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Reportaje:RUTAS URBANAS

No grite gol, grite Londres

Un paseo forofo por los estadios de la capital del país que inventó el fútbol

Es un amor tan profundo que cuesta reconocerlo a primera vista. En Londres manda esa mezcla entre imperial y pop que conquista al viajero y logra distraerle de lo que realmente interesa a los londinenses: ni compras, ni museos, ni familia real. La capital del país que inventó el fútbol lo protege ocultando al visitante con distracciones turísticas su respeto reverencial por el balompié y por su historia. Estadios con vida, antiguos campos modernizados sabiamente, dotan a sus barrios de una fuerte personalidad, de un estilo íntimo de entender una pasión. Las islas británicas respiran una cultura y un respeto por la tradición alrededor de estos templos laicos inéditos en cualquier otro lugar del mundo, y los cuidadísimos campos de fútbol de la capital se niegan a sobrevivir como esqueletos de multitudes de Benedetti.

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WEMBLEY

Desde el vecino campus de la Universidad de Westminster, Wembley es el arcoíris. Pero en realidad la catedral del fútbol inglés se ha convertido en el polígono industrial del fútbol, con goles de Ikea. Aislado por las vías del tren, este nunca fue un barrio con solera, pero aquellas dos torres de 1923, inauguradas por el rey Jorge V, daban lustre canónico a un estadio en el que la demolición de las Twin Towers dio paso al arco del polémico proyecto de Norman Foster en 2007. Sí siguen los 39 hitchcockianos escalones del césped al palco, reservados a campeones (el Barça los subió) y visitantes del recomendable tour de Wembley (15 libras), donde el culto inglés al balompié se concentra en un trozo de madera: el larguero del gol fantasma que decidió el Mundial de 1966, el único que han ganado los inventores del fútbol. En esta santa casa.

La catedral con Ikea

Incluso a pesar de la estatua de Michael Jackson que Mohamed al Fayed (dueño del Fulham FC, del imperio Harrods y padre de Dodi, novio de Lady Di) acaba de levantar aquí, este es el estadio con más encanto del Reino Unido, quizá del mundo. A Craven Cottage hay que venir en metro, hasta la pinturera estación de Putney Bridge, y desde ahí, en un paseo privilegiado por el río, hasta este estadio de ladrillo eduardiano diseñado (y aún en pie tal y como se alzó en 1905) por el escocés Archibald Leitch, arquitecto de stadiums que dejó su sello por todo el país desde finales del siglo XIX hasta su muerte en 1939. La ruta pasa por Bishops Park, uno de esos parques cuyo descubrimiento compensa el viaje.

CRAVEN COTTAGE

Antes de adentrarse en el prado da gusto parar a preguntar por el equipo en Hurlingham, la librería de lance de Ray, el hincha más culto del barrio. Bishop Park señorea junto al Támesis, frente a la orilla en que los clubes de remo nos advierten de que además de fútbol, este país tiene la regata Oxford-Cambridge.

Un chalé en el Támesis

En el estadio nos recibe Johnny Haynes, futbolista cumbre del pequeño Fulham, cuyo monolito compensa el atentado al rey del pop. Craven Cottage es un monumento gracias sobre todo al pequeño chalé NeoTudor de Stevenage Road, en una esquina de este estadio de dimensión humana, casi ecológico, entre zona residencial, parque y río. Una casita modélica construida cuando el fútbol explotó a principios del siglo XX, que sigue ahí, velando por las esencias del balompié, al menos en este rincón del mundo.

STAMFORD BRIDGE

El Londres señorial (y pijo), que empieza en Knightsbridge y South Kensington, tiene su prolongación de nuevo rico a lo largo de Fulham Road, hasta desembocar en Stamford Bridge, el cubista estadio del Chelsea, un parque temático a imagen y semejanza del millonario ruso Roman Abramovich, dueño del club históricamente más estiloso del país, convertido hoy en el Versace del fútbol. Pubs, restaurantes, un hotel y hasta una megastore completan este village azul que rompe la coqueta estampa de una zona elegante, pero con vida de barrio, en la que pese a los flirteos con lo hortera se respetan los vestigios del pasado: aquí hasta los muros, como el del Shed End, antigua terrace (grada de pie) del estadio que proyectó Archibald Leitch, tiene su placa. Azul, por supuesto.

Balonazos con 'glamour'

Sin fútbol, esta es una zona fronteriza, de almacenes de repuestos, a medio camino entre Seven Sisters -centro comercial de un barrio que pasó de proletario a multicultural en los sesenta- y la nada. La excusa para seguir subiendo Tottenham High Road es este estadio hecho a retazos, revestido de metales modernos. Es lo más parecido a ir al fútbol hace 40 años. De la antigua cervecera que había aquí quedan hoy los pubs, llenos en match day, y el gallo dorado que domina la tribuna Oeste. Una pinta en Rudoplh's, ante la verja del club que crearon los judíos de Londres, y se saborea el football de antaño.

WHITE HEART LANE

Herbert Chapman revolucionó el fútbol con la táctica WM, pero además puso el balompié en el mapa. Literalmente. El Arsenal, club que en 1932 logró dar nombre a la estación de metro de esta zona obrera del Norte de Londres, se trasladó a un nuevo estadio en 2006, pero aquí nadie pensó en demoler el viejo Highbury, un oasis entre adosados. No solo se respetaron sus cuatro coquetas tribunas (y la fachada), sino que se han construido en ellas, aprovechando los adornos art déco de Leitch, viviendas de lujo con un transitable jardín interior donde estuvo el césped, en una restauración única, ejemplo de amor al fútbol y al reciclaje de edificios. El peso de la historia se siente a escasos 200 metros, donde se yergue, moderno y desmesurado, el Emirates Stadium, rodeado de vías de tren y pisos nuevos en un barrio, Islington, que ha pasado de proletario a burgués, y donde no tiene por qué ser día de partido para cruzarte con Nick Hornby, el escritor que hizo entender al mundo que el amor por el fútbol también puede ser cultura.

Siderurgia multicultural

Emirates Stadium del Arsenal, en los estadios de Londres el culto al fútbol es reverencial
Emirates Stadium del Arsenal, en los estadios de Londres el culto al fútbol es reverencialCORBIS

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