El Ecuestre vota por primera vez
Borja García-Nieto y Juan Corominas se disputan la presidencia del elitista club social de la burguesía catalana
En la entrada del comedor principal del antiguo palacete modernista Casa Pérez Samanillo, sede del Círculo Ecuestre, hay un reloj de pared cuyas agujas marcan eternamente las seis. Y mañana, media hora más tarde, a las 18.30, se podrá votar por primera vez en el Auditorio Winterthur para elegir un nuevo presidente de este elitista y más que centenario punto de encuentro de burgueses con toque inglés, donde la corbata es obligada, al menos entre semana; donde la inscripción como socio cuesta 12.000 euros, con una cuota mensual de 70; donde, puestos a tener, el club tiene un senado, y donde manda, por encima de casi todo, la tradición.
La tradición dice que cuando toca renovar presidente, en este caso a Manolo Carreras, lo suyo es que no exista más que una candidatura. Pero esta vez hay dos aspirantes: el financiero con formación de abogado Borja García-Nieto, presidente del grupo Riva y García, y el ingeniero Juan Corominas, vicepresidente del Consejo Social de la Universidad de Barcelona y presidente de Sabadell Aseguradora. Preguntados uno y otro, coinciden: los resultados van a ser "ajustados".
Los cerca de 1.900 socios del Ecuestre (mujeres, no más de 130) viven de forma muy distinta su condición: unos se pasan la vida en el palacete, quedan a cenar con sus amigos el sábado -atuendo, blazer-, utilizan su pequeño gimnasio, asisten a sus actividades y conferencias -este año han desfilado por sus alfombrados salones desde el abad de Montserrat al dirigente republicano Joan Puigcercós, pasando por el psiquiatra Luis Rojas Marcos-. Otros son miembros -son conscientes de ello ambos candidatos- sólo porque "queda bien". O como plataforma de contactos. El Ecuestre está repleto de empresarios, abogados, profesionales liberales... Pero sobre todo, insisten García-Nieto y Corominas, es un "espacio de encuentro y de debate de ideas".
"La tradición dice que una junta sucede a la anterior de forma natural, que hay un solo candidato. Eso no significa estar en contra de la democracia interna.Es bueno... cuando las cosas funcionan bien", dice García-Nieto. A sus 49 años, pasa por ser el candidato continuista. "No, no me molesta, me molestaría ser continuista de una dictadura, no de un club que funciona", dice. La mitad de su junta viene de la junta anterior y en su día fue señalado como delfín por el senado del club.
"Este pronunciamiento molestó a muchos socios. Fue un error", opina Corominas, de 54 años, hijo del ex presidente del Banco Sabadell Juan Corominas Vila. Este candidato salpica su discurso con referencias al "cambio" y la "renovación", mientras que al tiempo subraya la necesidad de blindar la "tradición y el prestigio" del Ecuestre. Según afirma, tampoco "sentó bien a muchos" que la candidatura de García-Nieto llamara a filas en un club tan privado y no tan poblado a través de un anuncio en un periódico.
La elegancia del lugar sugiere juego limpio. Pues no tanto. Por lo bajo, el entorno de Corominas se muestra dolido cuando sus rivales extremistas le dibujan como un sobrevenido contrincante con mucho tiempo libre y hasta comunista, y el de García-Nieto hace lo propio cuando se saca a colación su condición de ex consejero de la cadena Cope y de derecha dura. "Sí, soy creyente, ¿y qué? ¡Este club es apolítico y no es religioso, aunque se hable de política o de lo que sea!", exclama. García-Nieto dimitió en la Cope, admite, precisamente porque se presentaba a estas elecciones.
Pese a todo, ambos hablan con respeto de su contrincante y ni se les ocurrirá borrarse del club si pierden en las urnas. Prefieren comentar sus programas: el de García-Nieto habla de mejorar los servicios y la interacción con los socios, la integración con los jóvenes, la internacionalización, la dinamización de ideas; la lista de Corominas, algo más concreta, aborda cómo enriquecer las actividades, mejorar las instalaciones, gestionar las finanzas, crear herramientas de comunicación con el socio y promover la relación intergeneracional (incluida la apertura de un bar ligeramente más informal). Gane quien gane, muchos socios están hartos de que les llamen por teléfono para pedirles el voto.
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