad. La tradicional pirámide demográfica se está transformando de forma irremediable en una hucha con la parte ancha cada vez más arriba. Si nos remontamos a finales de 2019, según la EPA se han perdido 1,2 millones de población nacional en las cohortes entre 25 y 54 años. Al mismo tiempo, el segmento de 55 años en adelante sube en 1,17 millones.

Estos números muestran el acusado proceso de envejecimiento. Se trata de movimientos tectónicos que empezaron hace décadas y que son el resultado de las caídas que hubo en las tasas de natalidad hace 20 o 30 años respecto a las que había hace 50 o 60. Al baby boom le ha seguido un baby collapse. Y en gran medida explicaría, por un lado, el extraordinario avance de la población inmigrante en el mercado laboral y, por otro, los problemas de vacantes que señalan los empresarios.

Consecuencias del envejecimiento

El envejecimiento ya está sucediendo y sus efectos son inevitables. Provoca más bajas laborales, más colas en la sanidad, menos movilidad laboral y una menor productividad, ya que cuanto más trabajadores mayores hay, menos se innova y menos tecnología se usa. Afecta a los tipos de trabajo que se pueden desarrollar y precisa formación para poder alargar las vidas laborales. Genera un consumo más reducido porque ya han adquirido muchos bienes duraderos, disminuyendo la demanda de productos que requieren más inversión como los coches. En la medida en que se acercan a la jubilación, engordan su ahorro. Impacta en la fiscalidad porque al consumir menos se ingresa menos por el IVA —en cambio, reúnen más patrimonio—. Y, sobre todo, plantea retos de primer orden para financiar las pensiones.

En cualquier caso, el fenómeno hace imprescindible la entrada de foráneos para paliar el declive demográfico. De hecho, los inmigrantes ya están aguantando el mercado laboral: de los 1,9 millones de empleos creados desde finales de 2019, 540.000 son nacionales, 850.000 extranjeros y 500.000 tienen doble nacionalidad —solo Ecuador, Colombia, Venezuela, Argentina y Uruguay copan el 75% de los de doble nacionalidad—. Es decir, los trabajadores de origen foráneo representan el 70% de la ocupación generada en el último lustro.

Una aportación superior a los 60.000 millones

Valgan unos cálculos aproximados: si se toma el PIB, entre 2022 y 2024 la ocupación ha supuesto 8,8 puntos del crecimiento. Dado que alcanzan un 70% del empleo creado y que sus salarios son casi un 30% menores, esto significa que pueden haber supuesto más de 4 puntos del avance registrado en la economía durante el último trienio. En euros su aportación al PIB superaría los 60.000 millones.

Esto explica parte del crecimiento diferencial de la economía española respecto a la atonía de la zona euro. Una economía puede crecer básicamente por dos motivos: o pone a más gente a trabajar o hace más con lo que ya tiene, es decir, mejora su productividad. En este caso, España está tirando más a fuerza de traer gente de fuera que trabaje. Esto tiene efectos sobre el crecimiento per cápita, que en realidad no está avanzando tanto como lo hace el conjunto de la economía y, en parte, explica esa sensación de que tras la crisis inflacionaria todavía queda por recuperar algo de poder adquisitivo en algunos grupos.

Sin embargo, una economía que crece a golpe de incorporar efectivos tiene numerosas ventajas: comparen dos tribus que deben 50 sacos de grano cada una. Las dos cuentan con 50 miembros. Pero en la primera pasa el tiempo y duplican el grupo hasta las 100 personas. En cambio, en la segunda su población se estanca. Aunque ambos clanes siguen debiendo lo mismo, ahora el esfuerzo del primer colectivo para pagar su deuda se ha reducido a la mitad. Toca a medio saco por cabeza. Su capacidad para generar riqueza es mayor simplemente a fuerza de sumar efectivos. En el segundo tendrán que sufrir más para devolverla.

Es la ventaja de atraer población: genera más recaudación que permite pagar las pensiones y la deuda, hace que las empresas ingresen más y capten una mayor inversión, y facilita los ajustes porque cuando el mercado de una empresa crece mucho basta con congelar gastos y salarios para recuperar la competitividad. En cambio, con unos crecimientos bajos el margen es menor y obliga a recortar, lo cual es siempre más traumático y tiene graves consecuencias sobre la desigualdad al perderse empleo en lugar de salario. En definitiva, los tamaños importan.

Las personas de origen extranjero han pasado de ser el 14,6% de la población al 20,9% en ocho años. Aunque hay países que todavía tienen una proporción algo mayor, desde 2016 solo Noruega entre los europeos ha elevado más su porcentaje de inmigrantes respecto al total de la población. Pero es en las regiones motores de la economía española donde la tendencia se agudiza. Sobre todo si se pone el foco en los menores de 44 años: en Madrid los no nacidos en España suponen el 42% de la población entre 25 y 34 años. Y el 37% entre los 35 y 44 años. En Cataluña las cifras son incluso mayores: llegan al 44% y al 40% de esos grupos, respectivamente.

A pesar de la llegada de inmigrantes, el paro ha caído en casi 600.000 individuos frente a 2019. Y toda la reducción del desempleo son nacionales, dice Miguel Ángel García, investigador de Fedea y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. El grueso del empleo inmigrante va a trabajos que los españoles no demandan o lo hacen en menor medida. Por lo general, según la radiografía que hizo el Banco de España en un informe de hace unos meses, proceden de Latinoamérica, tienen una edad media de 32 años y menos formación que los nacionales, aunque sus cualificaciones hayan mejorado en los últimos años, y se emplean en sectores y trabajos menos cualificados, como en la hostelería, agricultura, servicios del hogar y cuidado de personas, construcción y transporte. “Su tasa de actividad es una de las más altas de la UE y, a diferencia de lo que ocurre en otros países, es superior a la de los nacionales”, dice el supervisor. En el último año, solo la hostelería y la logística han abarcado casi la mitad del empleo creado en las cifras de afiliación. La reciente bonanza del turismo y las actividades de transporte no se habría sostenido sin ellos: se habría producido una escasez de trabajadores en esos sectores y se habría notado tanto en el PIB como en precios más altos.

Dicho esto, la naturaleza de los sectores en los que trabajan implica que no se mejora mucho la productividad, si bien es cierto que también liberan a trabajadores españoles más productivos que de no contar con ellos estarían cuidando de los hijos o los dependientes. Al elevarse el empleo en estos sectores menos intensivos en capital físico y tecnológico, hay proporcionalmente una menor inversión privada. Y también consumen menos por su menor renta: pese a que los exclusivamente extranjeros son el 40% del empleo generado, el aumento de la población foránea solo ha supuesto un 25% del incremento del consumo, según cálculos de Funcas.

La duda sobre este patrón de crecimiento es qué pasará si en algún momento hay un parón de la economía. En principio, parece una ventaja estructural el poder atraer tanta mano de obra que comparte lazos culturales e idioma. Pero también cabe el riesgo de que dejen de venir o se marchen, como sucedió en la pasada crisis financiera —que tuvo una dureza y duración inusitadas—, y entonces podrían acabar siendo procíclicos, agudizando la recesión. Aun así, la visión de los analistas en general es positiva: “En un shock negativo podrían brindar una mayor flexibilidad porque en lugar de producirse los ajustes mediante un mayor desempleo se podrían resolver con los movimientos de la población”, explica Manuel Hidalgo, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y miembro de EsadeEcPol.

Otra cuestión es si conllevan un chute fiscal a corto plazo pero acaban generando a largo un coste fiscal porque tributan unas cantidades inferiores al ganar menos. Esa visión no tiene en cuenta los fortísimos impactos macro y el deterioro económico y fiscal que habría en el contrafactual, subraya Hidalgo. Algunos estudios sobre Dinamarca y Holanda sugieren que la diferencia entre lo que aportan y reciben fiscalmente los inmigrantes es un coste para Hacienda. Si bien en su mayoría son datos de países donde los extranjeros pueden acceder a ayudas con mayor facilidad, hay más refugiados políticos y tienen barreras por el idioma. A España vienen por motivos económicos, hablan el idioma y presentan una mayor tasa de actividad y empleo que los españoles. Además, el sistema de ayudas está diseñado para que los inmigrantes tarden en poder acceder a ellas, pues primero hay que cotizar y residir un tiempo. Y, en todo caso, la segunda generación de latinoamericanos suele estar mucho más integrada respecto a lo que sucede en otros países.

España está recibiendo una inmigración que se integra con mayor facilidad, en unos números muy elevados sin que se hayan visto por ahora los problemas experimentados en otros países. Pero los expertos consultados también destacan los importantes retos que plantea, como atender las necesidades de vivienda, evitar guetos, mejorar la educación y la formación para dar oportunidades a las segundas generaciones y adecuar la formación de los que vienen a las necesidades del mercado laboral. De cómo se resuelvan dependerá la aceptación política de este modelo de crecimiento forzado por el envejecimiento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_