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Columna
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La alternativa

Luciendo un cuidado corte de pelo plateado y barba recortada, afirma el que durante muchos años fuese presidente de la Generalitat, Joan Lerma, que los socialdemócratas del Partido Socialista del País Valenciano lo tienen un tanto duro si esperan desbancar a la derecha del Gobierno autonómico debido a los problemas de esa misma derecha; los socialdemócratas, dice el ex mandatario, han de convencer al vecindario de que ellos harán mejor las tareas de gobierno. No anda escaso de tiento el senador Lerma cuando indica tal cosa en una larga entrevista en el semanario El Temps. Aunque tal afirmación hace referencia explícita al comportamiento electoral de los valencianos. Porque en el espacio amplio de las tierras hispanas, los errores y desatinos de la derecha le devolvieron el Gobierno a la socialdemocracia del PSOE. Fue ayer mismo cuando las ocultaciones y enredos del Gobierno Aznar, tras el estallido de las bombas en el metro de Madrid, le dieron un vuelco a los resultados electorales de las elecciones generales, a pesar de la bonanza económica del momento. Las mentiras en torno a Irak, la foto de las Azores y el despropósito extendieron electoral y democráticamente la factura. No hay que perder la memoria. Ni olvidarse de los despropósitos o chanchullos de la derecha, enquistada en el poder a toda costa, que nos gobierna en el territorio autónomo, porque aquí hay sucesos que "no ocurren en ningún lugar del planeta" como indicó en un mitin de PP el presidente Camps, y se quedó tan tranquilo, envarado y tieso como un paraguas plegado.

Porque a uno le gustaría saber en qué país, reino o región del planeta, medianamente democrático, en donde la derecha detente las riendas del poder, tienen lugar excesos verbales como los que nos ofrece a diario el flamante secretario general del PP valenciano, Ricardo Costa, imputado en no sé qué historia de sastres y trajecillos. Ahora, el castellonense Costa acaba de pedir por "decencia y dignidad política" la dimisión del alcalde de Elche, Alejandro Soler. Un socialdemócrata este último relacionado con algunos equívocos y errores contables, sin dolo según el juez, y con una causa judicial archivada por falta de motivos penales. Errores contables en el pago de unas facturas que se reconocieron y se rectificaron. Reconocer fallos y errores siempre es democrático, y aporta una cierta dosis de confianza del vecindario en sus políticos, que falta les hace. Lo insólito resulta oír a Costa hablar de decencia y dignidad política, porque eso, caso único en el planeta, es como si de pronto la archifamosa becaria Mónica Lewinsky, conocida en todo el planeta globalizado hace unos años por sus prácticas lingüísticas en la Casa Blanca con el presidente Bill Clinton, y hoy en día vendedora de bolsos con marca propia, viniera ahora a exigirnos a todos las virtudes virginales de María Goretti y a adoctrinarnos sobre las ventajas del cinturón de castidad. Es ridícula, seria y meritoria seguramente en su partido la incontinencia verbal del mozalbete, que no es perro viejo ni sabio, porque los perros viejos no ladran inútilmente y sin motivo, como reza un aforismo medieval. Pero el senador Lerma, a quien le brillan las canas de los años o del peluquero, tiene razón: aquí el despropósito de quienes gobiernan no acerca a los socialdemócratas al poder. Tampoco le apartan a los socialdemócratas voto alguno el seguimiento que hace de la derecha montaraz en cuestiones tales como el provincianismo y el abandono de una comarcalización integradora valenciana que un día quiso Lerma. Y menos todavía la falta de un proyecto claro y moderno del PSPV, alternativo a cuanto ofrece la derecha, por ejemplo en urbanismo y ordenación del territorio. Aunque mejor olvidarnos de los informes europeos en que PSOE y PP votaban juntos.

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