Un puerto antiestrés
Pescado fresco, sosiego y mucha historia en un rincón apartado del turismo de masas y del urbanismo descontrolado. San Sebastián de La Gomera, el refugio apacible de Colón
A San Sebastián de La Gomera se llega por barco. Hay un aeropuerto en la isla, pero se tarda menos en llegar en los transbordadores que la unen con el sur de Tenerife. La primera vez que se hace el viaje conviene ir en cubierta por el lado de estribor para admirar cómo se va dejando atrás la inmensa mole del Teide mientras crece en el horizonte la otra isla, redonda y arañada por los barrancos. Siguiendo una ruta similar, pero bordeando Tenerife, llegó Colón a la villa en su primer viaje a América. La travesía es deliciosa, pero no es probable que el viajero quede tan asombrado del panorama como el descubridor porque le faltará un elemento apocalíptico, la erupción aquel verano de 1492 del volcán Boca Cangrejo.
10.00 Concierto de chiflidos
Tras una hora y poco de travesía, en la que con suerte habremos visto peces voladores y delfines, encontramos una villa de cerca de 9.000 habitantes alrededor de una ensenada salpicada de casas bajas desparramadas hacia las montañas. Una imagen bucólica muy distinta de las babilonias turísticas de otras islas. La maniobra de atraque servía hace años de introducción al milenario lenguaje del silbo. Al acercarse el buque se entablaba un concierto de chiflidos entre los pasajeros y sus familiares. Hoy es difícil ver esa ceremonia, pero las navieras mantienen un guiño: los mensajes de la megafonía de algunos de los barcos se escuchan también en silbo. De Colón apenas hay noticias en el muelle (1). Solo una placa le recuerda, pero queda oculta por un panel de folletos turísticos. Quizá falta una mano de marketing para vender mejor la historia.
10.30 La casa de Beatriz
Nuestro primer destino será también el primero que visitó probablemente Colón, la Casa de la Aguada (2). En su solar se ubicaba la residencia de los señores de la isla, entonces la viuda Beatriz de Bobadilla, bella y de carácter, a quien el almirante conocía. Isabel la Católica la mandó lejos porque don Fernando la adoraba, según los cotilleos de la época. Colón la visitó porque ella le había prometido ayuda, si optamos por una versión aséptica de la historia. Si preferimos una más romántica, digamos que compartía con el rey su admiración por la señora. Por este y otros temas podemos preguntar en la Casa de la Aguada, ahora oficina de información y pequeño museo. En el patio, un cartel sobre un pozo reza: "Con esta agua se bautizó América". Una señal para que el visitante recuerde que La Gomera no fue una simple escala del viaje, sino su punto de partida, el lugar definitivo de aprovisionamiento.
11.30 Rezos del siglo XV
La calle Real (3), salpicada de casas típicas canarias cuyos patios interiores merecen más que un vistazo, nos conduce a otros dos de los monumentos colombinos. El primero, la iglesia de la Asunción (4). En ese templo, que mezcla los estilos gótico, mudéjar y rococó, rezó Colón. Destruida, saqueada y reconstruida, la iglesia, en principio de una sola nave, fue agrandándose con los siglos. En su interior hay varios retablos del siglo XVII y más paz aún que en su exterior. Adentrándonos un poco más en la calle Real encontramos otros dos edificios vinculados al descubrimiento. Uno, la pequeña ermita de San Sebastián (5), ya construida a finales del siglo XV. Y el otro, la Casa de Colón (6) (Real, 56), un pequeño museo abierto de lunes a viernes que expone cerámica precolombina.
13.00 Con bañador y chanclas
Ha llegado el momento de darnos un buen baño. El clima de La Gomera permite disfrutar del mar casi todo el año, y la villa cuenta con dos arenales deliciosos, la playa de San Sebastián (7), frente al caserío, y la de la Cueva - H, apenas a cinco minutos. La primera, más tranquila, está protegida por el espigón. La segunda es más abierta y salvaje -conviene tener cuidado- y ofrece una de las mejores vistas del Teide. Ambas son de arena negra y cayados, por lo que puede ser buena idea usar sandalias de goma. El agua está fría, pero en pocos minutos uno se acostumbra. No debe disuadirnos el ver poca gente tomando el sol: en Canarias, aunque haga bueno, se tienen en cuenta los conceptos, allí relativos, de invierno y verano. Conviene, eso sí, no esperar a la tarde para bañarse: la villa está orientada al Este y el sol desaparece pronto.
14.30 Morena frita con batata y mojo
No tenemos prisa, y si la tenemos hemos encontrado un lugar perfecto para curarnos de esa enfermedad moderna. Así que tranquilamente podemos sentarnos en alguna de las terrazas de la plaza de las Américas - (9) para tomar el aperitivo. Para comer tenemos varias opciones razonables de precio. A unos metros encontramos el Breñusca (10) (En Medio, 11) con sopas de pollo, croquetas y ensaladilla. Si preferimos un buen pescado fresco, podemos acercarnos a Cuatro Caminos (11) (Ruiz de Padrón, 36). Con vistas al mar, en el paseo marítimo, está Los Pajaritos (12), donde se sirve morena frita con batata (boniato) y mojo. En Casa Carmita (13), en la estación de guaguas (autobuses), podemos degustar la ropa vieja (carne estofada, papas y garbanzos). Por último, en la playa de la Cueva (8) tenemos dos opciones, el club Náutico y, para carteras más desahogadas, El Charcón, con cocina canaria y de autor.
16.30 Siesta junto a la torre
A un par de minutos de lo que hemos visto -todo está muy cerca- encontramos la Torre de Conde (14), una pequeña fortaleza rectangular de mediados del siglo XV y estilo gótico tardío. Es el emblema de la isla y lo primero que se veía al llegar en barco, pero hace años la eclipsó un edificio de seis plantas construido frente a la playa: el despropósito urbanístico es grave, pero por suerte es de los pocos que se ven en la isla. La torre resulta naif como fortificación y parece más bien un castillo de juguete, pero bastaba para detener a los aborígenes, que contaban con armas primitivas. La construcción está rodeada de un tranquilo parque que invita a leer, echar una siesta o simplemente pensar. Así que un plan estupendo podría ser echar una cabezadita y luego visitar el edificio.
18.00 Despedida a Colón
Una opción para pasar la tarde es dar un paseo hasta el parador Conde de la Gomera (15) (www.parador.es; 922 87 11 00; desde 157 euros), en lo alto de la villa. El edificio, de estilo canario, es un pequeño paraíso dentro del paraíso que invita a dar un garbeo por sus jardines. Está abierto para los curiosos hasta las 19.30, pero el viajero puede prolongar la visita en el bar o cenando en el restaurante (el menú cuesta unos 32 euros), abierto hasta las 22.30. Su atalaya ofrece una vista extraordinaria de Tenerife y permite cerrar el viaje en el tiempo evocando la despedida de Colón en su marcha hacia América. Pero, cuidado, no los imaginemos siguiendo la ruta natural por el Sur, sino por el Norte, hacia la playa de la Cueva. El descubridor tomó esa ruta, más larga, porque unos barcos del rey de Portugal estaban en aguas de El Hierro para apresarlo.
21.00 Antes de zarpar
Para cerrar un día tan estresante es buena idea tomar algo en Tío Lolo (16), una tasca marinera situada en la plaza de la Constitución. Allí, entre redes, banderas y otros recuerdos de barcos que han fondeado en el puerto, se puede compartir tertulia con turistas y lugareños. Un local ideal para que Colón y sus marineros se hubieran tomado la última antes de zarpar hacia América.
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