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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Montjuïc, vida y muerte

Montjuïc genera noticias estos días. Como suele ocurrir, son noticias buenas, no tan buenas e incluso rematadamente malas. Vayamos por las primeras, que levantan el ánimo, y dejemos para después las que lo desinflan.

Han florecido ya las mimosas en la montaña, y es una nota -amarilla- de confianza en que la primavera se acerca, a pesar del frío que está haciendo. Ha florecido también el Mirador de l'Alcalde, del lado de Levante, justo enfrente de lo que fue la entrada principal al parque de atracciones. El alcalde que empezó a urbanizar este lugar, en 1963, fue el notario José María Porcioles, el cual encargó la fuente al visionario ingeniero Carlos Buigas (1898-1979) -autor también de la Font Màgica e inspirador del célebre Doctor Franz de Copenhague que dibujaba su hermano en el TBO-, y la pavimentación de la explanada al artista Joan Josep Tharrats (1918-2001). Muy influido por el maquinismo de la época, Tharrats incrustó en la arcilla del suelo mecanismos industriales de desguace -ruedas dentadas, cadenas, tornillos, tuercas- junto con otros objetos trouvés, como culos de botella, cantos de río o trozos de ladrillo. Restaurado ahora todo ello, configura un rincón muy agradable del parque. La estación intermedia del telecabina deja justo delante.

Montjuïc genera estos días noticias buenas, no tan buenas e incluso rematadamente malas

De ese punto arranca el denominado paseo de los Cims en dirección al otro mirador, el del Migdia, que también es noticia. Resulta que allí, cada martes, hasta el 28 de abril, se celebran unas cenas al aire libre muy peculiares. Unas cenas a base de fondue: de queso, carne y frutas con chocolate. Previamente te dan un garbeo en calesa por los fosos del castillo en penumbra, lo cual da cierto yuyu, pero siempre puedes esconderte bajo la manta que te regalan. Fui al "pase de prensa" del evento... ¡el martes 13 de enero! Ni que decir tiene que no era un día sensato: el frío cortaba el aliento y manejar los palillos con guantes resultaba imposible, además de ridículo. Las estufas poco podían hacer. Pero con mejor tiempo puede ser agradable: el riesling alsaciano que te servían estaba riquísimo (precio por persona: 60 euros, teléfono 93 339 10 07).

Desde el Mirador del Migdia, amén del muelle de contenedores y de inflamables, se divisa otro paraje no mucho más animado, pero él también en la carrera por el titular: el cementerio. Una promotora ofrece a la venta, debidamente restaurados, panteones modernistas y neogóticos de ese cementerio y del de Poblenou. En el precio va incluido el desalojo de restos de los olvidados inquilinos anteriores. Mobbing hacia la fosa común, total nadie va a protestar. ¡Brrr! Pero el inmobiliario no está para remilgos y es verdad que es un patrimonio artístico que salvar en muchos casos.

En el lado informativo menos bueno de la montaña hay que poner al estadio olímpico. El miércoles acogió el último derby entre el Barça y el Espanyol, que la próxima temporada emigra a sus nuevas instalaciones de Cornellà. ¿Qué será de un estadio que tantas ilusiones históricas ha concentrado, pero que cíclicamente es atacado por el abandono? Las mesas de prensa que sirvieron en 1992, ahora desportilladas cuando no rotas, recuerdan demasiado lo que fue aquel recinto en la época de Porcioles y posteriores, hasta que se acometió la reforma olímpica. En fin.

Pero la peor noticia de todas es sin duda la despedida de la feria de la moda Bread & Butter, que hoy cierra sus puertas en la avenida de Maria Cristina y vuelve a su lugar de nacimiento, Berlín. La capital alemana ha ofrecido a la organización el histórico aeropuerto de Tempelhof. Aquí, el consejero Huguet, que lo es de Innovación, Universidades y Empresa, decía que no tenía confirmación oficial de una noticia confirmada hasta la saciedad, en lugar de ofrecer a tiempo, pongamos, la estación de Francia, otro lugar desertizado y sin destino conocido tras la marcha de la Pompeu Fabra a la Diagonal. Pero ésa será otra crónica.

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