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Columna
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Vaciado

David Trueba

No es habitual que los periodistas reflexionen sobre su actividad, demasiado concentrados en el ejercicio del oficio, cuando no sencillamente en la supervivencia económica. Dos veteranos ilustres lo han hecho en los últimos meses, Iñaki Gabilondo con su mirada hacia el ocaso de un ciclo en su El fin de una época, y el mítico locutor de los partidos del Barça para Catalunya, Joaquim María Puyal. Ambos tienen una trayectoria admirable, pero ninguno de los dos regala una visión demasiado optimista del entorno, demolidas quizá a barrenazos de la economía de mercado y la falta de exigencia popular casi todas las opciones de mejorar la oferta informativa.

En el caso de Puyal hay propuestas por una nueva televisión, que deja caer en Aicnàlubma, un título que habrá llevado al suicidio a los libreros que carezcan de espejo retrovisor. Casi todas sus tesis están orientadas a la consolidación de un modelo de televisión pública y labor de país, como única resistencia al vacío lucrativo del negocio privado. Los optimistas pensamos que la respuesta ha de venir también por la oferta particular, sobre todo si seguimos abocados a un ciclo de Gobiernos obsesionados por limitar la crítica y la reflexión sobre el sistema, lo cual lima a los servicios públicos de cualquier atisbo de personalidad propia y poder de corrosión.

Puyal ofrece un ejemplo clarividente cuando reproduce el preámbulo de la Ley de Televisión Privada que apareció en el BOE en 1988. Allí se dice: "La finalidad de la televisión ha de ser, ante todo, la de satisfacer el interés de los ciudadanos y contribuir al pluralismo informativo, la formación de una opinión pública libre y a la extensión de la cultura". Eso no significa que nadie vaya a arrancarle las licencias a los canales. Más fácil. En el preámbulo de la Ley General de Comunicación Audiovisual de 2010, como subraya Puyal, ha desaparecido toda mención a intereses generales, cultura y opinión, porque de lo único que se habla es de industria, economía y la calidad de la señal. Es curioso, pero el proceso de vaciado de conceptos podría datarse entre ambas fechas. Nosotros somos espectadores privilegiados de tal rebaja.

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