Jerri Nielsen, la médica que retó al cáncer en el Polo
Plasmó su experiencia en el libro 'La prisión de hielo'
En marzo de 1999, la doctora Jerri Nielsen, la única médica entre 41 científicos y personal de apoyo destacada en la base polar Amundsen Scott de la Antártida, descubrió que tenía un bulto en el pecho. Hacía pocos días que se había implantado el cierre oficial de la estación coincidiendo con el comienzo del invierno polar que, durante ocho meses y medio, iba a mantener a los integrantes de la misión completamente aislados del resto del mundo. La doctora no tardó en hacer su propio diagnóstico: cáncer de mama. El pasado día 23, a los 57 años, Nielsen sucumbió a una nueva reaparición de ese mal que había logrado vencer en ese primer combate en el que tuvo que automedicarse en condiciones extremas, aislada en unas instalaciones situadas en un bloque de hielo con un espesor de 2.745 metros, y a una altitud de 2.835 sobre el nivel del mar. El hermano de Nielsen, Eric, contó ayer que la doctora había muerto rodeada de su familia en Massachusetts (noreste de EE UU).
Cuando Nielsen, médica de urgencias, había decidido enrolarse durante un año en esa aventura científica en la última frontera, era consciente de que ello implicaba aceptar que, durante esos ocho meses y medio que van desde febrero a octubre, en que las temperaturas pueden descender hasta situarse por debajo de los 38 grados bajo cero, no había ninguna posibilidad de que los aviones pudiesen aterrizar allí a evacuar a heridos o enfermos. Lo relató así en La prisión de hielo, el libro que, en 2001, escribió sobre su extraordinaria aventura.
En este relato también explicó cómo, al comprobar que el bulto que había detectado accidentalmente crecía con mucha rapidez, tuvo que plantearse el tratarse a sí misma: con ayuda del soldador de la estación se hizo dos biopsias que fueron enviadas a través del ordenador a un patólogo que tras interpretar las imágenes confirmó lo que ella se temía: se trataba de un tumor maligno.
Encerrada en la base
No la podían sacar de la base. Pero de las posibilidades de controlar su enfermedad no sólo dependían sus probabilidades de supervivencia, sino la salud del resto del personal de la base. De hecho, Nielsen se planteó impartir una formación médica especial a otros miembros del equipo por si quedaba inhabilitada antes del fin del invierno.
En junio de ese año, Washington dio luz verde al envío a la base polar de un avión de la fuerza aérea para que lanzase con paracaídas instrumental y medicamentos, una práctica que el Ejército ya había realizado como entrenamiento militar, pero que había abandonado desde hacía unos años. La organización de este envío permitió que Nielsen comenzase a aplicarse a sí misma un tratamiento de quimioterapia hasta que, en octubre, pudo por fin ser evacuada.
A partir de ahí la historia de Nielsen saltó a los titulares de los grandes rotativos estadounidenses: "Atrapada en el Polo, una médica se convierte en paciente", relató The New York Times. "Del hielo aprendí que somos capaces de hacer cualquier cosa ante situaciones límite", dijo Nielsen, que describía la Antártida como el lugar donde aprendió lo que significaba la amistad.
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