'Lied' florido
Bajo el título de Ramillete de Lied floral, la soprano Christiane Karg acompañada por el pianista Wolfram Rieger ofreció en la Schubertíada de Vilabertran (Alt Empordà) una sesión consagrada a Lieder dedicados a flores, un hilo conductor que sirvió para visitar los jardines e invernaderos de Mendelssohn, Schumann, Schubert, Strauss, Fauré y, extrañamente, también la producción de Xavier Montsalvatge, que no se sabe exactamente qué hacía allí con su Canción de cuna para dormir a un negrito a no ser, como comentaba Manuel Capdevila en las notas al programa de mano, que se considere flores a los cocos y los granos de café.
La flor en poesía y en música nunca es simple vegetal y siempre es trasunto, metáfora o símbolo del afecto en sus diversas expresiones. Por este motivo en Vilabertran se habló poco de riego, abono, poda y transplante y se habló mucho y bonito de amor oculto vivido en silencio (violeta), de la fragilidad del amor (campánula), de las espinas del amor (rosa) y del amor que fue (flor marchita en general).
En algunas piezas el pianista fue más protagonista que la soprano
De florista ejerció la soprano alemana Christiane Karg. Posee una bella voz adecuada a las necesidades del Lied, buenas maneras musicales y buen conocimiento del estilo dentro de la más estricta tradición alemana, aquella que entiende que el Lied no es ópera y tolera pecar por defecto pero no por exceso. Karg puede ahondar más y hacerse más variada en los matices expresivos y si quiere sobresalir deberá profundizar en el dificilísimo arte, crucial en el canto del Lied de, conteniendo la expresión externa -cosa que ya hace-, explicar con gran intensidad.
De expertísimo floricultor ejerció Wolfram Rieger, uno de los mejores pianistas de acompañamiento de Lied que existen. Rieger estuvo tan atento al dibujo de la frase, a la evolución de la emoción dominante en el texto y a la transmutación musical de esta evolución en forma de microalteraciones del tempo y pequeños énfasis dinámicos en las repeticiones estróficas que nunca eran estrictas repeticiones sino sutiles variaciones, que, como aquellos grandes actores secundarios de Hollywood que acababan robándoles las escenas a las estrellas -estando siempre en segundo plano- en no pocas ocasiones acabó siendo el verdadero protagonista de la pieza.
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