7.000 gallegos siguen a oscuras
Cinco días después del ciclón, la luz aún no se ha restablecido al norte de las provincias de Lugo y A Coruña
Cinco días después de que el ciclón Klaus azotase la costa gallega, cerca de 7.000 familias gallegas seguían ayer a oscuras en el norte de las provincias de A Coruña y Lugo. A pocos metros de la carretera que bordea el litoral entre Ferrol y Cedeira, Maricarmen Penabad pasa las horas detrás de la barra de un bar desierto y en penumbra en la parroquia de Sequeiro (Valdoviño, A Coruña). Cuenta 120 horas sin agua ni luz y no quieren ni oír hablar de Unión Fenosa, la eléctrica gallega que los abastece.
"Llamas y te mienten" explica enfadada, "el lunes nos dijeron que en pocas horas tendríamos corriente. El martes lo mismo. Pasaron tres días y nada". Trabaja en un bar que ya no sirve comidas, y que a ratos, tira de un generador eléctrico que les prestó un vecino. No hay traída de agua en esta parroquia de la zona rural de Valdoviño y dependen del pozo eléctrico que desde las 21.30 del viernes, con las primeras rachas de viento, no suelta ni una gota.
El viento ha tumbado más de 25.000 árboles en toda la comunidad
"Por aquí no vino ningún técnico en cinco días", se queja una vecina
A pocos metros, hay una torreta eléctrica tirada entre eucaliptos y algunos cables sueltos. "Por aquí no vino nadie a mirar nada" insiste, "no vimos ni un técnico en cinco días". Enfrente, el mesón O Cabezal echó el cierre el pasado domingo, aunque a pocos kilómetros, algunas viviendas y negocios ya han recobrado el suministro. "Todo se ha perdido. Acabamos de tirar todos los helados", se lamenta Mari Carmen: "Comprendo que el temporal fue muy fuerte, pero a estas alturas esto ya no se explica". "Parece que esto no viene en el mapa"
Su marido, Daniel Fernández, ironiza contando que casi viven como en los tiempos de los abuelos, aseándose "en una tina y por parroquias". En casa hace días que no tienen calefacción y no esperan "nada" de las ayudas que la Xunta de Galicia aprobará hoy.
Adriana, de 15 años, regresó ayer al colegio Atios de Valdoviño. Cuenta que en el colegio tampoco hay luz ni calefacción y el comedor escolar no funciona. Los menús consisten en un bocadillo y hacer los deberes se complica a la luz de las velas.
En Vilar de Lago (Valdoviño) cocinar es incómodo. Parte de la matanza de noviembre se apila en congeladores repletos pero ya se ha perdido. Una abuela de Sequeiro cuenta que para calentar un biberón tienen que encender continuamente el camping gas. La misma situación se repite en muchas parroquias rurales de Cedeira, Moeche, San Sadurniño, Narón o Ferrol. El propio alcalde ferrolano, Vicente Irisarri, del PSOE, pasó varios días sin luz en su domicilio, próximo a la playa de Doniños.
Un poco más al norte, la comarca del Ortegal -la más septentrional de la Península- fue la puerta del entrada a un temporal de viento que arreció más de lo esperado y que tumbó cerca de 25.000 árboles en toda Galicia. El Ayuntamiento de Ortigueira, un término arrasado por rachas de viento de 180 kilómetros por hora, anunció ayer que eximirá a los vecinos de abonar el 95% del impuesto de las obras derivadas del temporal. Los alcaldes de Ortegal reclaman la calificación de zona catastrófica y extenderán su propuesta a los municipios limítrofes de las provincias de A Coruña y Lugo. Varios ayuntamientos, entre ellos Ferrol, Narón y Ortigueira, han puesto en marcha oficinas de atención a los damnificados para estudiar y atender sus reclamaciones.
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