Cita en Estambul
El Foro de Estambul que hoy se inicia, un año después del de Madrid, pone de manifiesto que la Alianza de Civilizaciones goza de buena salud y está a punto de dar un paso decisivo en el proceso de su consolidación e institucionalización. Porque a esta cita seguirán otras, en diferentes partes del mundo, a comenzar por Brasil.
Se confirmará así, con hechos concretos, la vocación de universalidad de esta empresa colectiva, como corresponde a su condición de instrumento eficaz de Naciones Unidas. No está de más recordar que el Grupo de Países Amigos de la Alianza ha superado el centenar de miembros. Al compás de este crecimiento cuantitativo se produce también un enriquecimiento cualitativo de la reflexión interna y del discurso de la Alianza gracias a nuevas percepciones procedentes de distintas perspectivas, geográficas, históricas, religiosas, culturales y, sobre todo, políticas.
La Alianza de Civilizaciones da un paso decisivo en su consolidación e institucionalización
El II Foro permitirá evaluar el camino recorrido desde enero de 2008; el estado en que se hallan las medidas puestas entonces en marcha, como el Mecanismo de Respuesta Rápida para Medios de Comunicación, el Fondo de Solidaridad para la Juventud, el Centro de Intercambio de Información sobre Educación, el Fondo para Medios de Comunicación y el Proyecto Silatech de Empleo Juvenil. Será también ocasión para la firma por el Alto Representante de acuerdos de cooperación con diversas organizaciones internacionales y para anunciar el lanzamiento de nuevos planes nacionales y regionales. Entre estos últimos, un proyecto de Estrategia Regional Balcánica, impulsado en buena medida por España, que culminaría en una conferencia en Sarajevo; otra, para Iberoamérica, animada por la Secretaría General Iberoamericana, y una tercera, Mediterránea, propiciada por la UpM y la Fundación Anna Lindh. Todas ellas en colaboración con la Secretaría de la Alianza. Acogerá también el II Foro un mercado de ideas para proyectos innovadores de la sociedad civil, un programa de becas financiado por fundaciones y particulares filantrópicos y el experimento novedoso llamado Café Salam. Tendrá también lugar un amplio debate político entre los jefes de Estado, de Gobierno y los ministros de Exteriores del Grupo de Amigos sobre el rumbo futuro de la Alianza de Civilizaciones. Tres sesiones plenarias, 12 reuniones de trabajo y 16 desayunos resumen las actividades previstas.
No acaba aquí, en todo caso, la tarea. Consciente, como es, de la importancia de los diálogos interculturales e interconfesionales tanto en la prevención de conflictos como en la consolidación de la paz, la Alianza no puede traicionar, sin embargo, su propia y específica dimensión política y su sensibilidad ante las amenazas que ponen en cuestión la paz y la estabilidad internacionales. Así está escrito en sus textos fundacionales. ¿Qué sentido tiene, si no, este encuentro y la calidad de quienes allí se reúnen? De actuar de otro modo; si, en el ejercicio de sus específicas competencias, esta iniciativa abdica de esa otra vertiente; si arrincona las recomendaciones políticas contenidas en el Informe del Grupo de Alto Nivel, más pronto que tarde perderá credibilidad y acabará frustrando las muchas esperanzas en ella depositadas. Gaza así lo ha puesto crudamente en evidencia.
Porque su cometido se inscribe en un proceso a largo plazo que es necesario acometer con determinación. Porque se trata de movilizar una gran coalición de voluntades -gobiernos, organizaciones internacionales y ciudadanía mundial- con objeto de superar las fracturas entre sociedades y culturas; también en su interior, no lo olvidemos. Pero, para alcanzarlo, no bastará con trabajar sobre "las mentes y los corazones" en tanto subsistan lacerantes desigualdades de poder y lacras sociales que la crisis actual no hace más que agudizar. Por ello, para cumplir cabalmente su cometido, la Alianza de Civilizaciones tiene que encontrar el lugar que le corresponde en el sistema de las Naciones Unidas, preservando así su singularidad.
Estambul es igualmente el lugar adecuado para confirmar lo bien fundado de los principios éticos de conducta internacional que inspiraron la intervención del presidente del Gobierno de España el 21 de septiembre de 2004 en Nueva York. En particular, su apuesta decidida por el multilateralismo y por el apoyo a la ONU y a su secretario general, por la primacía de la legalidad internacional y el respeto de los derechos humanos. Este renovado y visible respaldo a esos principios se resumirá en la imagen, ya reiterada, que junto con el secretario general Ban Ki-moon y el Alto Representante Jorge Sampaio, convoca a los primeros ministros Recep Tayyip Erdogan y José Luis Rodríguez Zapatero, copatrocinadores de la Alianza.
Se cierra pues, a orillas del Bósforo, la etapa constituyente de esta iniciativa. Madrid y Ankara la han apuntalado tanto internamente como en su proyección exterior. Lo han hecho, sobre todo, con una fuerte carga simbólica. A ambos confines del Mediterráneo, mar éste paradigmático de todos los encuentros y desencuentros, España y Turquía, en coherencia con su vocación y con lo que de ellas espera el imaginario colectivo, seguirán desempeñando el papel relevante que les corresponde en este empeño. Pero, a partir de ahora, corresponde a otros países recoger la antorcha, sumándose activamente a la Alianza de Civilizaciones y perfeccionando su vocación universal. Brasil en primera línea.
Máximo Cajal es diplomático.
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