Entre la cinefilia y la decadencia
Las terrazas del Excelsior y el Hotel des Bains ya no son lo que eran, dicen los veteranos de la Mostra de Venecia. Este año casi no hay estrellas, y no se ve a los distribuidores, periodistas y productores estadounidenses tomando sus bellinis al atardecer. Sin negocios que hacer, ni estrellas a las que adorar, queda el cine. Pero en las salas de proyección, las desbandadas de periodistas a mitad de proyección se reproducen de forma masiva un día tras otro. La Mostra está triste. ¿Qué le pasa a la Mostra?
Si se les pregunta a los reporteros, la respuesta unánime es "aburrimiento". Nadie parece haberse recuperado aún de la frustración que generó, el primer día, la que fue quizá la rueda de prensa más inane de la historia. George Clooney y Brad Pitt resolvieron su visita al Lido con esa aparición de media hora. Así que muchos enviados especiales empiezan a preguntarse si, dada la escasez de material, sus medios querrán pagar el año que viene la fortuna que vale pasar 12 días en el Lido.
Variety alertaba hace un par de días sobre los efectos colaterales de la apuesta cinéfila de Marco Müller, el director de la Mostra. Su receta, que se puede resumir en "menos Hollywood y más cine de autor", ha traído al Lido a autores tan respetados como Abbas Kiarostami o Takeshi Kitano, gurús para gran parte de la crítica moderna, pero con un serio inconveniente: la dificultad para copar la atención mediática.
Hay, además, ausencias notables entre gente de la industria. Varios han optado por viajar a Toronto en vez de a Venecia. Entre ellos, la británica DDA, la distribuidora de Hong Kong Fortissimo Films, y las poderosas Fox, Miramax, Disney y Paramount. Por contraste, el año pasado, todas las majors lanzaron aquí sus favoritas a los Oscar.
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