Vacas desaparecidas
La derecha política en España es aparentemente fortísima pero en realidad es muy débil. El PP va a hombros de sectas religiosas, de un lobby madrileño de empresarios especuladores y varios medios de comunicación. Son estos agentes los dueños de su política y el partido un instrumento que utilizan. Las cabeceras de la prensa madrileña tironean al partido y se disputan fijar la línea y la agenda. Es malo para el partido y también para la sociedad.
Está ocurriendo en Galicia, en teoría Feijóo es un político que podría hacer otras políticas si le dejasen, o eso creímos ver en él cuando fue vicepresidente de Fraga y cuando fue portavoz de la oposición a la Xunta bipartita, pero llegó a hombros de quien llegó y como llegó, y carga con esa falta de libertad. Un gobierno improvisado, levitante y separado del país, atado por compromisos... Puede que aquel Núñez Feijóo que tenía autonomía política y personalidad propia que creímos ver nunca haya existido, pero desde luego no es este presidente de la Xunta.
Este Núñez Feijóo es un presidente partidista, que divide y trae discordia. Una promesa incumplida
Albor o Fraga respetaron la existencia de Galicia como país, no eran 'okupas' en la Xunta
A Rajoy y a Feijóo les ocurre lo mismo, recordando lo que ofrecían y amagaban cuando esperaban su hora y se postulaban, uno cree que podrían haber sido figuras políticas menos agresivas, más dialogantes, pero luego su destino les vino dado, está escrito, y no consiguen escapar a él. Son los instrumentos para realizar una política muy ideológica y vengativa que en vez de continuar el pasado pretende liquidarlo. Si aquel Núñez Feijóo antes de las elecciones era la figura de un tecnócrata, pragmático, moderno, este Núñez Feijóo, su Mr Hyde, es un presidente partidista, que divide y trae discordia. Este Núñez Feijóo es una promesa incumplida.
La desaparición de un reportaje sobre las vacas enfermas, es el peor síntoma de esa enfermedad. En ese mismo espacio informativo de la TVG pudimos ver la semana pasada el desastre del Casón, un desastre marítimo complicado, como todos, que fue mal gestionado por la Administración socialista de entonces, que creó situaciones dramáticas y disparatadas y que casi se llevó por delante a aquella Xunta tripartida de González Laxe. En el reportaje que tocaba esta semana esta vez quedaba en mal lugar una administración de la derecha, cuando Fraga presidía la Xunta y se declaró el mal llamado de las vacas locas. Aquél fue un episodio triste, especialmente para nuestros ganaderos, la Xunta no supo gestionar bien aquella urgencia, cometió errores que lógicamente la oposición le reprochó, pero en un momento de urgencia los errores pueden ser comprendidos, máxime hoy con tanta distancia. Sin embargo, lo que no se puede comprender y no es aceptable es que esta nueva Xunta llegue con la censura. ¿Qué puede ocurrir con el reportaje sobre el Prestige, si es que lo hay?
Ha sido un gran error, afortunadamente rectificado gracias a algunos medios de prensa que lo denunciaron. ¿Pero qué RTVG han dibujado sus nombramientos? Carece de profesionalidad y credibilidad, es una vuelta al más duro pasado. No es la de un gobernante que mira hacia delante, lleno de futuro, sino la del heredero de ese pasado de la Xunta, un continuador de aquellos años. Lo peor es que tenemos que esperar que cuando cometa errores en la gestión de un asunto, si no hay prensa que lo señale, la RTVG los ocultará, censurará la información; engañar, pues.
Lo que desazona es que, día a día, parece estar heredando todos los defectos del pasado, incorporando además la discordia importada de la derecha centralista que desprecia a nuestro país, y faltándole algo que sí tuvieron antecesores suyos de la derecha que presidieron la Xunta, un sentido de país, un respeto a la continuidad de Galicia. Fernández Albor o Fraga, cada uno a su modo, y de un modo que no compartimos, respetaron la existencia de Galicia como país, no eran okupas en la Xunta.
Puede que esta presidencia sea tan arisca debido a su inseguridad. Nos disgustan las mayorías absolutas, pero las mayorías débiles no son buenas, se hacen autoritarias y su inseguridad crea inestabilidad. Una mayoría asentada, sea por mayoría absoluta de un partido o por alianza estable de partidos (cosa que se nos va antojando difícil de imaginar) puede permitirse escuchar al adversario, dialogar, incluso pactar. Pero llevamos dos elecciones consecutivas que se dirimen por un parlamentario, eso refleja la correlación de fuerzas en la sociedad y crea tensión constante. (Por eso estas europeas no lo son: son un falso referéndum sobre la política española)
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